Os compartimos una colaboración recibida en el mail. Os invitamos a enviar vuestras ideas, reflexiones y testimonios, y esperamos revisarlas lo antes posible. Puedes escribirnos a [email protected]

Uno no sabe cómo hacerlo, si dices porque dices, si callas porque callas.

Mis tempos son acompañados por Adagios mientras escribo este artículo… o mejor dicho, escribo mi desahogo.

A mí me colgaron el cartel con luces de neón al cuello. ¡Qué digo! En todo el cuerpo, cual picota de tonel alrededor de mi cuerpo, a la edad de los 3 años y 11 meses. Un cartel pesado, una picota de tonel que cuelga desde todos los rincones de mi pensamiento, palabras, acciones y opiniones. Da igual lo que diga, el receptor del mensaje lo justificará desde mi lokura que todo lo acuna. Todos/as l@s que me escuchan, me han escuchado o me escucharán afortunadamente no lo justifican desde ahí, pero sin una gran extensión de ignorancia que anida en los corazones, mente y alma.

Esas lágrimas que brotan

¡Claro!… y si es profesional de la rehabilitación psicosocial, él/la recetor/a del mensaje, se magnifica más, ya que después tienen que diseñar una interpretación de lo que nos sucede o deja de suceder. Poniendo conceptos, diagnósticos, nombres y palabros horribles. Encima, si se creen que es nuestro/a salvador/a, tendrá que escribir mucho y hablar en muchas en reuniones de equipo, de coordinaciones, en despachos y salas polivalentes, para justificar su empleo a través de una memoria anual para Salud Mental… ese ojo oscuro de Sauron, que todo lo ve, nada lee y nada hace. Cómo les gusta controlar, gestionar, decidir, organizar la vida de “l@s pobrecitos/as loquitos/as” e hincharse la boca de su buena fe erudita y condicionada por un libro llamado DSM. Este es el único libro que los bomberos de Fahrenheit 451 (buena película, os la recomiendo) tendrían que quemar. Bueno alguno más, la verdad haría una lista, pero no viene al caso en cuestión.

Yo puedo ser tu gran amigo

Comento a una persona que llevo unos días con una ira y la estoy expresando hacia fuera (yo ya no me quedo con la mierda, la saco fuera), estoy poniendo límites, diciendo lo que pienso, aceptando qué quiero o no quiero hacer, y lo digo bien claro, no hay más en esta ira que manifiesto aquí en este papel. Se lo comento a una persona (estudió Integración Social) que acabo de conocer y me está dando unas sesiones de kinesología para un problema físico-funcional. Sabe mi historial médico, yo fui sincero, y de repente ya no quiere verme en su casa y me hace preguntas del tipo… “¿Estás controlado por otros profesionales?, te lo digo por si te da un brote…”. Me mira con miedo, pierde naturalidad y me dice: “he consultado con mis profesores de tu caso…”. Ya no soy Javi, ahora soy un caso. Tenía mi consentimiento, me lo preguntó en la primera sesión que tuve con ella. Percibo en esta persona incertidumbre, miedo, falta de seguridad, distanciamiento e incluso hostilidad, solo porque estoy a su lado.

En las dos veces que he acudido a su hogar, me recibió con su pareja e hijo, que tendrá un par de años, a lo mucho. En la tercera sesión están encerrados en la habitación el padre y el hijo. Voy a empezar describiendo el final de la sesión, dejarme que cambie el orden… La despedida fue: “Bueno ya te llamaré, ya te diré dónde nos vemos y cómo, pero en casa no puede ser”. Aunque no dijo literal esta última frase, me dio a entender lo que ya había entendido desde hacía un buen rato. Qué falta de valor mostró, y encima solo estuvimos 30 minutos, cuando las otras sesiones habían sido de hora y media. El saludo o recibimiento: me pregunta por mi medicación, por como estoy, comenta que al tratar con emociones puede surgir algún malestar. Que hay que tener cuidado con los brotes.

Al principio y al final salió lo de los brotes.

Mis zapatos me los llevo poniendo hace mucho tiempo, y al día de hoy, conozco muy bien los primeros pasos que da mi lokura. No tengas miedo, ya he crecido y sé lo que puedo aguantar, sufrir, decidir, sacrificar y sé asumir las consecuencias para continuar: ordenando, organizando, gestionando y atendiendo. Ya he madurado, tengo 43 años y convivo con mi lokura agarradita de la mano desde el principio, en mi gestación se inició. Gracias madre me hiciste alucinar con el líquido amniótico, tu ingesta de drogas hoy soporta una picota de tonel que me sobra, pero me acompaña desde mi despertar hasta mi cama. Castración por decreto, por ley, con pruebas parecidas a una oposición a juez, sería el acto más ecológico en colaboración con el planeta. No me entiendan mal, aquí me refería mi madre. La persona de la que estaba hablando es una excelente madre que protege a su polluelo del infame Loko.

Sigo con la descripción de la situación. A la media hora, ella se ausenta ya que su hijo llora. Estaba haciendo un ejercicio de empatía conmigo, ese pequeño humano bajito. Después de 20 minutos sale, y la sesión se da por terminada. A continuación su pareja hace acto de presencia, hasta el momento había sido muy cariñoso en sus saludos, ahora mantiene la distancia con la excusa de poner el lavavajillas, soy desterrado por un aparato electrónico… ¡Qué bien viene un lavavajillas de vez en cuando! Me pregunta si me están viniendo bien las sesiones y su pregunta la justifica con la mirada al suelo y diciendo que es por probar él mismo. Pero si no recuerdo mal, la primera vez que estuve en su casa me dijo que su pareja ya había practicado con él. Yo no le había pedido ninguna justificación, no le pregunté el porqué de su pregunta.

No me vas a derribar

La condescendencia me jode, la hipocresía me daña, pero que me tomen por tonto por ser quien soy me repatea mucho. Piensan que no te estás dando cuenta de lo que está sucediendo. Estamos hablando de unas personas que dan la siguiente descripción e imagen: considerad@s, abiert@s, progresistas, hippies, sociales, afectuos@s, con conciencia ecológica, sensibilidad hacia los animales, feministas, que creen en las energías y en l@s fantasmas. Más de un@ decimos a nuestr@s psiquiatras que vemos fantasmas e ingreso involuntario en un micro segundo de su tiempo, una eternidad para el nuestro.

¿Están condicionados por mis problemas de salud mental? ¿Qué le habrá dicho ese profesor/a? ¿Qué saben o creen que saben?

Empiezo a tirar del sedal y a poner ricos anzuelos. Les comento, “hay una película en la que los personajes cogen en sus brazos a bebes para recargar energía” (Un planeta libre, muy recomendable de ver)… Y me contesta ella: “hay personas que no me gusta que cojan a mi hijo, me da mal rollo”. Otro rico anzuelo, le digo que la palabra brotar esta fuera del contexto en el que estamos y que no me gusta mucho… titubea, se pone colorada, se justifica, se muestra nerviosa. Y seguro que pensaba, este (caso) se está referenciando conmigo o va brotar. Siguiente anzuelo… “¿Sabes porque con otras personas no me han servido sus terapias servicios o llámalo como quieras?… porque no se mostraban naturales, no me trataban como a cualquier persona que no tuviera la dichosa “enfermedad mental”” (qué arbitraria es esta palabra). Su respuesta: “me voy a duchar, tenemos prisa”.

Yo puedo ser quien te dé a ti aliento

Podría poner más situaciones parecidas, hay una en especial que me encanta. Estás en un recurso de rehabilitación psicosocial, y escuchas de l@s “profesionales” que está diciendo a un/a compañera/o de su equipo “que guapo estás” o “qué guapa estás”… por su nuevo corte de pelo. Y vas todo inocente, por sentirte dentro de esa “normalidad” que alaban e idolatran y dices: “¡Eeeeeh que guapo/a estás!”, lo siguiente es que te has enamorado/a de esa persona. Si te enfadas por los comentarios que piensan que no oyes, entonces pasas a otro nivel, que es, estar referenciado… Esto es un poco Narcisista, ¿no os parece?

Tú no me vas a callar, no me vas a obligar, no me vas a derribar, no me vas a someter

Conclusión, os recuerdo que mientras escribía este, Mi Desahogo, lo hacía con Adagios de fondo, mi energía es tranquila y sosegada, fuera de todo rencor, enfado o referencia ninguna. Decepción sí, me decepciona el ver en ocasiones que seguimos en la misma estrofa, una y otra vez, que parece y solo parece, que hemos avanzado algo, y no, seguimos siendo ignorantes. Aunque hallamos estudiado integración social, educación social, psicología o Kinesiología da igual, todas estas materias son herramientas tendenciosas, contenciosas y juiciosas.

Yo seguiré creyendo, seguiré siendo inocente, seguiré poniendo de mí, seguiré tropezando en la misma piedra. Cuánto me queda por aprender.

A menudo los viajes más difíciles nos revelan quiénes somos, de qué somos capaces y aquiénes amamos

Esa misma tarde en mi casa les mande un WhatsApp: “No tengáis miedo de mí, pasarlo muy bien esta tarde en el teatro, disfrutar de la vida. Si quieres yo tengo una camilla en mi casa, por seguir el tratamiento. Bueno un beso a los tres, hermosas personas”.

Sigo esperando respuesta, una semana y tres días han pasado, y sigo esperando respuesta.

Más del autor