Texto originariamente publicado en Mad In America (6 de mayo de 2017)

 

Esta mañana a través de una alerta de Google encontré un artículo del Medical News Today que recoge las conclusiones de un nuevo metanálisis que examina los resultados del uso de medicación antipsicótica a largo plazo. “Lieberman y su equipo, teniendo en cuenta ensayos clínicos y datos neurocientíficos, han hallado que los beneficios terapéuticos de los medicamentos antipsicóticos superan ampliamente sus efectos adversos». La periodista, Ana Sandoiu, citando a Lieberman, afirma que «cualquiera que ponga en duda esta conclusión debe hablar con personas cuyos síntomas se aliviaron con el tratamiento y literalmente han vuelto a vivir».

 

En la investigación para mi doctorado hablé con 144 personas que tomaban o habían tomado antipsicóticos y un tercio de ellas me dio ese tipo de descripción. Otro tercio dijo justo lo contrario, y los oigo gritar pidiendo que comparta su versión de la historia.

 

No hay cita o enlace web al articulo original por lo que resulta difícil verificar si la interpretación de Sandoiu de los resultados o el uso de las citas coincide con la intención de los investigadores. Pero pude arreglármelas para encontrar el resumen (Goff, Falkai, Fleischhacker, et al, 2017, en prensa) (1), en donde se afirma: «Se encontraron pocas pruebas a favor de un efecto negativo sobre los resultados a largo plazo del tratamiento antipsicótico inicial o del de mantenimiento comparándolos con la suspensión del tratamiento. Los ensayos controlados aleatorios apoyan firmemente la eficacia de los antipsicóticos para el tratamiento agudo de la psicosis y la prevención de la recaída».

 

En realidad esto no indica que encontrasen que los beneficios superaban los perjuicios. Indica que no encontraron un efecto negativo a largo plazo. Muestra que se encontró un efecto positivo en la reducción de los síntomas a corto plazo. La afirmación central puede dar la impresión de que se trata de una deducción obvia, pero no hay que suponer que la significación estadística se traduce siempre en significación individual, y además hay otras medidas relevantes para la recuperación que faltan en el análisis, por lo que el proceso de ponderación es defectuoso. Las sutilezas se perdieron en la traducción. En su lugar, se nos ofrece una imagen demasiado simplificada como si fuera la verdad absoluta, una que deja en total oscuridad la variabilidad individual y acalla las perspectivas de quienes informan de los efectos negativos –las mismas personas que tienden a abandonar los ensayos clínicos y se pierden en el seguimiento a largo plazo.

 

En este meta-análisis no se ha tenido en cuenta en modo alguno las perspectivas de las personas que toman medicamentos antipsicóticos. Tampoco la posibilidad de que fueran factores psicosociales no tenidos en cuenta los que explicaran la variación de los resultados observados en estos estudios. Las personas que toman medicamentos antipsicóticos no se pasan la vida sentados  en el vacío recibiendo de forma pasiva estímulos provenientes de su química cerebral. El apoyo social, el estilo de afrontamiento, las actividades ocupacionales y los factores estresantes situacionales son tan relevantes para los resultados de las personas que toman antipsicóticos como para cualquier otro grupo de personas. Si la investigación no controló estos factores, y en su mayor parte no lo hace, no hay manera de que podamos afirmar con fiabilidad que los beneficios de los antipsicóticos superan siempre sus perjuicios. Por lo que puedo ver, los investigadores realmente no hicieron una afirmación tan rotunda, pero nadie que lea el artículo de Sandoiu lo sabrá.

 

He pasado los últimos cinco años inmersa en la investigación de antipsicóticos. En su conjunto, este es un cuerpo de literatura que parece obsesionado con demostrar estadísticamente lo correcto o no de tomar medicación antipsicótica. Por cada puñado de estudios que informan de un beneficio de seguir tomando antipsicóticos (Alonso et al., 2009 (2), Haro, Novick, Perrin, Bertsch y Knapp, 2014 (3), hay un artículo que encuentra un coste a largo plazo, o ninguna diferencia (Harrow, Jobe y Faull, 2012 (4), Landolt et al., 2016 (5), Wils et al., 2017 (6), Wunderink, Nieboer, Wiersma, Sytema y Nienhuis, 2013 (7).

 

Es posible que todo lo dicho más arriba sea cierto para diferentes personas y en diferentes momentos, pero el meta-análisis simplemente sopesa el debate existente en términos de bueno-malo / correcto-incorrecto. Seguramente ya estaba predestinado a revelar un beneficio, porque los problemas derivados del sesgo de publicación hacen que haya más estudios con resultados positivos que negativos para introducir en la olla del meta-análisis. Debemos dirigir nuestra atención a la variación dentro de cada grupo, entre aquellos que continúan a largo plazo y los que interrumpen la toma –aquí es donde descubriremos cómo mejorar los resultados en la recuperación de ambos grupos de personas.

 

Una de las principales cosas que comprendí de las 144 personas que respondieron a mi investigación fue que las experiencias individuales varían y todas ellas son válidas. En mi estudio, las experiencias subjetivas oscilaban en un continuo que iba desde «salvarme la vida» a “un infierno» y cualquier posición intermedia entre ellas (Larsen-Barr, 2016) (8). Alrededor de un tercio describió experiencias positivas en general como «Un gran alivio ante los monstruos […] a mí me salvaron la vida» y «Me ayudó a transitar por un período inestable de mi vida». Otro tercio informó de una mezcla experiencias como, «Una ayuda a corto plazo cuando fueron necesarios, después una carga» y «Una espada de doble filo. Me ayuda con mis malas experiencias pero también quita el viento a mis velas”. Otro tercio relató experiencias totalmente negativas como «La peor experiencia de mi vida […] afectó a todos los aspectos de mi salud y bienestar». Sin lugar a dudas los beneficios terapéuticos no superaron los costes para quienes describieron la experiencia global de tomar antipsicóticos como «La ruina de mi vida» o dijeron que fueron «Útiles hasta cierto punto […] pero me quitaron todo lo que valoro en mí como persona».

 

La afirmación de que los beneficios de los medicamentos antipsicóticos superan de forma concluyente los efectos adversos no resulta cierta para algunas personas. Resulta cierta para otras, y para otras más es cierta a corto plazo y después deja de serlo. Espero con interés el día en que podamos dejar de debatir cual de este grupo de personas es el que realmente existe, porque está claro que existen todos. La única manera de determinar si los beneficios compensan los costes es preguntar, y seguir preguntando a lo largo del tiempo, a las personas que experimentan sus efectos. Un meta-análisis cuantitativo no puede darnos la respuesta.

 

 

El presente artículo ha sido traducido por Miguel A. Valverde y José A. Inchauspe. Junto con los escritos de Robert Whitaker y Johanna Moncrieff publicados en esta misma web aquí y aquí, supone una respuesta muy pertinente al escrito «The Long-term Effects of Antipsychotic Medication on Clinical Course in Schizophrenia» que defiende el uso de antipsicóticos criticando de forma muy engañosa las cuestiones planteadas ante estos fármacos.

 

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