El artículo que publicamos a continuación es una traducción de un post publicado en Mad in America en febrero de 2020. Revisa un estudio reciente realizado por Wong A.H., Ray J.M., Rosenberg A., et al. en relación a las vivencias y los daños que supone la contención mecánica. Aunque no estamos de acuerdo con las conclusiones que el revisor expone, creemos que cada estudio que contribuya a difundir las consecuencias traumáticas de esta práctica es un paso más hacia su eliminación.

 

Recientemente, un equipo de investigadores ha estudiado las experiencias de personas que han sido inmovilizadas físicamente en el servicio de urgencias, una práctica de la que se sabe que causa lesiones y trauma en los pacientes. El grupo realizó entrevistas semiestructuradas a 25 adultos, y constató que la mayoría de los pacientes se sintieron coaccionados, que su experiencia fue dañina, que hubo un rango muy amplio de situaciones personales que influyeron en las visitas al servicio de urgencias y que, derivados de la contención física que sufrieron, se generaron problemas de salud que tuvieron efectos perjudiciales para su bienestar.

«Al recordar la experiencia de la contención mecánica, los pacientes describieron la pérdida de libertad y de dignidad asociada a la deshumanización, la pérdida de autodeterminación e, incluso, los malos tratos», escribieron los investigadores.

«Uno de los pacientes dijo: «Ustedes me quitaron toda la ropa, me tumbaron en la cama sin ropa, sin sábanas, sin nada. Mi intimidad estaba totalmente expuesta, la gente pasaba por delante, y ustedes no me dieron ropa alguna ni corrieron la cortina.» Las experiencias de los pacientes sobre las contenciones iban desde descripciones de haber sido tratados como animales a ser atendidos con extrema dureza física y verbal por el personal, incluso con insultos y muestras de hostilidad manifiesta.»

Hasta el 2,6 % de las visitas al servicio de urgencias están asociadas a “agitación”, una cifra que sigue aumentando. El tratamiento para la “agitación” suele ser dañino e implica contención física. Esto ha dado lugar a peticiones para reducir la escalada, aunque requiere un buen vínculo y una relación terapéutica que es muy difícil de conseguir en el contexto de un servicio de urgencias. Esto se hace cada vez más difícil debido al elevado volumen de pacientes (el 61%, según el estudio) que se sienten coaccionados por la policía o el personal del hospital, lo que dificulta el establecimiento de una relación terapéutica. Dada la escasez de investigación sobre esta población, los autores trataron de explorar los antecedentes de los propios individuos, así como sus experiencias en el servicio de urgencias.

Para ello, el equipo utilizó una metodología de investigación basada en entrevistas a 25 personas que habían sido contenidas físicamente durante la visita a un centro de especialidades en salud mental o a un hospital. Utilizaron el perfil demográfico de los pacientes que fueron contenidos físicamente en el servicio de urgencias para seleccionar una muestra que tuviera un origen demográfico similar, así como un intervalo de tiempo comprendido entre la última vez que fueron contenidos físicamente y la fecha de la entrevista. Las preguntas de las entrevistas se elaboraron a partir de la revisión bibliográfica sobre la coerción a pacientes y de la triangulación con la percepción de los pacientes sobre el uso de sistemas de contención según los datos recogidos por el personal del servicio de urgencias.

El 68 % de los pacientes eran hombres, el 72 % blancos, y había un intervalo de entre 2 semanas y 6 meses desde la última vez que fueron contenidos mecánicamente. El 88 % informaron de que su visita al servicio de urgencias y la contención que allí sufrieron se debía a una combinación de problemas de salud mental y/o abuso de sustancias, y la mayoría consideraba que su entrada en el servicio de urgencias fue coercitiva. De las entrevistas surgieron tres temas predominantes: (1) experiencias de contención y de cuidados dañinas, (2) contextos personales complejos que influían en las visitas a urgencias, y (3) dificultades para superar las experiencias de contención mecánica sufridas que les habían llevado a tener consecuencias negativas para su bienestar.

«Viviré con este dedo roto, me lo hicieron cuando me tenían sujeto así», dijo uno de los participantes. «No me volverán a romper el dedo. Recuerdo ese dolor y es un dolor que no se fue. Tuve dolor durante mucho, mucho tiempo. Creo que el hueso, que estaba bloqueado, afectaba al dedo. Este dedo, cuando lo doblo, se queda atrancado. Tengo que empujarlo hacia atrás porque duele. No lo sé. Si el personal de seguridad puede romper el dedo a alguien y librarse de toda responsabilidad, que no se haga nada, ¿cómo pueden llamarlo hospital?»

Los pacientes experimentaron una serie de emociones, entre ellas confusión, frustración, preocupación, rechazo, sensación de aislamiento, que pudieron deberse al hecho de que el 68% de ellos no entraron de manera voluntaria al servicio de urgencias. Varios factores contextuales precedieron a la admisión en urgencias, como fueron el consumo de sustancias, problemas de salud mental o problemas médicos crónicos difíciles de gestionar y que afectaban significativamente a la vida cotidiana.

Los determinantes sociales estuvieron muy relacionados con la admisión en urgencias y contemplaban factores de estrés psicosocial, antecedentes laborales y sociales, así como haber sobrevivido a situaciones de abuso. El trato del personal del servicio de urgencias y la utilización de sistemas de contención mecánica generaron una serie de efectos en los pacientes, como escepticismo y desconfianza en el sistema médico, el empeoramiento de las condiciones psiquiátricas existentes o la evitación de la asistencia sanitaria.

«Los participantes en este estudio representaban a la población más marginada y desfavorecida del servicio de urgencias» concluyeron los investigadores. «Nos han descrito de manera abrumadora un deseo de dignidad, respeto, empatía, compromiso terapéutico, y de que el personal explique las medidas que van a llevar a cabo con ellos, incluso aunque la relación terapéutica se haya fracturado como consecuencia de la coerción y la contención física durante los momentos de agitación.».

«La mayoría de los participantes no acudieron al servicio de urgencias de forma voluntaria y ya se sintieron amenazados antes de llegar. Sin apoyo psicológico por parte del personal durante los momentos de la contención, puede iniciarse en los pacientes una espiral de emociones negativas de cara a posteriores visitas al servicio de urgencias e instintivamente aumentar los episodios de agitación y agresión a corto plazo a modo de un escudo protector basado en experiencias previas. En lugar de ofrecer cuidados, de manera involuntaria podemos causar más daño a estas personas».

Estos resultados contrastan con un estudio similar hecho en un hospital de Australia, en el que los investigadores encontraron sentimientos positivos de respeto, dignidad y relaciones de confianza con los miembros del personal. Resultados tan diferentes pueden ser debidos a la distintas circunstancias geográficas y culturales en las que se basa la atención en un servicio de urgencias. Los autores sostienen que el comportamiento agitado de los pacientes derivado de una enfermedad mental o la desinhibición por el uso de sustancias pueden dar lugar a una necesidad de atención que los saturados servicios de urgencias no son capaces de ofrecer. Esto se combina con sentimientos de empatía y compasión por parte del personal que se se ven abrumados por el miedo o la frustración ante agresiones verbales o físicas.

Los autores proponen que un sistema que aborde tanto los posibles daños al personal como la seguridad de los pacientes de manera conjunta permitiría a los profesionales de la salud tomar decisiones meditadas, sopesadas y basadas en evidencias para utilizar las contenciones físicas solo como un último recurso, lo que reduciría al mínimo las consecuencias negativas para los pacientes que deben cuidar.

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Wong A.H., Ray J.M., Rosenberg A., et al. (2020). Experiencias de personas a las que se inmovilizó físicamente en el servicio de urgencias. JAMA Network Open, 3(1):e1919381. DOI:10.1001/jamanetworkopen.2019.19381

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