Hace un tiempo, el colectivo FLIPAS GAM inició una campaña de denuncia y visibilización de las presiones que sufren algunos profesionales de la salud mental, trabajadores que reconocen los fallos del sistema de atención y se resisten a desarrollar prácticas que atentan contra los derechos fundamentales de las personas. De aquel primer llamamiento salió un artículo en el blog de diversidad funcional de el diario.es. La campaña continúa. Por eso hemos pensado que merece la pena recordar el texto de convocatoria del colectivo, para que puedan seguir recopilándose testimonios que hagan posible poner en marcha más acciones, que sigan minando las bases de un sistema poco humano del que, a diferentes niveles, todos salimos dañados.

Gracias a los que ya habéis denunciado, y ánimo a los que estáis a punto de hacerlo.

 

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Los servicios de atención a la salud mental tienen muchas cosas en las que habría que darles la vuelta como a un calcetín. Una de ellas es sus múltiples violencias. Prácticas coercitivas (que sí, son violencias en mayor o menor grado, así las percibimos y así las sentimos y nos afectan y dificultan nuestro proceso de recuperación) que se dan a diario en multitud de servicios por los que precisamente pasamos cuando más vulnerables estamos.

Estas medidas coercitivas, estas violencias cotidianas de cada día en psiquiatría, pueden ir desde los propios ingresos forzosos (en los que además no se nos informa de nuestros derechos, como el de solicitar un abogado que pueda ejercer nuestra defensa al ser un proceso judicializado); la medicación (y sobremedicación) forzosa o/y bajo coacción; las «contenciones mecánicas» (atarnos a la cama con correas); mantener las correas puestas en la cama durante noches y noches como advertencia/amenaza de lo que pasará si «nos portamos mal»; el aislamiento «terapéutico» (¿tera… qué?); otros tratamientos no farmacológicos también forzosos o/y bajo coacción (entre ellos el TEC o Terapia Electroconvulsiva); negarse a informarnos de qué medicación se nos está aplicando en cada momento; no informarnos tampoco de sus posibles efectos adversos; restringirnos llamadas, visitas, salidas…; invadir nuestra intimidad (por ejemplo, entrando en el baño mientras nos duchamos para «comprobarlo», o no habiendo puerta alguna en el W.C.); no tratarnos como un interlocutor válido; decidir por nosotros con quién podemos comunicarnos o no; dificultar o impedirnos establecer vínculos con otros pacientes prohibiendo compartir teléfonos o e-mails…

La lista sería inmensa. Y hay grados y grados de violencias, claro,pero en nuestra experiencia, empezar por aceptar y ejercer un grado «pequeño» es casi garantía de acabar aceptando -y ejerciendo- un grado mayor.

Sabemos que algunos y algunas profesionales de salud mental también nombráis a estas prácticas como violencias, también reconocéis estos fallos de un sistema deshumanizado y deshumanizador. Y, algunos y algunas -quizá pocos aún, pero también esto empieza muuuuuy lentamente a cambiar- os resistís a reproducirlas en vuestros espacios de trabajo, os rebeláis, intentáis introducir alternativas. Algunos abandonáis el sistema sanitario por el coste personal que os supone. Otras, que elegís quedaros, sufrís presiones, amenazas y hasta represalias en vuestros servicios, por no querer continuar reproduciendo esta cadena violenta.

Según consensuamos en nuestra última asamblea, queremos trabajar activamente en la visibilización y denuncia de estas situaciones, de las que como ya dijimos, nosotros y nosotras, locos y locas, somos las principales víctimas, claro… pero quizá no las únicas. Queremos impedir que se siga presionando a los profesionales que sí elegís los cuidados y la ética frente a la coerción. Queremos apoyaros. Y visibilizar y denunciar que el problema existe es el primer paso.

¿Sufres o has sufrido en el pasado estas presiones, amenazas, represalias de las que hablamos? Cuéntanoslo, envíanos un mensaje privado en Twitter (tenemos los DM abiertos), en Facebook, por mail… Mueve este mensaje o este cartel en tus círculos profesionales, envíalo por WhatsApp, compártelo en tus redes sociales, imprímelo y cuélgalo en el corcho de tu centro de trabajo, anima a compañeros/as que sepas que lo están pasando mal a compartir su experiencia con nuestro Colectivo. Hacer del sistema sanitario un sistema que nos apoye y ayude realmente, desterrando esas violencias hoy cotidianas, es un trabajo duro y largo y que necesita muchas manos y cabezas pensantes, pero es posible. Ya os lo hemos dicho otras veces… el cambio es imparable.

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