Texto originariamente publicado en Mad in America (16 de octubre de 2016)

 

Puede parecer una pregunta tonta, pero según nos acercamos a la temporada navideña vale la pena darse cuenta de que las similitudes son asombrosas e instructivas. Por «desequilibrio químico» me estoy refiriendo a aquellas explicaciones que sugieren que los problemas de salud mental están causados por un desequilibrio de los neurotransmisores (o químicos) del cerebro. Los dos culpables a los que más suele señalarse son la serotonina y la dopamina. Aparentemente, según se cuenta, la depresión está causada por un desequilibrio del neurotransmisor serotonina y la esquizofrenia está causada por un desequilibrio de la dopamina.

Un detalle importante a clarificar desde el principio es que un químico sólo es identificado como un neurotransmisor debido a la manera en que funciona en el cerebro. No hay nada especial o singular en sus propiedades químicas que lo hagan particularmente neurotransmisor. Unos cuantos péptidos, por ejemplo, funcionan como hormonas o como neurotransmisores dependiendo dónde estén localizados (Purves y cols., 2001). Y en lo referente a la serotonina, aproximadamente un 90% de los cuerpos serotoninérgicos se extienden fuera del cerebro en la zona gastrointestinal (Ruddell, Mann y Ramm, 2008).

Mientras que las similitudes entre San Nicolás y los desequilibrios químicos son interesantes e instructivas, hay al menos una diferencia fundamental entre ellos. Antes de explorar alguna de sus concordancias, enfatizar esta substancial diferencia podría proporcionar un contexto importante para lo que sigue. Mientras que al menos en el mundo occidental, Santa Claus está asociado de manera habitual con la amabilidad, la calidez y las buenas noticias, el discurso del desequilibrio químico está generalmente acompañado de sufrimiento y caos. A pesar de esta preocupante diferencia, las similitudes son notables.

Quizá la mayor similitud es que ambos, Santa Claus y el desequilibrio químico, son mitológicos. Santa Claus, como le conocemos hoy en día, nunca existió, y muchos autores (e.g. Gotzsche, 2015; Healy, 2012; Moncrieff, 2009; y Whitaker, 2010) coinciden en que no hay ni una pizca de evidencia que sostenga la idea de que un desequilibrio de químicos en el cerebro causa problemas de salud mental. Irónicamente, cualquier desequilibrio de químicos relacionado con problemas de salud mental parece ocurrir después de que la gente haya empezado a tomar medicación psiquiátrica y no antes (Gotzshe, 2015; Whitaker, 2010).

Tanto los desequilibrios químicos como Santa Claus han sido extraordinarias estrategias de marketing. De hecho, la campaña que se hace del desequilibrio químico será reconocida en un futuro como una de las mayores maniobras de marketing de todos los tiempos. La táctica de promover la idea de los problemas de salud mental como consecuencia de la falta de equilibrio en los químicos del cerebro ha convertido literalmente a las compañías farmacéuticas en unas de las organizaciones más exitosas del planeta con beneficios estratosféricos de cifras de miles de millones de dólares. La falacia de que los problemas de salud mental “son como la diabetes” y por lo tanto es necesario tomar medicación “para el resto de tu vida”, ha engatusado tanto a profesionales de la salud como a pacientes a pesar de lo vacías de sus afirmaciones. Aunque la historia de Santa Claus no ha sido tan astronómicamente exitosa, ha convertido una festividad cristiana en un proyecto comercial muy lucrativo.

La función de las historias de Santa Claus y el desequilibrio químico son prácticamente idénticas. Puede decirse que la principal motivación de la historia de Santa Claus es que los padres tengan un modo de “estimular” a sus hijos a portarse bien.

 

Está haciendo una lista, la revisa dos veces.

Va a descubrir quien es malo o bueno.*

 

*(Estrofas de la canción navideña “Santa Claus Is Coming to Town”)

 

Según se aproxima la Navidad, los niños son prevenidos sobre la no llegada de Santa si se portan mal según el criterio de sus padres. De manera similar, los médicos del sistema de salud mental utilizan la fantasía del desequilibrio químico para “estimular” a sus pacientes a ser obedientes con la toma de la medicación. A pesar de su naturaleza ficticia, no es poco frecuente que se les diga a los pacientes que la razón de estar sufriendo problemas de salud mental es debida a que tienen un desequilibrio químico. Aquí es donde la tontería de “es como la diabetes” hace su aparición y, por supuesto, la entrega del absurdo remedio de cadena perpetua aparece poco después. Además, también puede darse el caso de que un tipo de medicación no sea suficiente para restablecer el equilibrio, por lo que recibir múltiples y diferentes prescripciones constituye una situación común una vez que la gente inicia el viaje de la cura química. De manera nada sorprendente, tanto el enfoque de la “cadena perpetua” como el enfoque multicausal son ambos muy útiles a la hora de aumentar aún más los beneficios de las farmacéuticas.

Santa Claus y el desequilibrio químico son creaciones de la visión cultural occidental y ambas ignoran las explicaciones que dan otras culturas. A pesar de sus orígenes multifacéticos, Santa Claus está más unido ahora a la festividad cristiana de la Navidad. La idea del desequilibrio químico está firmemente enraizada en la perspectiva biomédica occidental. A pesar de sus orígenes mono-culturales se ha infiltrado en otras culturas y sociedades y ha usurpado las explicaciones autóctonas que allí había. La “literatura sobre salud mental” es una forma particularmente insidiosa de adoctrinamiento por la cual se enseña a gente de otras culturas a pensar como occidentales con respecto a las manifestaciones y el tratamiento de los problemas de salud mental.

La invisibilidad de Santa Claus y del desequilibrio químico es otra característica compartida. Es endemoniadamente difícil identificar si están presentes o no. Y, por supuesto, la ventaja que tienen los entusiastas del desequilibrio químico es que “uno nunca puede estar seguro si algo que no existe ha desaparecido” (Runkel, 2003, p. 368) así que necesitaremos seguir tomando esas pastillitas para asegurarnos.

Comprobamos si realmente Santa nos ha visitado por los calcetines de Navidad hinchados y las migas sobre el plato donde antes había una galleta. Para determinar la presencia de neurotransmisores sobre todo confiamos en la medición de metabolitos en la sangre, sin embargo, estas sustancias no tienen una relación directa con los químicos del cerebro. Sin duda que ha habido progresos en los últimos años en el desarrollo de diferentes técnicas para medir directamente los neurotransmisores (Perry, Liu, Kennedy, 2009), aunque esos métodos todavía presentan limitaciones. Quizá las mayores de estas limitaciones, sin embargo, son conceptuales más que pragmáticas. Incluso si fuéramos capaces de determinar con exactitud cuáles fueron los niveles de dopamina de alguien en algún momento, aún así no tendríamos ni idea de cuáles deberían haber sido los niveles adecuados. Y, teniendo en cuenta lo que sabemos sobre las influencias bidireccionales entre el cerebro y el comportamiento, sería un error asumir que cualquier nivel concreto de dopamina es responsable de un estado de ánimo en particular. Sería tan defendible como concluir que fue el estado de ánimo lo que cambió los niveles de dopamina. Y esto asumiendo, por supuesto, que fuéramos capaces de decir que los niveles de dopamina cambiaron con respecto a unos niveles previos.

También ocurre que en las relaciones en las que las historias de Santa Claus y el desequilibrio químico prosperan hay distintas diferencias de poder. Santa Claus es más habitual que aparezca en relaciones entre padres e hijos. En este contexto, Santa es el pequeño ayudante de los padres cuando usan la omnipotencia y exactitud moral de Santa para dominar a los niños irascibles. El desequilibrio químico se usa principalmente en las relaciones entre un doctor y un paciente. En este contexto el doctor adopta el papel de sabio y explica incansable y compasivamente al paciente su aparente deficiencia neuronal. En este contexto, el aparentemente científico sermón “es como la diabetes” es dado con el objetivo de promover el cumplimiento del tratamiento en los pacientes escépticos, inquisitivos o caprichosos.

Escribí este artículo con la intención de que fuera una pequeña sátira utilizando las similitudes entre Santa Claus y el desequilibrio químico como una forma de aumentar la conciencia sobre la adhesión tonta a esta particular explicación causal del sufrimiento psíquico. Sin embargo, como he proseguido, son las diferencias las que me parecen más significativas. Describí una diferencia contextual al principio y, en el cierre, parece apropiado volver a las diferencias como un modo de acentuar la seriedad de la situación a la que nos enfrentamos.

Generalmente, la mayoría de la gente, incluso “la gente pequeña”, sabe que Santa es sólo un juego. Los niños quizá crean sin reservas en la historia durante un tiempo, pero los fallos en la narración pronto se hacen evidentes. La farsa de Santa Claus es en su beneficio, de manera que es probable que sigan la corriente y tiendan a alargar el juego más allá del momento en el que descubran el engaño para poder seguir disfrutando de una generosa Estación Festiva.

Lamentablemente, no mucha gente reconoce que el desequilibrio químico es también una farsa. «La enfermedad mental es como cualquier otra enfermedad» ha alcanzado dimensiones axiomáticas (Malla, Joober, y García, 2015) a pesar de la inestabilidad de sus fundamentos. La aceptación acrítica de esta idea por muchas personas ha tenido consecuencias dañinas que bien pueden ser la diferencia más importante de todas entre el desequilibrio químico y las fábulas de Santa Claus.

Si crees o no crees en Santa Claus no importa. La gente determina la forma en la que más les gusta celebrar las fiestas y los eventos que son importantes para ellos y, a menudo, estas diferencias pueden ser un interesante tema de discusión.

Si crees o no en el desequilibrio químico, sin embargo, sí importa. E importa en ambos sentidos. Si la gente acepta una explicación de desequilibrio químico para sus dificultades, tendrán tranquilidad en un principio, pero también ignorarán tratamientos psicológicos y sociales (Malla et al., 2015) que podría tener efectos beneficiosos para ellos. Si escogen la farmacología como su único remedio se arriesgarán a experimentar algunas consecuencias perjudiciales del consumo a largo plazo de medicación psicotrópica (Whitaker, 2010). Si la gente no acepta una explicación de desequilibrio químico, tendrán relaciones problemáticas con los profesionales de salud mental que los atiendan, se les describirá como con falta de “insight”, y se verán enredados en un ciclo «de no adherencia» (Malla et al., 2015).

Mientras que sería difícil imaginar un tipo de estigma generalizado vinculado a creer en Santa Claus, hay pruebas fiables que señalan que tanto las explicaciones médicas de la enfermedad mental como la idea del desequilibrio químico van asociadas al estigma de una forma tan grave como extendida. Malla et al. (2015) informan de que varios estudios fiables han concluido que cuando las campañas promueven explicaciones biologicistas para los problemas de salud mental no se reduce el estigma. En lugar de eso, la gente acepta menos a aquellos con problemas de salud mental y tienen sentimientos menos positivos hacia ellos. Esto puede incluir el creer que la gente con problemas de salud mental como depresión y esquizofrenia es peligrosa e imprevisible, y el refuerzo de una mayor tendencia a distanciarse de estas personas (Lea, Haslam, Sayce, y Davies, 2006; Speerforck, S., Schomerus, G., Pruess, S., y Angermeyer, M. C., 2014).

Creer y propagar la mentira del desequilibrio químico realmente importa. Importa por un montón de motivos. Mientras que la comparación entre Santa Claus y la historia del desequilibrio químico es instructiva, esto no debería hacer que se desviara la atención del daño que se hace promoviendo la manifestación del sufrimiento psíquico como atribuible al desequilibrio de los químicos del cerebro.

La gente controla, son agentes autónomos. Sufren dificultades cuando su capacidad de controlar las cosas que son importantes para ellos es bloqueada o interrumpida (Carey, Mansell, y Tai, 2015). La promoción de explicaciones que son compatibles con la forma en la que la gente es, conducirá a tratamientos más eficaces y menos estigma y adversidades para los que padecen sufrimiento psíquico.

Mientras Santa sólo hace una visita al año, la broma pesada del desequilibrio químico está siempre aquí. Podemos considerar la bondadosa llegada de Santa con indiferencia caprichosa pero no es el mismo caso con el desequilibrio químico. Como el impostor que es, ha de ser descubierto y expulsado. Cuando esto ocurra, esperaremos impacientes servicios de salud mental considerablemente mejorados para la gente que busca lo que estos servicios tengan que ofrecer.

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