Claro. Claro que te comprendo, familiar de personas diagnosticadas con un trastorno mental y que confiáis a ciegas en la psiquiatría imperante.

¿Cómo no voy a comprender la sensación de ver a una persona querida, atada a una cama y ni pensar en querer desatarla? ¿Cómo no voy a entender la imagen de esa persona querida, llevada forzada a una ambulancia y quedarme de brazos cruzados?

No es una carta atacándote, todo lo contrario. Solo descubro que somos iguales. Personas iguales, que entiende cómo otras personas se quedan impávidas ante escenas que parecen de película, y que ven varios brazos pidiendo ayuda en la puerta de un psiquiátrico, empujados hacia dentro por uniformes de varios colores. Allí, impávid@s. se cierra la puerta. Silencio. Suspiro. ¿Suspiro por la calma de quién?

Claro, claro que te entiendo. Y si en ese momento, alguien me hubiera hablado de “activismo en salud mental en primera persona”, me habría parecido lo más estrambótico del mundo. Y eso que ya tenía mis serias dudas con las prácticas de la psiquiatría oficial.

Claro que sé la paciencia que tuviste, llevando un pañuelo en la mano a todas horas, para limpiar las babas de esa persona querida. “Se lo provoca la medicación, fíjate”. E irte a dormir con la tranquilidad del servicio bien hecho.

Pero también comprendo a las personas que han dado un paso más y han dicho “basta”. Personas que han vivido, dentro y fuera de la puerta esas escenas y se han negado a que fueran lógicas. Personas que deciden dedicar el resto de sus vidas, a compartir esas vivencias y a buscar alternativas.

Ya lo he dicho en más de una ocasión: si a cualquier sector laboral, mucha gente le dice, que hay much@s usuari@s descontent@s y que buscan otra opción, al menos, se sentarían a pensar qué han hecho mal. Tamaña es la prepotencia de la psiquiatría, que cuenta con la verdad absoluta. Y que es@s profesionales se defiendan burlándose de esas interpretaciones, aún me parece medio normal, pero que lo hagan familiares de personas muertas en vida, o no tiene sentido o el egoísmo es más importante de lo que creemos para la humanidad.

Y es que, el activismo en salud mental en primera persona, solo defiende derechos humanos y es el más antisistema que conozco, porque lucha contra toda irracionalidad que hemos querido perpetuar siglo tras siglo. Una lucha sin tregua, 24 x 7, por parte de personas que ya no quieren ser atadas, ni encerradas, culpables de haber nacido. Personas que no quieren llevar vidas lamentables, sin alma, que fabrican muñequitos de plastilina, hacen excursiones y llevan un botiquín a cuestas.

Que esa es otra, ¿cómo permitimos que atiborren a nuestras personas queridas con química? Donde una pastilla que palia “A”, provoca “B”, “C” y “D” e insistimos en que da igual esas náuseas o mareos que padecen. “Pero si es por tu bien. Toma, bebe más agua”.

Ay si nos lo hicieran a nosotr@s. Pero claro, a nosotr@s no nos va a pasar, “son las otras personas las del gen chungo, las que al nacer ya venían con la tara”. Explicaciones que nos repetimos más de cien veces, para que se conviertan en una verdad. Aunque sospechemos que no es así, que hemos previsto que, cierta cadena de situaciones desfavorables, desembocarán más fácilmente en esa verdad.

Y entonces, me investigo a mí mismo y descubro que a mí me pasaría igual, o que me pasa igual, porque cuando sufro seguidas situaciones que me alteran de una manera u otra, tampoco sé por dónde voy a salir o cómo me va a brotar la respuesta. Y solo faltaría, que según la intensidad de ésta, viera a mis familiares relajad@s, mientras me atan y me encierran, con el veredicto puesto en forma de pijama azul.

Y digo que no te ataco, porque durante todo el escrito, he estado hablando de mí. De cómo fue mi comportamiento con una persona querida, “acusada de padecer un trastorno mental”, sabiendo que tod@s estamos a expensas de, en un momento dado, contestar de manera insospechada. Hablo de cómo el desconocimiento, por mucho cariño que haya, prolonga el dolor ajeno.

Pero ahora no, ahora ya me has leído, ya sabes que hay personas que te pueden aliviar el duro trabajo de familiar: tú, yo, ella… todas las personas, pues la herramienta de este activismo, no es más que el de empoderar.

Desde hace algunos años, hay muchos colectivos de este tipo por toda la geografía española y nacen de nuevos a cada poco. Asociaciones, grupos de apoyo mutuo, federaciones… No estás sol@.

No contestes ahora, piénsalo con calma, ¿de verdad prefieres ver la vida de esa persona querida como la de un zombie o quieres que sea libre y pueda decidir su vida lo mismo que tú?

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