Llevo años observando como cada vez es más difícil encontrar un trabajo con mi enfermedad mental, al principio luchaba, buscaba oportunidades, me enfadaba contra el sistema y guardaba la esperanza en que llegaría ese trabajo estable que me realizaría como persona y que me insertaría en la sociedad. Buscaba ayuda en asociaciones sin encontrar soluciones, no porque ellos no trabajasen lo suficiente sino porque no las hay para todos los que somos. Llegué a pensar que gracias a mí y a más gente como yo, el orientador laboral y los profesores de cursos de formación para el empleo tenían con qué justificar su trabajo remunerado. Me sentía como un instrumento para cobrar las subvenciones que beneficiaban a todos menos a mí.
En esas expectativas anhelaba mi independencia económica, autonomía y un rol más dinámico en la sociedad, un lugar donde estaría menos sola y poder matar el tiempo de mi existencia en algo productivo. Soñaba con un/a salvador/a que crease una empresa en la que pudiese tener cabida… ilusa.
Con el tiempo, mi único rol es ser consumidora: soy consumidora de fármacos, de servicios sociales, del supermercado y de todo aquello que necesito para subsistir. Siendo consumidora formo parte del sistema, no importa tu enfermedad mental ni el estado en el que te encuentres, sino si traes el dinero suficiente para pagar.
De vez en cuando te planteas, ¿qué será de mí cuando los ingresos de mis padres o de las ayudas sociales no existan? ¿Cuánta gente trabaja gracias a gente como yo? ¿Mi existencia es un gasto para la administración? ¿Mi existencia es un artículo de lujo?
Gracias a no tener una ocupación, tienes todo el tiempo del mundo para consumir, la agonía viene cuando observas que los ingresos escasean y que no hay perspectiva de mejora. Entonces empiezas a ser consciente que estás abocada a la pobreza llevando a cuestas tu enfermedad mental, las cuentas no salen, los ahorros se funden y estás a merced de los servicios sociales con todo el tiempo del mundo para pensar sin poder tener capacidad de reacción porque no hay oportunidades.
En la actualidad, yo veo el trabajo como un privilegio. Las nuevas tecnologías han sustituido puestos de trabajo y las empresas siempre emigran donde la mano de obra es más barata que en España, por lo que hay más competencia en el mercado laboral, siendo más complicada la inserción. La administración no puede costear a todo el mundo desempleado ni tampoco es capaz de generar empleo, ¿entonces dónde nos metemos? Nos quedamos en nuestras casas, pensando en cuándo surgirá nuestra oportunidad. Depende del momento, nos quejamos pidiendo soluciones a alguien que no nos las puede dar o nos resignamos porque no ofrecemos nuestras propias alternativas, al fin y al cabo, yo no estoy creando mi propia empresa.
Así que mientras pueda, yo seguiré ayudando al sistema como consumidora.
[Este texto nos llegó al correo [email protected] para ser publicado como aportación desde la experiencia en primera persona de la autora. La fotografía con que viene ilustrado ha sido elección nuestra, tiene licencia Creative Commons y pertenece a la galería de m f en Flickr]