En una entrada anterior os acercábamos la tesis doctoral de Elvira Pértega sobre el proceso de toma de decisiones en el uso de la contención física en unidades de hospitalización psiquiátrica infanto-juvenil (Health professionals’ decision making process about the use pf physical restrains in patient pediatric psycatric units in Madrid), así como las recomendaciones para la práctica clínica que la autora propone con el fin de eliminar el uso de la contención mecánica en las unidades de hospitalización psiquiátrica.
En la presente entrada continuamos con las recomendaciones que hace en lo referente a la formación de los equipos de trabajo en estas unidades.
Recomendaciones para la formación de los profesionales
Los resultados de este estudio han señalado diferentes factores que pueden sugerir nuevos enfoques en la formación de profesionales sanitarios y en particular, en la formación relacionada con el uso de la contención mecánica.
El primer aspecto a considerar, aunque obvio, no ha sido considerado en la literatura científica hasta el momento. Nos referimos al hecho de que todas las personas presentes en una unidad de hospitalización psiquiátrica, no solo los profesionales sanitarios, son susceptibles de jugar un papel en una situación que pueda conducir al empleo de contenciones mecánicas. En consecuencia, es recomendable que todas las personas -incluidos los miembros del personal, pacientes, familiares, etc.- que realicen cualquier actividad en la unidad de hospitalización, y no solo el equipo de enfermería y el personal de seguridad, reciban formación y capacitación sobre todos los aspectos asociados con su uso. La naturaleza interactiva de las situaciones que conducen a que se produzca una contención mecánica y la necesidad de que varias personas apliquen esta intervención, apunta a una decisión que generalmente se toma de forma colectiva o por consenso. Además de incluir a todas las personas presentes en la unidad de hospitalización individualmente, parece aún más pertinente que la formación se dirija a los equipos (es decir, formación en estrategias de equipo) y no solo a personas (es decir, a técnicas de defensa personal). Capacitar a los equipos reducirá la incertidumbre de los individuos que los componen sobre su papel específico, y favorecerá una respuesta coordinada en situaciones que son susceptibles de desencadenar una contención mecánica. Esto es de particular importancia para las personas de nueva incorporación -como nuevos auxiliares, nuevas enfermeras, nuevo personal de limpieza- que podrían ‘perderse’ al no saber qué hacer en una situación de emergencia de las que habitualmente terminan en una contención mecánica.
Además de la formación, la creación de equipos estables donde las personas puedan conocerse parece esencial para permitir que funcionen como equipo. Del mismo modo que es importante que quienes componen los equipos se conozcan entre sí, también lo es que conozcan a los pacientes con anterioridad, ya que en una situación de crisis parece difícil desarrollar una relación que pueda ayudar a manejar al paciente sin usar ningún tipo de contención física. Por esta razón, se recomienda que, en lugar de llamar a un equipo externo para que intervenga en una situación de crisis, sean las personas que habitualmente se encuentran en la planta las que se ocupen de la misma. En particular, sería aconsejable que la persona, independientemente de su categoría profesional, que «conoce mejor» o «se lleva mejor» con el paciente tome la iniciativa para atender una situación crítica. Del mismo modo, a pesar de la urgencia que generan estas situaciones, los miembros del personal deben estar entrenados para no involucrarse todos. Deberían especificarse con anterioridad sus funciones para que los miembros del personal sepan si han de encargarse de atender a los pacientes o intervenir en las situaciones que puedan darse en la planta de hospitalización.
Dado que para tomar decisiones relacionadas en una situación difícil es necesario haber construido un «marco de referencia» antes de intervenir, parece esencial que los profesionales sanitarios tengan formación en teorías psicosociales, psicopatología y psicología del desarrollo para ayudarlos a comprender el comportamiento del paciente. Deben recibir formación también sobre el modelo de atención y el propósito terapéutico del tratamiento en la planta de hospitalización y comprender qué se espera de ellos y del comportamiento de los pacientes. Además de adquirir estos conocimientos, el conocimiento experiencial es otro elemento esencial para construir el ‘marco de referencia’. Por lo tanto, se recomienda que todos profesionales pasen un tiempo en formación en la propia planta de hospitalización, para que puedan aprender de sus propias experiencias y de la experiencia práctica de otros profesionales.
En tercer lugar, dado el impacto psicológico que las experiencias de contención física tienen en los profesionales, es necesario no solo facilitar su formación, sino también brindar apoyo institucional y psicológico. Dado que estas situaciones constituyen una intensa interacción física y emocional entre todos los involucrados, es decir, los pacientes y los profesionales, dichas experiencias pueden ser compartidas. Parece importante explorar y abordar tanto las experiencias de los pacientes como las de los profesionales sobre el uso de la contención física. En el caso particular de los profesionales, los resultados de este estudio han demostrado que los sentimientos de culpa son comunes y que necesitan ser entendidos y atendidos, en lugar de ser juzgados o atacados. También hemos podido constatar que los profesionales perciben el apoyo de los líderes de su equipo como algo muy importante para ayudarlos a superar el trauma resultante de un evento que incluya la contención mecánica de un paciente. Además, la psicoterapia puede ayudarles a expresar y comprender sus emociones para que no sean reprimidas y encarnadas y no afecten a su futura vida personal y profesional.
En cuarto lugar, las particularidades de las situaciones en las que se aplica la contención mecánica en niños hacen que sea necesario desarrollar programas específicos de capacitación y educación que aborden las diferentes características de los niños en relación a los adultos. Algunas de estas diferencias son: la necesidad de tener en cuenta la etapa de desarrollo físico y psicológico del niño en función de su edad, la implicación de los padres y familiares en el plan de cuidado, y una toma de conciencia de su mayor vulnerabilidad física y psicológica a las situaciones contención mecánica.
Estudios anteriores han señalado que los profesionales tienen diferentes suposiciones previas sobre el uso de la contención física (Mohr y Anderson, 2001). Este estudio ha encontrado que tales teorías no solo están presentes, sino que sirven para «racionalizar» su uso y así ayudar a los profesionales a lidiar con la contradicción y la culpa de emplearla, al mismo tiempo de que son conscientes de que causa daño. Por lo tanto, abordar las teorías previas de los profesionales sobre el uso de la contención debe ser un elemento clave en su formación y en la capacitación sobre el uso de medidas de restricción física de los pacientes. Debido a la relevancia que estas teorías puede tener en la racionalización del uso de contención física, la información basada en hechos puede ser insuficiente para desacreditar suposiciones tales como ‘las contención es necesaria y no puede evitarse,’la contención es parte del tratamiento ‘,’ la contención ayuda a pacientes inquietos a dormirse ‘, o ‘ la contención es una consecuencia del comportamiento de los pacientes ‘.
En sexto lugar, dada la importancia de poder anticipar situaciones para intervenir temprano y así prevenir el uso de las medidas de contención física, parece esencial que los profesionales aprendan a identificar los desencadenantes de un posible comportamiento desafiante en el paciente. Como consecuencia de la naturaleza interactiva de las situaciones susceptibles de resolverse en una contención física, los profesionales también deberían aprender cómo identificar sus propios factores desencadenantes de reacciones conductuales o emocionales. Revelar el proceso psicológico subyacente que conduce a tomar la decisión de aplicar una medida de contención física ayuda a identificar los mecanismos internos que pueden conducir a desencadenantes potenciales. Entre ellos pueden encontrarse asociaciones libres, establecimiento de referencias cruzadas entre pacientes y fijar límites estables para un rango «aceptable» de comportamientos.
Esta investigación ha encontrado que en situaciones inciertas y estresantes, la primera idea que viene a la mente para resolver la situación suele ser la solución que se estima como «cierta», que en este caso tiende a ser el uso de la contención física. Por lo tanto, la formación a los profesionales debe incluir simulaciones de la «vida real», porque el proceso de pensamiento difiere en un ambiente relajado frente a uno estresante. En una situación de emergencia, hay una capacidad reducida para considerar una amplia gama de alternativas, por lo que los profesionales deben estar entrenados para ‘mantener la calma’ a fin de poder pensar en una gama más amplia de alternativas.