Mi_psicopatologia_MIAH

 

Ya no recuerdo el momento en que mirar por la ventana de mi casa era intentar huir de un infierno donde nadie podía estar por nadie porque había demasiado daño. Mirar el cielo, vivía en el último piso, mirar el vuelo de las gaviotas, fantasear con otro lugar, con otro mundo, otra familia, donde el daño desapareciera…no el dolor, el daño, ese daño que viene dado por la estructura dañina en la cual nos toca relacionarnos, o más bien, hacer que nos relacionamos mientras toneladas de soledad nos inundan las ganas, nos aplastan lo poco humano que no ha podido ser enterrado. Y mi forma de huir fue volverme hipermaduro y servicial por fuera, coger -porque también me lo dieron- el papel de salvador, mediador, calmador, de la familia, a mí, el más pequeño de todxs, qué locura. La violencia vivida en mi familia, la desgarradora soledad, aliviada gracias a un hermano mayor que hizo de padre, amigo, como pudo, mientras pudo, una madre luchadora, hicieron quizá que no me rompiera en añicos. Sobreviví con mis fantasías, incluso durante una época (creo que sobre los 12 años y coincidiendo con la separación con mi hermano, que se fue fuera a estudiar y no lo vi durante más de un año) creía que era la reencarnación de Jesucristo, algún papel especial tenía destinado, sensaciones extrañas me hacían percibir cambios en mí y el mundo que me hacían saber sobre eso especial que tenía dentro esperando precipitarse sobre el mundo…(creo que mi formación en una escuela de jesuitas tuvo algo que ver, con eso y también con mí ateísmo férreo actual). Tuve suerte, mi familia «se rompió» más adelante y eso fue curativo, pude irme a estudiar fuera: Medicina, iluso de mí, en mi delirio oculto quería descubrir la vacuna del sida, o algo por el estilo, vamos, salvar el mundo, nada menos. Me topé con un muro, un duro golpe, cadáveres y más cadáveres. Deshumanización. Absurdo. Sadismo escondido tras las ansias de aprender sobre «el cuerpo humano». Dónde estaban las personas, el sufrimiento, el dolor más humano, el acompañamiento, el abrazo, dónde el alma. En una de mis primeras clases escuché de un profesor: «Sois la élite de la sociedad»…En los más de 6 años que me costó sacarme la carrera (no solo el sudor trabajando de mi madre para costearla, el sudor de mi culpa por no darlo todo para sacarla, también el sudor de no entender nada y morirme de rabia), casi no volví por clase, siempre en la frontera de abandonar y marcharme. Demasiado enaltecimiento del yo, de la clase médica, del saber, demasiado hedor a poder, demasiada falta de sensibilidad hacia el otro…humano, demasiado humano. Al menos esa fue mi experiencia. Y siguió siendo así cuando entré en el mundo de la psiquiatría. Empeoró, de hecho. Porque lo que supuestamente tendría que ser por fin ese contacto, esa sensibilidad, esa empatía radical hacia el otro, hacia los otros, esos otros yoes atrapados también en sus daños, en sus soledades, era más cadáveres y más ocultamiento, más distancia, más locura…

Al final, tan solo quedamos las personas, que no somos más que niños desvalidos, atemorizados, deseosos de ser vistos, de ser escuchados, de ser queridos…Una de las cosas que más me cuesta es sentir que puedo ser querido, que soy valioso por lo que soy, que me merezco el amor que me dan otros, demasiado defendido he tenido que crecer, demasiado protegido. Quiero buscar mi centro, aprender que mis emociones son importantes, aprender a descubrirlas primero, todo un reto, todo enterrado en los deseos de los otros, en un tremendo miedo a la reacción de los otros, a su agresividad, a su abandono…y quiero aprender a darles espacio, y saber que tengo el derecho a expresarlas sin miedo a ser censurado, o mejor, más allá del miedo que me da sentirme rechazado…

Al final, cuando cada día me pongo, investido con mi rol de psiquiatra, delante de otra persona que está sufriendo – qué más da los nombres que le hayan querido dar o le quieran dar desde el lenguaje profesional, tenemos que construirnos nuestros lenguajes, en cada encuentro con nosotros mismxs, en cada encuentro entre personas-, ya solo puedo sentir, como puedo, con esa o esxs otrxs, ser testigo de su vida y hacerles partícipes de mi vida y mi ser en la medida que siento será saludable para ambos. Y abrazos… Que siento que a veces es lo único que podemos «darnos» las personas, atención, respeto, amor y abrazos…

El resto, el supuesto conocimiento, el supuesto saber, las poses terapéuticas, sean cuales sean, creo que son tan solo formas de protegernos de estar ahí y sentir, solo eso, porque eso quema, duele, ahoga, interroga, rompe, destruye imágenes e identidades, y te deja solo ante ti mismo y el absurdo humano en el que vivimos hoy en día. Y ese sobrante nos eleva en una verticalidad, a veces claramente fascista, a veces sutilmente invisible, por encima del otro. La horizontalidad, para mí, es saberme, sentirme y vivirme igual al otro, a los otros, y creer firmemente que el conocimiento y la salud la construimos entre todxs, la luchamos entre todxs…o no habrá salud para nadie.

Y la química…es química. Todo son drogas (todas son drogas, legales, ilegales, recetadas…). Productos más o menos naturales, más o menos sintéticos, más o menos manufacturados, más o menos cargados simbólicamente. No son la solución para ningún problema y la mayor parte de las veces, cuando se perpetúa su consumo, pueden ser más parte del problema y un problema en sí mismas (eso vale para todas las substancias, no creo que tomar café cada día me esté resultando muy positivo, pero estoy muy enganchado, todo el tabaco que he fumado me ha jodido los pulmones, he sido consumidor crónico de cannabis y lo he usado más bien como sedante emocional, también he tenido temporadas de consumo intenso de alcohol, también con funciones ansiolíticas y anestesiantes, etc.). Y el conocimiento que pueden tener los psiquiatras sobre la dinámica de dichas químicas en el cuerpo de cada cual, es realmente minúsculo, e inútil totalmente cuando no se cuenta con la experiencia de la persona que las está tomando. Yo creo que tenemos que ser libres para usar las drogas que queramos, como queramos, con la información completa y veraz sobre lo que son, las funciones, los posibles beneficios y posibles riesgos. Así, mi papel, que muchas veces nos hace reír mientras trabajo es que soy un simple camello de la industria farmacéutica. La psiquiatría, en su raíz, actualmente, no tiene otra tarea diferencial más que proveer a la población de drogas para compensar y ocultar la gran debacle social que vivimos en estos días.

Por eso me sale deciros a las personas que esperáis de los profesionales soluciones…que busquéis otros caminos, buscar conexiones en otros lugares, o con profesionales pero como personas, más allá de los roles terapéuticos. Protestad por las vías que tengáis, usad nuevas herramientas para haceros oír y poder compartir sobre los que os daña, sobre lo que os ayudaría… Quizás ahora que la convención de la ONU va cogiendo arranque, las voluntades vitales anticipadas, no sé… Participar en grupos, compartir, crear grupos, sumarse a iniciativas. Hace no mucho tiempo creía que solo podía con todo y que no necesitaba a nadie. Un día me di una hostia tremenda y algo cambió en mí. Cada día me doy más cuenta de lo necesitado que estoy, de lo que nos necesitamos las personas, y de lo maravilloso que es poder ir encontrándose con otros.

Me ayuda y siempre lo ha hecho la naturaleza, me siento profundamente conectado con ella, profundizar en esta conexión me da una conexión con tierra que me ha mantenido con vida. Aprender a llorar, qué difícil joder, conectarme con mi fragilidad, sobre todo cuando me siento muy enfadado y rabioso, y llorar, conectarme con ese niño dañado y necesitado. Sudar, descargar energía con el movimiento me alivia mucho, sobre todo subir montañas! Y lo que más me ha ayudado y me ayuda es no sentirme solo, conectarme con personas con las que poder construir un futuro mejor para mis hijos y todxs los niñxs del mundo y los que vendrán, para que el daño se vaya minimizando, amortiguando y por qué no, podamos construir entre todxs un mundo justo donde todo esto que vivimos forme parte de la historia oscura de la humanidad, ese tiempo en que el hombre tenía miedo del hombre y moría por el hombre.

 

Publicado originalmente en el blog «Aforismos psicopato(a)lógicos».

 

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