Reseña publicada originalmente en la web de la Asociación Madrileña de Salud Mental y escrita por Alberto Ortiz Lobo.

Peter C. Gøtzsche
Editorial: los libros del lince. Barcelona, 2016
422 páginas

En un panorama saturado de propaganda pseudocientífica, donde adultos y escolares mejoran su producción con nuevas anfetaminas sofisticadamente caras, los antidepresivos triplican sus ventas en poco más de diez años y los antipsicóticos amplían mercado en ancianos y niños, este texto señala, como en el cuento de Andersen, que el emperador está desnudo, aunque casi nadie se atreve a decirlo. Lo que nos cuenta Gøtzsche en su libro no es nuevo, ya lo han argumentado psiquiatras como Peter Breggin, Sami Timimi o Joanna Moncrieff y psicofarmacólogos como David Healy, pero el material que aporta el danés a este debate es de muy buena calidad.

Gøtzsche 2Peter Gøtzsche no es psiquiatra, es médico y Máster de Ciencia en Biología y Química. Fue director del Nordic Cochrane Center y actualmente es catedrático de Diseño y Análisis en Investigación Clínica en la Universidad de Copenhague. Esta mirada no psiquiátrica y experta en investigación es la mayor fortaleza de su texto. En él, Gøtzsche realiza un análisis concienzudo de los hallazgos que han sostenido la creencia en la eficacia de los psicofármacos, su lugar privilegiado en el tratamiento de los problemas mentales y su aparente inocuidad. Durante su empeño, a veces se pregunta cómo los psiquiatras hemos dejado que las compañías farmacéuticas tomen el control de nuestra disciplina y determinen cómo han de ser tratados nuestros pacientes.

A lo largo del texto, Gøtzsche despedaza cuidadosamente la metodología de los ensayos clínicos aleatorizados que ha financiado la industria farmacéutica para que se aprueben sus productos y comercializarlos. Señala, de forma didáctica, los errores de diseño de los estudios, reclutamiento, enmascaramiento, cómo se realizan las comparaciones con placebo, medidas de eficacia, abandonos… Y así lo hace con los antidepresivos, antipsicóticos, estimulantes, “estabilizadores del ánimo”… y su empleo en las personas diagnosticadas de los distintos trastornos mentales. Pone de relieve cómo estos ensayos se diseñan para intentar demostrar una eficacia a corto plazo y que, convenientemente, no se focalizan en sus efectos adversos ni pueden dar cuenta de una mejora de la calidad de vida a largo plazo. Gøtzsche se toma la molestia de discriminar todos estos aspectos y poner sobre el papel los datos, también en términos de daños y muertes que son alarmantes, relacionados con el uso actual de los psicofármacos. Todo este análisis podría parecer arduo, y probablemente lo sea porque no se renuncia a la precisión y a la fundamentación bibliográfica de los argumentos, pero la prosa que lo conduce es ágil, llena de ejemplos y anécdotas que propician una lectura entretenida.

Gøtzsche ha empleado sus vastos conocimientos en investigación para cuestionar lo establecido. En sus dos libros anteriores, primero destapó el fabuloso y dañino negocio del cribado del cáncer de mama con mamografías y en el segundo, “Medicamentos que matan y crimen organizado”, diseccionó el entramado de corrupción de la industria farmacéutica y las muertes que provoca. Esto ha supuesto que tenga muchos detractores que, en este caso, le acusen de ir contra la psiquiatría. Como he apuntado, Gøtzsche no es psiquiatra y esto le proporciona una ingenuidad que le permite acercarse de forma privilegiada a nuestra peculiar disciplina, sostenida por evaluaciones subjetivas, diagnósticos por consenso y tratamientos supuestamente “validados empíricamente”, pero de los que desconocemos a la postre cómo y por qué pueden funcionar. Pero esta ingenuidad también resulta un lastre en alguna ocasión. En su demonización fundamentada del uso actual de los psicofármacos, se echa de menos la experiencia clínica con problemas mentales graves que matice sus afirmaciones y que no le lleve a idolatrar la psicoterapia como la salvadora de los pacientes (sin pasarla por el tamiz crítico que emplea con la medicación). Evidentemente, el problema de la atención en salud mental no es una cuestión dilemática de rango técnico: pastillas o psicoterapia, malos o buenos. Pero no nos confundamos, el valor y el objetivo de este libro es poner el dedo en la llaga, no curarla.

En ese sentido, estamos ante una magnífica crítica, fundamentada y pormenorizada de la psiquiatría biocomercial, del daño que provocamos con un empleo de los psicofármacos excesivo, pretencioso e irreflexivo. La industria farmacéutica ha secuestrado el pensamiento psiquiátrico y los profesionales somos partícipes con una práctica incondicional que resulta perjudicial para los ciudadanos. Gøtzsche nos ayuda a tomar conciencia de que la buena intención es insuficiente y la ignorancia (o la fe, que a veces es lo mismo) resulta muy peligrosa cuando prescribimos psicofármacos. De modo que tenemos que ser más escépticos y cautos, la vida de nuestros pacientes está en juego.

 

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