Redifundimos este texto conscientes de que, como dice quien escribe, cada vez hay más personas que podemos expresar la necesidad de ser acompañadas en nuestras crisis fuera de los recursos establecidos desde el sistema psiquiátrico para ello, y también hay cada vez más personas queriendo ser un apoyo para sus vínculos cercanos cuando estos atraviesan momentos más críticos o de especial vulnerabilidad, y buscando herramientas para poder en efecto ser ese apoyo y sostén (sin verse sobrepasadas o caer en crisis a su vez en el intento de sostener otra crisis). Las maneras de hacerlo, como dice Ivelin en este texto, serán múltiples y diversas, lo que sirva a alguien no necesariamente servirá a otra persona, posiblemente hay cosas de este mismo texto que desde las personas actualmente en la Redacción de MIAH podríamos no compartir… pero compartimos desde luego la idea y necesidad de ampliar imaginarios, herramientas, estrategias, hasta ir perfilando las que nos sirvan a cada una, y es desde ahí que compartimos esta caja de herramientas que generosa y detalladamente escribió Ivelin Buenrostro para la web mexicana Hysteria, donde fue originalmente publicada. Ojalá pronto la segunda parte que anuncia al final, y ojalá lleguen a nuestro correo ([email protected]) también vuestras propias propuestas, estrategias, vivencias… para seguir sumando miradas y materiales prácticos que poder compartir aquí.


Con especial agradecimiento y amor al Partido Neurodivertido:
la Dom, KiKa, Selene, TriXia; a Mariana y Zaria por todas las
aportaciones hechas, y a Liz y Hegel por decir si era claro.

Esta caja de herramientas es una especie de “manual” desde mi propia experiencia como persona con un primer diagnóstico de depresión desde la adolescencia, y que ahora he ampliado al reconocerme dentro del espectro autista[1] y todo lo que ello conlleva. Así pues, no pretende ser una guía total, pues hay una serie de padecimientos o condiciones que no me afectan, por lo cual es necesario no tomarlo como única manera de apoyo hacia alguna persona que se encuentre en un cuadro depresivo o en crisis de ansiedad o alguna similar.

Lo he hecho porque me he encontrado con que hay cada vez más personas no sólo reconociendo sus condiciones mentales, o reconociéndose dentro de algún diagnóstico en torno a la salud mental, sino con que hay más personas dispuestas a acompañarnos o que externan su incapacidad de entender cómo apoyar. No obstante, el camino en ese acompañamiento es exhaustivo y difícil, tanto, que esas personas que nos acompañan suelen estar expuestas a su vez emocional y mentalmente debido a que no saben cómo apoyar o lidiar con nuestras crisis todo el tiempo. Necesitamos herramientas para que esas personas que nos cuidan o acompañan, se cuiden a su vez.

1. Sálvate tú I

Acompañar a una persona con algún “problema” psicológico o mental permanente o temporal, o alguna condición no neurotípica como el autismo, es siempre un “riesgo”. Sin embargo, siempre es un “riesgo” convivir con personas en general. Así que, seamos honestxs con nosotrxs mismos y seamos conscientes de qué tanto y hasta dónde podemos acompañar a alguien, sobre todo en un episodio o temporada de crisis. No obstante, si somos consideradxs con nuestro autocuidado, es mucho más fácil no arriesgarnos y saber cómo “no exponernos”. Digo “Sálvate tú”, no sólo porque es necesario tener consciencia del autocuidado, sino porque debemos ser conscientes que el acompañamiento no puede ser nunca una manera de pretender “salvar” a alguien. O “salvarnos” a través de alguien. Apoyar a alguien no tiene que ver con salvarle, sino con, justamente, acompañarle, hacerle saber que no está solx.

Para ello, he encontrado una herramienta muy sencilla, pero bastante honesta de lo que puede ser y se puede hacer en el acompañamiento: Saldremos de esta. Guía de salud mental para el entorno de la persona en crisis. Se trata de un muy breve manual para reconocer diversas situaciones que pueden requerir acompañamiento, cómo hacerlo, cómo platicarlo con las demás personas del entorno cercano e, incluso, cómo cuidarnos si somos acompañantes. Esto es muy importante, porque al tener interiorizada la cultura del cuidado como una forma de sacrificio, quienes acompañan olvidan recurrentemente cuidarse. Esta guía es importante porque da pautas para ello, a la vez que da herramientas para detectar hasta dónde podemos dar cuidados, la honestidad y reconocimiento de hasta dónde podemos apoyar, entre otras cosas muy bellas. (Para descargar el libro, da clic en la imagen o en el título azul de arriba).

2. Sálvate tú II

Muchas veces, tenemos tan asumido que las labores de cuidado se dan de manera natural, que olvidamos cuidarnos por cuidar. Si eres el principal apoyo de una persona con depresión, ansiedad o autismo, también necesitarás apoyo para sacar lo que puedas estar sintiendo. Lo ideal, por ejemplo, sería ir a terapia (bueno, eso sería ideal para todas las personas). Sin embargo, sabemos lo cara que suele ser, es un privilegio que muy pocas personas se pueden dar. Hay terapias a muy bajo costo, pero los trámites suelen ser complejos. Si por el momento te es imposible hacerlo, mínimamente amplía tu red de apoyo. ¿Quién de tu familia y amigos podría escucharte en una crisis propia? ¿Con quién puedes compartir los cuidados o el apoyo de esa persona a quien amas? ¿Puedes, por lo menos, desahogarte con alguien? ¿Cómo puedes crear estrategias para reconocer que puedes estar rebasadx, hartx, cansadx, sin que se te juzgue o se te haga sentir como el malo de la película?

Ojo. Si bien es importante que reconozcas tu cansancio o crisis propias, sé precavido en cómo las comunicas a la persona a la que acompañas. Generalmente no solemos tener el procesamiento emocional tan fortalecido como las personas neurotípicas o con óptima salud mental, y es importante que lo tengas en mente para que consideres que no siempre es prudente externar tu hartazgo a esa persona. Lo que para ti es fácil decir en tu derecho genuino de reconocer que estás cansadx, a la persona en crisis puede caerle como una bomba: ya carga con la culpa de no ser tan productiva como debiera, con saber que la estás pasando mal, como para que además le digas de forma brusca que en efecto la pasas mal. No se trata de que ocultes tus necesidades, sino de tener el tacto mínimos para decir las cosas. ¿Qué tal si en vez de decir: «estoy hartx, estoy agotadx, me cansa estar contigo, etc.», dices que necesitas salir a despejarte un poco? Sé que lo digo de forma muy sencilla, pero un comentario de desagrado puede incentivar crisis más duras porque muchas veces nos sentimos una carga. En algún momento a mi pareja yo le comentaba que no podía darle contención de lo que pasa conmigo. Y es verdad. No es que no reconozca su interés genuino de cuidarme, y que reconozca que se cansa al verme en crisis, pero tenemos suficientes problemas emocionales como para cargar uno más. Y no tiene que ver con que no nos importe quien nos acompaña. Por eso es necesario hacerse de herramientas externas, pues el disgusto que a ti te puede llevar 10 minutos externar y una hora olvidar, a la persona en crisis le puede llevar dos o tras días procesarlo. Es una realidad dura, pero cierta.

Las personas que deciden cuidar, suelen hacerlo sin pensarlo mucho, las más de las veces porque no les queda de otra. No obstante, aunque lo hagan con todo el amor del mundo, pueden llegar a sentirse hartas, fastidiadas, perdidas, sin saber qué hacer, devastadas, cansadas. Creo aquí es importante recordar el: no puedes salvar a esa persona, pero puedes acompañarla. Y tú, eres también una persona, no un robot de acero sin emociones. A veces querrás gritar o salir huyendo. Y para que eso no pase, y puedas seguir siendo la persona coherente que quieres, es preciso solicitar ayuda cuando lo requieras. Necesitamos ampliar la idea de cuidados, necesitamos ampliar las redes de apoyo. El cuidado debe ser lo más colectivo posible. Normalicemos el pedir ayuda.

3. Yo te creo

Debido a que la necesidad de gozar de una salud mental no está socializada, no solemos preocuparnos por lo que pasen emocional y mentalmente ni nosotros ni nuestras personas cercanas, respondemos al “¿cómo estás?” un “’¡muy bien!” en automático y sin chistar. Pero no siempre estamos bien. Y si estamos en un cuadro de depresión, ansiedad, angustia, en un proceso de duelo, etc., muchas veces no diremos que algo nos tiene tristes o desesperados, que algo nos incomoda.

Por otro lado, cuando llegamos a decirlo, nos arriesgamos a comentarios del tipo: “todo va a estar bien” (cuya carga no es precisamente negativa), hasta el: “no exageres, hay gente en peores condiciones”, o “es que eres muy intensx”. Hay una cuestión básica en el acompañamiento a personas en crisis y es: su dolor es válido. Su dolor, sea lo que sea, sea por lo que sea, es válido. Y hay que hacerle saber eso. Y hay que reconocer eso. Recuerdo una persona muy querida diciéndome que mi estar en el hoyo era una condición de actitud ante la vida. Y es muy mierda que te digan eso: levantarte de la cama puede ser tan difícil como intentar levantarte con 200 kg encima. Los músculos no responden, la voluntad no responde. No es necesario que le recuerdes a la persona que hay gente en “peores condiciones”, pues esa persona todos los días es casi seguro que sienta el remordimiento y la impotencia de no llevar una vida productiva.

Si tu intención es acompañar a alguien, pero sientes que “exagera” en lo que le hace sentir mal, calla ese pensamiento o, de no poder, vete. Es mejor así. Porque algo que muchas veces no comprendemos es que el dolor emocional o el dolor causado por una condición mental no neurotípica también nos incapacita. En mis peores momentos de depresión, simplemente deseaba la muerte, sólo quieres suicidarte para que el dolor pare, para que dejes de sentir esa emoción horrible que, por muy pasajera, se te inserta en el alma, en la mente y en la voluntad. Puedes ser incapaz de levantarte de la cama por semanas por un dolor así, de ducharte, de comer. Y es que hay que entender que un dolor de ese tipo, si bien puede empezar por un desorden emocional, tiene consecuencias fisiológicas en nuestro cerebro. Puedes investigar acerca de los procesos fisiológicos vinculados al duelo o la depresión y verás que no “todo está en la mente”, en abstracto, así, como en una nube ajena. Hay procesos complejos en el cerebro y en todo nuestro organismo que necesitan más que fuerza de voluntad de la persona deprimida o con ansiedad; a veces requieren un poquito de ayuda química para empezar a regular de nuevo sus procesos y “volver a la vida”. Mientras eso pasa, y si tienes ánimo, tú puedes acompañar a esa persona.

4. Lo más básico puede ser un apoyo tremendo

Una de las principales cuestiones para acompañar a las personas en crisis es ayudar a acercarle lo más básico para sobrevivir. En principio, acompañarle ya sea físicamente o de forma virtual, puede ser una gran ayuda. Recuerdo que en mis crisis más fuertes, uno de mis apoyos fue un amigo que me preguntaba todos los días cómo estaba. Yo estaba mal en general, pero de alguna manera agradecí que esa irrupción momentánea en mi vida, me recordara al mundo exterior y no me permitiera seguir cayendo en el hoyo profundo de la introspección y el ensimismamiento.

Con otra amistad tuve la confianza de pedir apoyo para salir a comer, pues la depresión y los ataques de pánico, no me permitían ni acercarme a la puerta. De alguna manera empecé a tener la conciencia de que, si no solicitaba ese apoyo, no comería en tres o cuatro días más. Mi amistad iba cuando le era posible, me hacía salir de la casa y me acompañaba a comer. Yo, apenada, le solicitaba que no me hiciera preguntas de ningún tipo, a lo cual accedía sin problema. Después, era yo la que acababa hablando de lo mal que me sentía, me regresaba a mi casa y listo. Tuve más personas lindas que me acompañaron, pero estas son el ejemplo puntual de que algo muy sencillo puede ser vital para fortalecernos.

Hay detalles muy pequeños que podemos hacer con esas personas que pasan por una crisis crónica, y es recordarles que no están solas a pesar de todo. Saber que alguien está ahí al pendiente, hace que no perdamos el contacto con “la realidad” todo el tiempo. Y eso es muchísmo.

Cuando tengas la idea de algo que pueda ayudar a la persona, es mejor que le preguntes si puedes o no puedes hacer lo que piensas. Por ejemplo, hay veces que al ver una persona en crisis y llorando, lo primero que queremos es abrazarle muy fuerte. Pero cuidado, eso puede ser contraproducente para determinada gente. Muchas veces es mejor preguntarle si puedes hacerlo, o simplemente decirle que estarás a su lado por si necesita algo. Es difícil entender que no siempre lo mejor es intentar dar palabras de consuelo sino simplemente estar ahí y no irse. Y, aunque no siempre la persona en crisis sabrá qué es lo que necesita, es probable que si le preguntas, pueda responderte, o le ayudes a activar ese mecanismo que permita que empiece a buscar en sí misma para poder responder. Es como ayudarle a entender sus propias emociones y necesidades.

Otra cuestión básica es revisar cuáles son las condiciones de la persona. Muchas crisis pueden disminuir notablemente con un vaso de agua (deshidratación) o con un poco de descanso. Y, si bien todo eso es relativo, no está de más indagar si la persona ha tenido las cosas más básicas de supervivencia a su alcance, o si por ejemplo ha tenido un cambio brusco en su rutina. Cuestiones tan básicas y en apariencia obvias (comer, orinar, beber agua) pueden ser muy difíciles de procurar o entender en personas que, por ejemplo, pasen por un cuadro depresivo fuerte. Eso también puede ayudar para personas con una crisis de ansiedad, procurar recordarle principios muy básicos de “automantenimiento”. Dejo acá una tablita que me encontré en internet, y creo que es una guía muy buena para incluso imprimirla y tenerla a la mano siempre. En ella hay cuestiones básicas para considerar en caso de que la persona esté a punto de tirar la toalla. Ojo: todo lo que comparto acá está a discusión, y no a todas las personas les funciona lo mismo. Sin embargo, lo que comparto puede ser el punto de partida para empezar a entender que todo, absolutamente todo puede ser de vital importancia. Y que podemos hacer las tablitas propias que se vayan adecuando a las necesidades de nuestra persona querida.

5. Lo más básico puede ser un apoyo tremendo II

Cuando hay una persona en crisis severa, puede llegar a un punto en que su voluntad se vea comprometida, con lo cual, su salud física y bienestar general está en riesgo. Cuestiones tan básicas como lavarse los dientes, asearse, comer, respirar profundo, levantarse de la cama, pueden ser tareas tremendamente difíciles de realizar. Incluso si está de pie, un momento de confusión mental puede hacer que las tareas cotidianas más sencillas no puedan ser realizadas con facilidad. Para apoyar en ello, hay cosas muy básicas en las que puedes apoyar:

  1. Acercarle un termo con agua a su cama, en general, tenerle a la mano agua para facilitar su hidratación.
  2. Llevarle alimentos de fácil consumo pero que sean duraderos, como ciertas frutas y semillas.
  3. Alentarlo a comer o, de ser posible, hacerle salir de su cama y de su casa, de forma amorosa, con mucho cuidado y preguntando por sus deseos.
  4. Apoyarle en alguna tarea. Hay personas que a su vez tienen el cuidado de otras personas y pueden estar en crisis (por ejemplo, una amiga que esté maternando y se sienta rebasada por las labores domésticas y de cuidados). Puedes apoyarla preguntando qué es lo que más le preocupa y ayudarla a realizar esa labor. Incluso algo tan simple como lavar trastes puede ser de gran apoyo. Otro ejemplo puede ser apoyándole en alguna cuestión laboral. Me acaba de pasar que, por ejemplo, era incapaz de hacer algo tan fácil como copiar y pegar un texto para publicarlo. Mi pareja me apoyó a hacerlo y con eso abrió un mundo de posibilidades para volver a comprender de qué manera realizarlo yo sola. Parece una estupidez, pero no lo es. Pequeños detalles que parecen insignificantes pueden ser vitales en estos momentos, y al no estar acostumbradxs a aceptar la propia vulnerabilidad muchas veces somos incapaces de pedir ayuda por vergüenza o, simplemente, porque la mente no da para reconocer qué necesitamos. Es por eso que es mejor preguntar a la persona qué podemos hacer por ella en vez de hacerlo sin más, pues decidir por ellas puede ser invasivo y hasta violento. Apelemos a preguntar para que tengan el ímpetu de reconocer qué requieren y qué es importante para ellxs. Eso puede ser fundamental incluso para ejercitar su autoconocimiento. Ser funcional puede ser un proceso muy complejo.
  5. No perder el contacto. Como comentaba arriba, muchas veces una simple llamada o mensaje preguntando ¿cómo estás? puede ser fundamental para que la persona siga teniendo vínculo con el mundo exterior. No perderla de vista puede ser muy benéfico, incluso si te contactas solamente por unos minutos.

Por ahora es todo. Pronto la segunda parte sobre acompañamiento en crisis de ansiedad y cómo fortalecer el entendimiento de lo que le sucede a una persona en un colapso emocional o sensorial.

[1] Condición del Espectro Autista (CEA) 1, considerarlo al leer esta caja de herramientas.

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