El lema «Derecho a ser libre, derecho a ser yo, apunta a dos cuestiones centrales que en pleno siglo XXI aún se nos niegan, de modo directo o indirecto, a las personas con experiencias de sufrimiento psicosocial, esto que desde miradas ajenas e ignorantes se empeñan en llamar enfermedades mentales; se nos niega la libertad por protocolo e incluso por ley, contra leyes superiores como la Constitución o los tratados internacionales, como la Convención de Derechos de Personas con Discapacidad que nos ampara. Se nos niega incluso la propia identidad, en base a esos estigmas que dan forma al cuerdismo, el conjunto de creencias, actitudes y comportamientos con que se estereotipa, se prejuzga, se discrimina y se agrede a quienes padecemos diagnósticos psiquiátricos o somos tachados de locos, desde una presunción de superioridad cuerda. Exactamente igual que ocurre con el machismo o el racismo, pero sin que nadie sea consciente de ello, ni de hasta qué punto esa es la verdadera enfermedad que condiciona por completo nuestras vidas».

Así declara el manifiesto elaborado desde la Asociación Hierbabuena para el Orgullo Loco en este año 2019, que se celebra por segunda vez a nivel estatal. En esta ocasión no se ha realizado una convocatoria para un solo día a nivel de todo el estado, como se hizo el año pasado, sino que desde los diferentes lugares se han elegido varias fechas: así el 19 de mayo hubo celebraciones en ciudades como Pamplona, Sevilla, Barcelona o Alicante.

Hoy, 1 de junio, también se ha realizado una concentración en Oviedo, mientras que en Madrid se ha convocado una concentración a las 18:00 h en la plaza del Museo Reina Sofía, para «manifestar públicamente tanto la necesidad de otra concepción de la locura como la exigencia de exponer nuestras reivindicaciones», que compartimos a continuación:

  1. Reivindicamos el cumplimiento de los Derechos Humanos, ​los Derechos fundamentales de la Unión Europea y los Derechos constitucionales del Estado español que se vulneran en la práctica psiquiátrica: los ingresos involuntarios, las contenciones mecánicas, la medicación forzosa, los aislamientos y la sobremedicación.
  2. Reivindicamos el fin de un modelo biologicista que presupone daños orgánicos (físicos) sin pruebas científicas, que beneficia sobre todo a la industria farmacéutica y que condena a las personas a la cronificación, además de provocarles efectos secundarios.
  3. Reivindicamos que la salud mental sea una prioridad política​, porque las consecuencias de las condiciones materiales, producto de un sistema capitalista, se patologizan, y así se medica el estrés laboral en vez de mejorar las condiciones de trabajo. A este respecto es necesario reforzar la idea (Informe Relator Especial de la ONU de 2017) de que “Las crisis de salud mental no deberían gestionarse como crisis de los trastornos individuales, sino cómo crisis de los obstáculos sociales que impiden el ejercicio de los derechos individuales. Las políticas de salud mental deberían abordar los “desequilibrios de poder” en lugar de los “desequilibrios químicos”.
  4. Reivindicamos la recuperación de la legitimidad de la que somos privadas las personas psiquiatrizadas por lo que el propio diagnóstico implica: el derecho a decidir el propio tratamiento, aceptar o rechazar la medicación, el ingreso involuntario o incluso el ser tutelado.
  5. Reivindicamos que se apruebe una Ley de Salud Mental como necesaria para la constitución de un marco legal que garantice el cumplimiento de los derechos de las personas con problemas de salud mental.
  6. Denunciamos la doble opresión que sufrimos las mujeres psiquiatrizadas por ser mujeres y locas. Denunciamos los continuos abusos sexuales dentro del sistema de salud mental, que quedan impunes por la falta de legitimidad que tenemos debido a nuestras etiquetas. Reiteramos que las mujeres psiquiatrizadas somos más vulnerables de sufrir violencia machista y que recibimos un trato distinto cuando pedimos ayuda contra el maltrato.
  7. Denunciamos que el racismo tanto institucional como social potencia el maltrato, el aislamiento y el malestar personal​. Hace más propensos a ingresar en hospitales psiquiátricos a los emigrantes que a los autóctonos, en lo que a proporción de población se refiere.
  8. Denunciamos que se patologice nuestra orientación sexual e identidad o expresión de género​, y que la Iglesia realice supuestas terapias de conversión que pretenden cambiarlas. A su vez desde el colectivo trans reivindicamos el derecho a la libre determinación de la identidad de género y la eliminación de toda forma de patologización.
  9. Denunciamos la asociación que mantienen los medios de comunicación entre peligrosidad y violencia y “enfermedad mental”​. Dicha asociación permite justificar las coerciones en la práctica psiquiátrica.
  10. Reivindicamos el empoderamiento de las personas psiquiatrizadas y supervivientes de la psiquiatría, Además de nuestra politización para poder luchar por el derecho de vivir sin opresión, redefiniendo el concepto de locura y exigiendo justicia y reparación por el trato recibido por el sistema psiquiátrico.
  11. Denunciamos un sistema capacitista que nos segrega en función de nuestras capacidades, en el que no se cumplen los derechos de las personas con diversidad funcional y que nos hace proclives a sufrir problemas de salud mental.
  12. Denunciamos que el 84% de las personas psiquiatrizadas nos encontramos en situación de desempleo, lo que nos lleva a la pobreza y exclusión. A su vez las pensiones que algunas de nosotras recibimos por nuestra condición son insuficientes obligándonos a depender de nuestras familias.
  13. Denunciamos la patologización de la infancia y la adolescencia y su consecuente psiquiatrización.
  14. Reivindicamos que las personas psiquiatrizadas que hemos sido desahuciadas por el sistema, consideradas irreversibles, tuteladas y recluidas en centros desde hace décadas, tengamos la oportunidad de volver a tener el control y nuestros derechos en todos los ámbitos de nuestras vidas y recibamos un trato digno. Por lo cual exigimos que las tutelas no sean unas medidas permanentes, sino que por el contrario sean medidas revisables y se implementen procesos ágiles de recapacitación que hagan posible la recuperación de nuestra libertad de elección y de existencia.

¡Que viva el Orgullo Loco!

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