Texto originariamente publicado en Mad In America (13 de mayo de 2015)

Si bien el presente artículo aborda cuestiones concernientes a la aprobación de la ley psiquiátrica danesa en 2015, lo recuperamos hoy ya que avanza temas relevantes como el aumento de la prescripción forzosa como sustituto de la llamada contención mecánica, o la posibilidad de que otros profesionales distintos a los psiquiatras estén autorizados para recetar medicación psiquiátrica y aplicar tratamientos forzosos en su práctica. 

 

 

La Nueva ley psiquiátrica danesa en la que se ha estado trabajando desde hace un tiempo ha sido finalmente aprobada por el Gobierno para su aplicación el 1 de junio de 2015. Sin embargo, el recorrido que ha llevado hasta esta nueva ley, que llegaba anunciando a bombo y platillo su objetivo de ampliar los derechos de los pacientes, resulta cuanto menos interesante. Entre otras cosas:

 

“El Gobierno danés a los pacientes recluidos en centros psiquiátricos: ¿Qué tratamiento forzoso preferís?”

 

Este era el titular de un artículo publicado en uno de nuestros periódicos nacionales de mayor tirada. El propósito del mismo consistía en hacer hincapié en la voluntad del Estado danés en reducir el número de tratamientos obligatorios vigentes en los hospitales psiquiátricos, algo que, a pesar de ser un objetivo incumplido, nunca ha dejado de perseguirse a lo largo de muchos años. De hecho, las estadísticas más recientes de que disponemos eran especialmente altas en el caso particular de los niños. Dinamarca estaba en camino de ganarse el dudoso título de campeón de Europa en número de personas sometidas a contenciones físicas según el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura.

 

Personalmente, la terminología que se empleaba en el artículo me resultó extremadamente ofensiva. En nombre del Gobierno, un periódico de relevancia nacional preguntaba a los pacientes que no cumplen el tratamiento cuál era el tipo de «tortura» que preferían. Sin embargo, por increíble que parezca, no será esto lo que la gente verá. Lo que al final llegará al público será algo normalizado hasta la banalidad y que muchos consideran hasta una acción piadosa: preguntar a los pacientes si prefieren que se los sujete con correas, se les administren medicamentos a la fuerza, les den electrochoques, que se los aísle del resto o que se los someta a otras combinaciones de tratamientos involuntarios. Serán muy pocos los que se pararán a hacerse preguntas y pensar si tal vez no ha llegado la hora de empezar a contemplar otras alternativas. El poder de la Psiquiatría es tan grande que incluso el lenguaje de las violaciones de los derechos humanos ha sido medicalizado, neutralizado y normalizado hasta llegar casi a tener el mismo estatus que la expresión «daños colaterales», eso que se dice cuando referimos a hombres, mujeres y niños asesinados.

 

Al mismo tiempo que nos abrimos a nuevas opciones acerca de qué tratamiento forzoso pueden elegir ahora los pacientes, algunos tienen ya un nuevo tratamiento forzoso disponible para ellos: Desde el 1 de junio, el uso de grilletes estará permitido oficialmente. Durante los últimos cuatro años y en el ámbito de la psiquiatría forense, esta práctica, coloquialmente conocida como «correas estilo Guantánamo”, se ha venido permitiendo en varios experimentos y ya está aquí para quedarse. Desgraciadamente, el tratamiento forzoso comunitario también se ha estado aplicando durante los últimos cuatro años, y su uso ha sido aprobado para otros cuatro más.

 

Del mismo modo, y después las numerosas voces críticas que han reaccionado al saberse que tantas personas han estado siendo sometidas a un creciente número de contenciones, Dinamarca ha puesto en marcha una política con el objetivo de reducir su número y aumentar la cantidad de centros sin contenciones. A pesar de que nuestro temor de que las correas sean sustituidas por medicación forzosa es reciente, ahora se está materializando, tal y como se ha visto en periódicos hace unos días. Observamos una reducción del 9 % en contenciones al tiempo que la prescripción de medicación forzosa aumenta en un 12 %.

 

El Relator Especial sobre la Tortura y Otros Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes Juan E. Méndez no podría haberlo dejado más claro cuando, en una declaración que tuvo lugar durante una sesión en el Consejo de Derechos Humanos, celebrada el 4 de marzo de 2013 en Ginebra, llamó a la prohibición de todas las intervenciones psiquiátricas que incluyeran tratamientos forzosos con medicación, electrochoques, psicocirugía, contenciones físicas y aislamiento, y pidió una derogación de todas aquellas leyes que permitan el tratamiento mental obligatorio y la privación de libertad basada en la «protección de la persona o de terceros».

 

No obstante, hace poco descubrí que, durante la preparación de esta prometedora ley psiquiátrica, la Asociación Psicológica Danesa, a la que yo misma pertenezco, hacía una recomendación…

 

«La Asociación Psicológica Danesa recomienda una legislación más exhaustiva en este sentido [el tratamiento forzoso] que permita al psicólogo especialista* en psiquiatría prescribir tratamientos forzosos no médicos en igualdad de condiciones con los psiquiatras”.

(*Los psicólogos especialistas son psicólogos autorizados que han cursado cuatro años adicionales de especialización en psiquiatría adulta o infantil. El curso es prácticamente idéntico al que realizan los médicos para ser psiquiatras).

 

¡Me quedé alucinada! Al mismo tiempo estaba convencida de que este deseo de convertirse en minipsiquiatras debía emanar de un grupo reducido y que la mayoría, al igual que yo, no tendría estas expectativas. Resultó que estaba siendo una ingenua.

 

Llegados a este punto, es importante decir que lo que estás a punto de leer no es necesariamente representativo, y que quienes han decidido expresarse como lo han hecho pueden haber tenido razones de distinta naturaleza. Intentaré reflejar algunas posibles explicaciones al final de esta publicación.

 

Escribí en un par de foros con potencial para llegar a unos miles de psicólogos (aunque es probable que hubiera perfiles duplicados) diciendo en el encabezamiento: «Estoy absolutamente consternada. ¿De verdad es esto lo que queremos?», refiriéndome a lo dicho anteriormente.

 

Así empezó una discusión sumamente larga*, de la que resultó que el hecho de que me encontrara “absolutamente consternada por el hecho de que los psicólogos quisieran prescribir tratamientos forzosos no médicos» era una provocación.

 

(Correspondencia personal de 2015)

«Sí, es lo que queremos…».

 

Pero sería absurdo que la convención [de la ONU para las personas con discapacidad] rechazara lo que es mejor para el paciente».

 

«Parece que cada vez que se mencionan los tratamientos forzosos, los que tienen experiencia en el campo se ganan una imagen de psiquiatras malvados con una sonrisa perversa en la cara mientras le meten pastillas por la garganta a pacientes atados… Así están las cosas en 2015… El cambio legal que queremos nos pondrá en una posición de mayor igualdad con los psiquiatras y dará a los psicólogos una voz más fuerte en la Psiquiatría».

 

«Olga Runciman, imagina que tienes un paciente que empieza a comerse a sí mismo… ¿Qué harías?

 

«Olga, ¿alguna vez has trabajado en un psiquiátrico? Pregunto porque me cuesta imaginar que tuvieras dudas si lo hubieras hecho».

 

«Está claro que surgen dilemas éticos incómodos durante el desempeño de nuestro trabajo, pero esconder la cabeza en la arena no ayuda. Los psicólogos tienen que participar en la batalla, literalmente. En mi opinión, que queramos trabajar por una psiquiatría más holística, orientada hacia la recuperación y menos basada en el modelo médico —con el objetivo de reducir el tratamiento forzoso— no es una contradicción».

 

Estos solo son algunos ejemplos de lo que mis colegas psicólogos piensan sobre mi sorprendida reacción, y la verdad es que me entristeció profundamente. No obstante, decidí explorar cuáles podían ser los motivos que los llevaban a querer tener autoridad para prescribir por la fuerza, para lo que hice una serie de preguntas basadas en los muchos comentarios que había recibido.

 

Pregunté:

  • ¿Consideras que la angustia mental y la criminalidad están relacionadas, por ejemplo, de forma genética? Para dejar clara mi postura, no acepto violencia ni abusos. Si crees que existe una relación, entonces estoy muy interesada en escuchar tus ideas sobre el tema.
  • Me inspiro en la cita de C. S. Lewis: «De todas las tirarías, una tiranía ejercida por el bien de sus víctimas puede ser la más opresiva. [Aquellos] quienes nos atormentan por nuestro propio bien lo harán sin fin, pues lo hacen con la aprobación de su propia conciencia». La CRPD existe, y nosotros, como país, tenemos la obligación de respetarla, motivo por el que ahora mismo estamos en las fases iniciales de un plan para abrir instalaciones psiquiátricas sin contenciones. ¿Por qué, entonces, íbamos los psicólogos a querer participar en algo que ya cubre otro grupo profesional, que son los psiquiatras? ¿No deberíamos ocuparnos de mantener nuestra profesión pura, tanto desde el punto de vista ético como moral? ¿Es nuestro objetivo convertirnos en minipsiquiatras? La curiosidad me lleva a hacer estas preguntas, ya que el deseo de tener la potestad de prescribir tratamientos forzosos me resulta incomprensible y quiero saber qué piensan quienes lo ven de otra manera.
  • Confío en que no todos los psicólogos compartan el enfoque psicopatológico de la Psiquiatría con respecto a la angustia mental; creo firmemente que no es así. También me parece difícil imaginar cómo la recuperación, el tratamiento forzoso y la psicopatología podrían ir de la mano. ¿Vosotros lo veis posible?
  • Por último, ¿os gustaría que, con el tiempo, los psicólogos especialistas tuvieran el permiso para prescribir medicación de una forma u otra?

 

No son preguntas muy neutras, con eso estoy de acuerdo.

“Olga – Estoy agotado de que me cuelguen el sambenito de que, por ser psicólogo especialista, he pasado a convertirme en alguna clase de minidoctor pseudopsiquiatra… Porque no lo soy; me convierto en psicólogo especializado […]. Quiero centrarme en la persona como en un todo, en la Psicología y en la Psiquiatría – y es así como he decidido hacer la formación especial que me otorga la responsabilidad y la función de participar en la toma de decisiones relacionada con el tratamiento del paciente… Que también incluye el tratamiento forzoso». 

 

«No me parece difícil imaginar que el tratamiento forzoso, la psicopatología y la recuperación puedan ir asociados».

 

«Olga, solo en aras de la claridad, ¿te parece mejor que los clientes que han tocado fondo y que son considerados peligrosos queden en libertad con la posibilidad de que ejerzan violencia extrema sobre sí mismos u otras personas, o que deberían ser ingresados contra su voluntad?» […] No tengo claros tus argumentos, o si real y literalmente crees que debería permitirse que la gente quedara libre para hacer lo que quisiera independientemente de su estado mental».

 

 «Voy a resumir. Me gustaría poder prescribir tratamientos forzosos de la misma forma que me gustaría tomar decisiones independientes con respecto al paciente al que estoy intentando ayudar, más que consultar con un médico que probablemente no conoce el caso del paciente en cuestión tan bien como yo».

 

«De hecho, no entiendo por qué los psicólogos especialistas tendrían que ser los únicos que puedan prescribir tratamientos forzosos en el diagnóstico».

 

Nuestra reputación en la sociedad y entre los pacientes y sus familias se verá perjudicada si no asumimos la responsabilidad de tomar decisiones duras y difíciles que al final pueden salvar vidas».

 

«Pues claro que los psicólogos deberían poder prescribir tratamientos forzosos”. Aquí no hay ninguna burocracia que exija tener un conocimiento médico específico. Además, después de un curso en psicofarmacología ya debería permitírsenos prescribir algunos psicotrópicos, siempre bajo supervisión médica, claro. No es tan difícil estudiar la misma (pequeña) cantidad de contenido farmacológico/bioquímico que tienen todos los residentes e internos de Psiquiatría. […] No es la falta de conocimiento la causa de que los psicólogos no tomen decisiones, sino que los médicos llegaron primero, tienen buenas relaciones y conocen bien sus límites profesionales. Deberíamos ser nosotros quienes nos encargáramos, siempre con algo de ayuda de algún médico experimentado en casos de terapia electroconvulsiva, polifarmacia intensiva, desintoxicación, etc., por ejemplo. Y sí, preferiría ser psiquiatra antes que psicólogo. Al menos podría beneficiarme de cosas como su sindicato, poder, estatus, sueldo, responsabilidades, y en algunos casos, la bata.

 

«Usar la coerción puede ser un acto de bondad. […], igual que lo puede ser el tratamiento forzoso. Asumiría la responsabilidad [del tratamiento forzoso] y lo aplicaría de forma compasiva». 

 

«Por cierto, me pregunto cuál es exactamente la parte del tratamiento forzoso en la Psiquiatría que te parece tan terrible. La coerción y la violencia existen en formas muy diversas y todo el mundo está expuesto a ellas, con bastante frecuencia sin que nos demos cuenta de que se está produciendo una coerción/agresión. ¿Qué tiene de malo que se produzca en un hospital psiquiátrico?»

 

Hubo muy pocos que escribieran que, como yo, no querían la potestad de ejercer la coerción psiquiátrica.

«Estoy de acuerdo con Olga. Los psicólogos deberían mantenerse alejados de este campo y dejar que los médicos hicieran su trabajo. No entiendo a la gente que necesita poder o se siente bien por tener una posición de autoridad».

 

También hubo una persona que estuvo de mi parte a lo largo de toda la discusión.

«Solo quiero decir que te entiendo, y que también entiendo lo que estás diciendo – creo. Me parece muy constructivo que por fin haya una colega que se atreva a dar su opinión en nombre del gremio y pregunte qué c*ñ* estáis pensando.

 

He estado especulando mucho desde que se produjo esta discusión. Desde el punto de vista personal, el hecho de que tan pocas personas cuestionaran las consecuencias de que los psicólogos se alinearan hasta ese punto con la Psiquiatría y sus políticas de tratamientos forzosos comenzaba a parecerme alarmante. Que la Asociación de Psicología, que entre otras personas también me representa a mí, haya podido redactar esto como un modelo hacia el que trabajar me resulta desolador. También creo que esto tiene consecuencias muy serias que afectan a la confianza que existe entre el psicólogo y el paciente, puesto que, de aplicarse, comprometería seriamente el papel de los psicólogos de Dinamarca como las personas de referencia a las que acudir en busca de ayuda que son hoy en día.

 

A mayor escala y mirando esta situación a través de la lente de la sociedad, creo que puedo ver por qué mis colegas psicólogos reaccionan así. Empecé con el titular de un periódico nacional que, en nombre del Gobierno, lanzaba la pregunta «¿qué tipo de tratamiento forzoso preferirías?», una pregunta que era casi incapaz de hacerme. Y, sin embargo, es un reflejo de nuestra sociedad. Creo que este debate representa claramente una cara de la sociedad que expresa lo que es aceptable y políticamente tolerado. Esta es la norma, y es una norma cargada de poder y aceptación. No creo que esta sea la voz de la mayoría de los psicólogos daneses, pero creo que su silencio y la franqueza y predominio de los psicólogos que quieren poder prescribir tratamientos forzosos no médicos refleja claramente el punto de vista socialmente aceptado de cómo vemos, clasificamos y juzgamos a los que llamamos «locos», algo que, desafortunadamente, pone de relieve el miedo que existe a ir contra la corriente política actual.

 

Es por este motivo por el que, como psicóloga, quiero hacer una promesa:

 

  • Nunca participaré en el diagnóstico de otro ser humano.
  • Nunca veré a la gente desde el punto de vista de la psicopatología, sino que respetaré las historias de dolor de las personas y el impacto que estas han tenido en su vidas.
  • No apoyaré el modelo médico de angustia mental.
  • Nunca permitiré el tratamiento forzoso.

 

Siempre actuaré en cumplimiento de la Convención de Derechos de las Personas con Discapacidad.

 

Artículo traducido por José Espín.

 

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