Están siendo días difíciles para todas y es seguro que los próximos que vienen lo seguirán siendo. Es desde esta realidad que estamos viviendo, la pandemia mundial por el coronavirus (COVID-19) y las medidas de confinamientos social, desde la que quiero compartir mi experiencia por, si de alguna manera, esta pudiera ayudar a otras personas.

Soy una persona dada a tener creencias inusuales, esto es, creencias que no son compartidas por mi entorno, por la gente que me rodea, pero que para mí son muy reales cuando las estoy teniendo. A algunas, pasado el tiempo, puedo ponerles algo de distancia y llegar a cuestionarlas. De otras, puedo incluso llegar reírme sanamente. Pero en el mismo momento en que las estoy teniendo son tan reales que puedo llegar a entrar, literalmente, en pánico.

Estas creencias están relacionadas en general con creer que me estoy envenenando, o que algo que he tomado me está dando alergia, o que algo que he tomado me está haciendo reacción con otra cosa que he tomado antes (por ejemplo al mezclar medicamentos que puedo tomar por distintas causas) y me voy a morir en cuestión de minutos. Como os podéis imaginar, cuando esto ocurre, son momentos de extrema angustia para mí.

Con el tiempo he podido darme cuenta de que estas experiencias se me disparan en momentos muy concretos. Y que además guardan relación directa con situaciones que he vivido y que fueron traumáticas para mí. Digo que esas situaciones fueron “traumáticas” en el sentido de que superaron con mucho mi capacidad de afrontarlas psíquica y emocionalmente. Por tanto mis creencias inusuales nada tienen que ver con que mis neurotransmisores no funcionen correctamente por algún tipo de desequilibrio químico o por algún tipo de tara que me ha tocado heredar genéticamente, si no con situaciones que de alguna manera me recuerdan a aquello tan angustiante y doloroso que viví.

En relación a los contextos en los que se me disparan: momentos de mucha incertidumbre vital, como por ejemplo, lo que estamos viviendo estos días. Circunstancias que los acrecientan: no atender al miedo real y que es absolutamente sensato que sienta en relación a lo que está sucediendo y el no dormir. Otro factor importante que me afecta: mis creencias inusuales y el miedo que me provocan van aumentando en intensidad según va avanzando la tarde hasta que por la noche ya llegan a su máxima intensidad (esto último también tiene su sentido, estas experiencias traumáticas ocurrieron de noche).

Todo esto que acabo de diseccionar para facilitar su comprensión cuando sucede se va entremezclando y retroalimentando hasta que en algunas ocasiones el caos se apodera de mí y ya no sé distinguir si el miedo que siento es proporcional o no a lo que está ocurriendo y mis pensamientos, mis emociones y mi cuerpo reaccionan como si estuviera realmente en una situación entre la vida y la muerte.

Explico todo esto a modo de introducción porque una de las cosas que más me ayuda a mantener a raya mis creencias inusuales es entender que todo lo que me pasa tiene un sentido y habla de mi vida. De lo que me sucedió en un pasado y de lo que me está ocurriendo en el presente. Cuando aparecen son como una especie de alarma que me advierte de que debo atender algo que está sucediendo en mi vida en estos momentos. Y siempre, en mi caso, mis creencias inusuales me hablan de miedo.

Dicho todo esto, quiero compartir algunas cosas que estoy haciendo para afrontar y mantener a raya esas creencias que me generan tanto sufrimiento psíquico en estos días difíciles. El objetivo de hacerlo no es proporcionar recetas mágicas a nadie (entre otras cosas porque no existen), sino que estos ejemplos, que son absolutamente personales, puedan servir de inspiración para que cada una encuentre los suyos propios: ya sea copiando algunos, adaptando otros o directamente inventando nuevas maneras. Cada una tiene que ver qué es lo que le sirve y lo que no. No olvidemos que lo que a una persona le causa calma igual a otra le puede generar malestar, o simplemente, no le sirva absolutamente para nada. Así que, desde mi más absoluta humildad, paso a compartir el listado que he ido elaborando:

Rutinas diarias:

Me ayudan no sólo a ir manteniendo un equilibrio razonable a nivel físico y psíquico. Además, me ayudan a sentir una mayor sensación de control y seguridad a lo largo del día.

  • Lo primero del día es pensar cómo lo voy a organizar: qué tiempo voy a emplear hoy para el trabajo de casa (limpiar, cocinar…), para los otros trabajos (o el estudio o el activismo…), el autocuidado (ejercicio físico, meditación…) y el descanso (verme una peli, leer una novela…). Más o menos, sin ponerme rígida, pero cumpliendo el dedicarle un rato a cada una de estas cosas todos los días.
  • Realizar rutinas saludables: hacer sí o sí tres comidas al día y mantener más o menos los mismos horarios para hacerlas, además de comer lo más saludablemente posible y evitar comer muchas porquerías o cosas con mucho azúcar. Hacer un ratito de ejercicio todos los días, un mínimo de 15 minutos (yoga o bici estática), y de meditación, aunque tan solo sean 5 minutos. Si hago más mejor, pero prefiero ponerme un mínimo razonable como para poder cumplirlo todos los días. Mantener una higiene del sueño poniéndome horarios para ir a dormir y para levantarme, asegurándome de intentar descansar las suficientes horas. Y también, rutinas de higiene personal que me hagan sentir limpia y bien conmigo misma y mi cuerpo (ducharme todos los días, lavarme siempre los dientes después de comer…)
Sueño:

Cuidar esto para mí es fundamental porque, como he explicado antes, si no duermo, las creencias inusuales se me disparan. Y además, por la noche es cuando más me aparecen y peor lo paso.

  • Un par de horas antes de irme a dormir, no mirar mensajes de whatsapp, ni correos, ni noticias… También intento no tener conversaciones serias, o ver pelis o series o leer cosas que estimulen mi pensamiento, sino que me ayuden a desconectar.
  • Dormir sola. Tengo pareja pero estos días dormimos separados, me ayuda a descansar el hacerlo sola. Además si por lo que sea me desvelo me es más fácil volverme a dormir sin tener la presión de que igual le estoy molestando al estar dando vueltas en la cama.
  • Si no puedo dormir, me dejo descansar. Lo hago acostada con la luz apagada o si la cabeza me va muy rápido me pongo de fondo alguna película o documental para que el pensamiento se me vaya hacia lo que dicen y no hacia a mis propios pensamientos. Después de un rato suelo conseguir dormirme. Si esto sucede una noche o dos lo hago así. Pero si la cosa se extiende más, el tercer día me tomo antes de acostarme alguna droga psiquiátrica que me ayude a conciliar el sueño y al día siguiente me dejo dormir hasta que me despierte.
Sentir más el cuerpo:

En general, el ejercicio físico (yoga, estiramientos…), la meditación (centrando la atención de la respiración en observar como el aire entra y sale de mi cuerpo) y la estimulación de los sentidos (en especial, para mí, el olfato y el tacto) me ayuda a bajar la cantidad y la intensidad de las creencias inusuales, y también la sensación de sentirme fuera de mi cuerpo.

  • Darme un baño o una ducha relajante. Mejor con alguna vela con olor, incienso o algún aceite esencial.
  • Movimiento espontáneo. Me pongo en una habitación donde esté sola, pongo música y me muevo tal y como me lo pide el cuerpo. No intentando bailar bien. Simplemente, pongo atención a qué movimientos le son más placenteros a mi cuerpo. No es lo habitual, pero a veces, al hacerlo, me viene alguna emoción. Si sucede la dejo estar, no la evito, aunque no sea una que me sea agradable, respirando se pasa y después siempre me llega descanso y alivio.
  • Por la noche me pongo una o dos gotas de aceite esencial que me guste en la almohada. Como el olor me es agradable, el olerlo me calma y me ayuda a dormir.
  • Encender un incienso y tumbarme cómodamente a respirar centrando mi atención en el olor y en buscar el descanso de mi cuerpo. No trato de meditar, sino de ir buscando una postura en la que me pueda ir relajando y respirar profundamente.
  • Cuando siento miedo, no evitarlo, si no darle espacio. Aunque parezca mentira no siempre me es fácil darme cuenta de que estoy sintiendo miedo. Así que, cuando esto sucede, trato de dejar conscientemente que se exprese. Hay dos maneras en las que lo hago: una es dejándome temblar. Me paro en posición de arraigamiento (pies separados a la anchura de las caderas, piernas ligeramente flexionadas, dejo sueltos los brazos a ambos lados del tronco, la cabeza mirando al frente) y dejo que el temblor suceda hasta que se pase. La otra es llorando. Para esto, me voy a un lugar donde pueda hacerlo el tiempo que lo necesite.
  • Salir a la ventana o a la terraza a sentir el aire en la cara. Cierro los ojos y ahí me quedo un ratito.
Evitar que el pensamiento y las ideas catastróficas se me desboquen:

Para ello es importante que controle lo máximo posible la cantidad de estímulos que me llegan y hacer cosas que me ayuden a desconectar y a descansar de todo lo que está sucediendo.

  • Controlar el flujo de información sobre lo que está sucediendo. En la televisión pongo sólo las noticias, preferiblemente al mediodía. Aparte de esto, que me mantiene un poco al día de la situación, intento no atender a mucho más sobre el tema a no ser que sea algo que realmente necesite saber.
  • No estar pegada al teléfono todo el día. Me he limitado el uso de uso de whatsapp a tan sólo un par de veces al día. Preferiblemente de forma individual. Los grupos de whatsapp apenas los miro por encima. Y ya no entro en enlaces a no ser que me proporcionen información útil, que le pongan un poco de humor al asunto (poder reírme un poco también me ayuda) o que aporten cosas que no tengan que ver con lo que está ocurriendo.
  • Atender únicamente a información contrastada. Salirme de los grupos de whatsapp donde no se respete esto.
  • Leer y/o ver series o películas que no tengan nada que ver con la realidad, o que me infundan fuerza y coraje.
  • Evitar pensar en lo que podía o no haber hecho: Lo que pasó, pasó. Hice lo que hice con la información que tenía en ese momento, o con las posibilidades que tenía en ese momento. Pensar que con lo que sé ahora o con las posibilidades que tengo ahora podía haber hecho algo distinto en el pasado es hacer trampa. Sabiendo las cartas que van a venir se gana siempre. Por tanto, intento ser justa y compasiva conmigo misma.
  • Trato de poner en suspensión todos los pensamientos catastróficos que me vienen por la noche; si al día siguiente, de día, lo pienso igual, ya veo qué hacer.
  • Dejar de pensar en mí, en lo que me está pasando a mí, en mi angustia, en el miedo que me da que le pase algo a la gente que quiero, en el futuro… Centrarme en el presente y pensar en maneras de poder contribuir, de aportar a la comunidad, como por ejemplo haciendo este listado.
Aumentar la sensación de conexión con otras personas y el sentimiento de seguridad:

El objetivo es para mí el lograr sentirme lo suficientemente segura. No tanto el buscar lo que me va a hacer estar segura al cien por cien, porque eso no existe. La vida conlleva cierto grado de incertidumbre y de riesgo que es inherente a ella. Por otro lado, el sentirme conectada con la gente que amo, aunque a veces sea tan sólo de forma simbólica, refuerza también mi sensación de sentirme más a salvo.

  • Limpiar sin caer en la obsesión. Si me pongo compulsivamente a ello me agoto y además nunca va a ser suficiente. Y si no me pongo en serio a ello, me rallo porque igual no estoy haciendo algo que podría estar en mi mano para mantenernos a salvo. Así que me he puesto unos mínimos “razonables” que cumplo todos los días.
  • Buscar principio de realidad cuando tenga dudas de si el miedo que tengo es “razonable” o no. Preguntarle a una persona en quien confío si eso que estoy pensando y que me está causando temor y/o angustia lo ve como yo o no. En mi caso es mejor que lo haga por el día, ya que de noche puede que, por mucho que confíe en ella, sus palabras no me sirvan. Necesito agarrarme a ellas antes de estar ya metida en bucle.
  • Crear un grupo de whatsapp con la gente cercana únicamente para facilitar la comunicación entre nosotras (el aislamiento la dificulta y da la posibilidad de que se den “teléfonos escacharrados”) y poder hacer frente juntas a necesidades que puedan ir surgiendo.
  • Encender una vela. No soy en absoluto creyente. De hecho desde que hice la confirmación vengo siendo atea. Pero soy de ascendencia gallega, no creo en las meigas, aunque haberlas hailas. El caso es que me calma encender una vela y pensar al hacerlo en la gente que amo. Me ayuda a sentirme conectada a ellos por algún hilo invisible en estos momentos en los que me encuentro tan separada y lejos de ellas.
  • Usar tapones para dormir. No los uso normalmente, pero estos días he descubierto que la sensación de aislamiento que me proporciona el tenerlos puestos me hace sentir como en una especie de burbuja y me ayuda a sentirme a salvo.

Os animo desde aquí a que hagáis vuestras propias listas y las compartáis, que socialicéis vuestros conocimientos. Las personas que sufrimos psíquicamente hemos pasado por situaciones muy difíciles en nuestras vidas, y si hemos sobrevivido a ello y de hecho seguimos haciéndolo día a día es que tenemos más herramientas de las que muchas veces nos pensamos. Nosotras somos las verdaderas expertas. Nosotras vivimos las experiencias en nuestras propias carnes y sabemos qué es lo que nos ayuda y lo que no nos ayuda en absoluto.

Pongámoslo en común.

Salud y fuerza.


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