Voy intentar, desde aquí, aportar algunos aspectos cualitativos que me resultan interesantes de una parte de nuestra población; aquella que vive en hogares tutelados por presentar problemas de salud mental, y por carecer de un hogar propio o familiar como el del resto de las personas. Me basaré en mi historia de recuperación como persona que ha tenido sufrimiento psíquico, y en mi experiencia como inquilino en piso tutelado durante unos dos años. No obstante, antes introduciré algunas consideraciones importantes.

Existe de manera generalizada un desconocimiento profundo sobre la locura. ¿Por qué este desconocimiento? Porque el valor que se le ha dado a la descompensación neuroquímica como causa de los problemas mentales ha trascendido al resto de causas. Explicar el sufrimiento psíquico desde el desequilibrio químico conlleva como solución primera el tratamiento farmacológico, desconsiderándose la causa psicosocial, aunque se apliquen tratamientos psicosociales, y el conocimiento sobre la mente que sufre como principal medida de orientación profesional.

Me atrevo a decir, además, que esto que os acabo de contar termina provocando un alto grado de cronicidad entre la población loca, ya que no suelen funcionar los fármacos en pequeñas dosis por sí solos, o acompañados de un tratamiento psicosocial soslayando lo psicosocial como causa. Las altas dosis de estas sustancias merman las capacidades de las personas que sufren psíquicamente y que, además, se han podido abandonar a sí mismas dadas sus circunstancias psicosociales, haciendo nula la esperanza por parte de todos los profesionales por recuperarlas. Tengo que decir que desde mi experiencia en primera persona, lo que los profesionales consideran, con frecuente ocasión, estabilidad, para mí es convalecencia por el sufrimiento que se da.

Considerar lo psicosocial como causa nos permitiría centrarnos en ofrecer a las personas que sufren psíquicamente lo que realmente necesitan, pues el tratamiento psicosocial sin tener en cuenta la causa psicosocial baraja una serie de posibilidades que no son la solución misma, sino solo aproximaciones, imposibilitando el rescate de las personas que sufren.

No es, para mí, práctico trabajar el sufrimiento psíquico teniendo como eje la consideración del desequilibrio neuroquímico. Tengo que decir que insisto en las causas psicosociales porque he basado mi recuperación en esta consideración con éxito. Los fármacos me han servido, pero de haber continuado en altas dosis con estos hubieran imposibilitado mi recuperación dado sus potentes y limitantes efectos secundarios.

Pasemos ahora a la reconstrucción de algunos aspectos cualitativos de los inquilinos de los pisos tutelados. Debemos tener en cuenta que el tratamiento para abordar el sufrimiento psíquico de estos ha sido basado en la consideración del desequilibrio neuroquímico como causa de dicho sufrimiento.

El hecho de que estas personas estén en desigualdad de condiciones con respecto al resto, y sin tener en cuenta sus problemas mentales, condiciona ya de por sí la imagen que puedan tener de sí mismas, máxime cuando difícilmente puedan salir de esa situación. Si a esto le unimos que generalmente están sobremedicadas y convencidas de que tienen una enfermedad mental, esta imagen se deteriora aún más, porque estas cuestiones las distancian más del resto.

Esta distancia, podríamos decir abismal con el resto, tiene profundas consecuencias en la dignidad de estas personas. Es lógico creer que estas, cuando se piensan a sí mismas y convierten esos pensamientos en deseos de ser y de tener algo mejor de lo que tienen, intensifican su sensación de frustración y su dignidad se tambalea aún más.

Ese desconocimiento profundo sobre la locura antes mencionado, que parte de los profesionales de la salud mental y termina en el resto de la sociedad, es otro factor de distanciamiento entre estas personas y el resto, ya que impide comprender sus verdaderas necesidades.

Este distanciamiento dado por estos distintos factores amplifican la disfunción social de estas personas. No obstante, me parece que queda reflejada también la incapacidad de la sociedad de conectar con estas personas, por lo que dicha disfunción se encuentra en ambas partes con respecto a ellas mismas.

Para terminar voy a resumir lo que he dicho de la siguiente manera: el desconocimiento -también la falta de recursos destinados- lleva a no poder ofrecer a estas personas, que están en condiciones de desigualdad, lo que necesitan. Estas condiciones de desigualdad llevan a esta parte de nuestra población a distanciarse del resto, lo cual termina incidiendo en su dignidad como personas. Esta falta de dignidad genera sufrimiento y un comportamiento desmedido.

 

[Entrada originalmente publicada en el blog «Mi locura no se cura» en octubre de 2018 y reproducida aquí con permiso del autor. Recordamos que si quieres proponernos materiales o textos propios que reproducir en esta web, puedes contactarnos por redes sociales o en nuestro correo [email protected], y también si te apeteciera colaborar con traducciones o/y adaptando los materiales para personas con diversidades funcionales y sensoriales: subtitulado de videos, transcripción de audios, adaptación de textos al modelo de Lectura Fácil, etc.] 

Más del autor