Había una vez un lugar en el que, al nacer, cortaban las piernas a la gente. Pero luego la gente crecía y grandes empresas dedicadas a la salud vendían una terapia novedosa y cara: la piernaterapia. Consistía en dar piernas a la gente para que pudiera ir a trabajar más rápido. Si insistían, podían usarlas a veces para el ocio, pero solo si tal divertimento consistía en un parche vital para seguir soportando el día a día de la productividad. La piernaterapia era genial, todo el mundo estaba contento (siempre que pudiera pagarla) y era considerada el invento del siglo. De hecho, la gente estaba tan ocupada agradeciendo al gobierno el invento de la piernaterapia que olvidaban que era el mismo gobierno el que cortaba sus piernas al nacer.
El sistema educativo de la mayor parte del planeta es el encargado de cortar la creatividad y facilidad de las y los peques para expresarse con el lenguaje artístico y visual. Se da más importancia al lenguaje verbal, racional y temporal, dejando de lado nuestra modalidad subjetiva, intuitiva, relacional, visual y atemporal. Y esto no es casualidad. María Acaso, en su libro La educación artística no son manualidades (Ed. Catarata, 2009), defiende que hay una estrategia detrás de todo esto. Esa parte olvidada es la que nos hace conectar con nuestro cuerpo, experimentar sensaciones, expresarlas y, sobre todo, al desarrollar el lenguaje visual, ser críticas con el mismo (por ejemplo, reaccionando a la cantidad de anuncios visuales que pueblan nuestro espacio público y nos provocan necesidad de consumo al estar totalmente indefensas ante ellos).
Se podría decir, por lo tanto, que hay ciertos intereses en que no seamos críticas con las imágenes en un contexto de consumo acelerado, no sepamos comprender nuestro cuerpo y no tengamos herramientas para expresar todo ese nudo complejo que tenemos dentro en esta realidad de prisa y precariedad.
¿Y qué pasa con el arteterapia?
Pues que no viene con intención de arreglar este problema y devolverte tus herramientas creativas. El arteterapia es un producto de consumo que viene a parchear esa necesidad mediante ejercicios guiados y, generalmente, orientados a legitimar tal ausencia. Es decir, no te da tus herramientas de expresión pero te las alquila durante dos horas para que pintes los huecos de un mandala, sin salirte, logrando que desconectes un rato y puedas volver a tu vida normal algo más desestresada y, por lo tanto, productiva. Que sí, que el arteterapia no es sólo pintar mandalas, que hay másters, que desestresa, que permite expresar emociones complicadas y ayuda en ejercicios de movilidad… pero eso ya lo hacíamos de peques antes de que nos quitasen tal capacidad y, además, de forma libre y adaptada a nuestro cuerpo en vez de pagando y satisfaciendo las necesidades que alguien piensa que tenemos de cara a reinsertar nuestros cuerpos en una normalidad impuesta.
La piñaterapia es buena también. Y la atardecerterapia. Por no hablar de la playaterapia.
No necesitamos un producto de consumo que nos tape las heridas con parches bonitos y de felicidad, no necesitamos una creatividad guiada a reinsertarnos, necesitamos nuestra capacidad expresiva, nuestra subjetividad compleja, nuestra conexión con nosotras y con la mano que plasma interiores en letras, trazos y objetos sin lógica. Necesitamos poder sentir y expresarnos para saber qué es lo que no funciona, ser críticas… recuperar la capacidad de saber qué es lo que no nos gusta para así elegir la manera de cambiarlo.
Sé que hay gente que se sale de tal camino y sí que intenta devolver dichas herramientas expresivas a las personas. Gente formada en diversos campos que juega a desandar el camino y hace de mediadora para la recuperación del lenguaje visual y expresivo. También sé que hay gente que necesita cierto acompañamiento para volver a disponer de esas herramientas. Pero discrepo en que eso pueda nombrarse bajo el paraguas de la arteterapia, sino más bien por el de la facilitación. Todo lo que termine en -terapia actúa bajo unas lógicas de subordinación que divide a las personas en enfermas y terapeutas, gente necesitada guiada por gente formada hacia el camino de la reinserción mediante lo que cree que necesitamos. Reinserción a un sistema que ya nos arrebató esas herramientas y que pretende que la herida de su ausencia quede oculta con dibujos bonitos y asépticos. Reinserción por un camino guiado y plagado de herramientas ideológicas que no nos devuelve la libertad sino que mata los restos que de la misma pudiéramos conservar.
Por ello, reivindico el camino de las facilitadoras y mediadoras que hacen por devolver toda capacidad expresiva, intuitiva, emocional y visual a quien debe pertenecer. De forma horizontal: de igual a igual. Nunca será una terapia, más bien una cesión de un poder que algunas hemos logrado conservar y que debe ser de todas. Sin intención de reinsertar. Sin intención de guiar y cuidar. Simplemente devolver el uso y disfrute legítimo para que las personas lo usen como su cuerpo les pida.
Este artículo fue originalmente publicado en la web de la autora, y lo reproducimos en Mad in America Hispanohablante con su permiso (las destacadas en negrita han sido añadidos de la Redacción de MIAH). Además, en estas semanas de confinamiento por el COVID-19, María Solana Rubio lleva compartiendo desde sus redes sociales sus ilustraciones críticas con varios de los aspectos que estamos viviendo: el lenguaje bélico asociado a combatir el virus, la vigilancia vecinal contrapuesta a las redes de apoyo, los cuidados en red que estamos generando unos y otras… Compartimos aquí también varias de esas ilustraciones que están siendo esperanza y calma para algunas de nosotras, y os animamos a conocer su página web y sus redes sociales:
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