La sociedad de la positividad en la que vivimos, denunciada por Byung-Chul Han, genera nuevos tipos de sufrimiento y exclusión. El autor nos dice lo siguiente: «la sociedad disciplinaria es una sociedad de la negatividad. La define la negatividad de la prohibición. «(Byung-Chul Han, 2015). Pero la nuestra no es una sociedad disciplinaria sino del rendimiento, que se define por otras características: el poder sin límites. Significa esto que el plural afirmativo y colectivo Yes, we can (Sí, podemos) expresa una positividad desbordante. Los proyectos, las iniciativas y la motivación sustituyen la prohibición, el mandato y la ley. Si antes la sociedad se regía por el “no”, produciendo locos y criminales, ahora la sociedad del rendimiento produce depresivos y fracasados. Este yes we can significa que debemos poderlo todo y en todo momento. No hay lugar para la apatía, el no poder o no querer, para la desidia, el cansancio o el agotamiento. Debemos sacar provecho de cualquier cosa para volvernos productos a nosotros mismos, empresarios de sí. Y ello bajo mecanismos de autosujeción que nos imponemos a nosotros mismos. Cuando Santiago López Petit afirma que no existe un afuera del capitalismo, señala la imposibilidad de abandonar esta lógica interna. En estas circunstancias, ¿poner en el centro la vulnerabilidad humana es la única de las resistencias posible frente al capital? En un contexto neoliberal que todo lo quiere rentabilizar y explotar, desvelar lo que nos hace humanos puede convertirse en una política afirmativa de la vida. Negar la muerte, la caducidad, la enfermedad o el sufrimiento, nos enajena de la vida porque esta está formada de claroscuros. La asunción de estos límites permite aferrarse a la vida con intensidad, dar otra resonancia a la existencia, es útil para construirse sentidos, aunque sean provisionales y que, en definitiva, seguirán estando allí nos guste o no. Si aceptar la vulnerabilidad común permite otorgar un lugar a lo que nos hace humanos, ¿por qué en nuestra sociedad contemporánea no se aceptan los límites? ¿por qué no son rentables? ¿por qué impiden un mercado desbocado del todo vale? ¿por qué escapan al registro mercantil? ¿por qué imposibilitan que el neoliberalismo continúe avanzando? Producirnos como sujetos empresarios de nosotros mismos es el nuevo mandato. Ante esto, quizás hay que hacer apología de la «inutilidad». No-poder-poder-más es una forma de resistencia que pone la vida por delante del capital.

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