La salud mental necesita de la democracia para existir. Los aires democráticos son vitales para la salud mental. Existe una relación intrínseca tan fundamental entre ambas que si una es amenazada, la otra manifiesta síntomas de asfixia y extinción.
Una época puede ser descrita a partir de las patologías que hace circular y de aquellas que invalida. El hecho de reconocer tales patologías en el plano social tiene como consecuencia reconducir el sufrimiento a la condición de matriz productora de singularidades. Esta reflexión permitiría el desarrollo de una articulación entre la clínica y la crítica en el interior de la cual la crítica social parece indisociable de la crítica al diagnóstico. Más específicamente en la transformación reiterada del sufrimiento en patologías especificas (Safatle, 2018).
De acuerdo con Dunker (2017), el sufrimiento es una especie de punto o camino por el cual particularizamos el mal-estar en forma de síntoma. “Todo sufrimiento es transitivista” (p. 243), apunta Dunker, pues cuando sufrimos, creamos identificaciones en las cuales el agente y el paciente de la acción se indeterminan mutuamente. Un ciclo se instala: si una persona querida se enferma, esta sufre porque pierde su salud; usted sufre porque ella está sufriendo; ella sufre porque usted sufre, y así sucesivamente, involucrando a todos aquellos que aman a quien sufre.
Aún, el sufrimiento depende de relaciones de reconocimiento. La experiencia de sufrimiento que es reconocida, sea por quienes nos rodean o sea por el Estado, es diferente del sufrimiento sobre el cual reina el silencio, la invisibilidad o la indiferencia. Por ende, existe una política del sufrimiento, una política que rige el sufrimiento y establece para cada comunidad cuál demanda debe ser sancionada como legítima y cuál debe ser reducida a lo que Freud llamaba de sufrimiento ordinario (Dunker, 2017).
El sufrimiento psíquico es producido y generado por el neoliberalismo a través de políticas neoliberales. El neoliberalismo es un modo de intervención social profundo en las dimensiones productoras de conflicto. Ahora bien, para que la “libertad” como emprendimiento y libre-iniciativa pueda reinar, el Estado necesita despolitizar la sociedad, siendo la única manera de impedir la autonomía necesaria de acción en la economía (Safatle, 2020).
Teóricamente, el neoliberalismo adopta una posición “desocializada” y “des-historizada”, “apolítica”, que supone la libre elección de homo economicus sin vínculo de clase y sin historia. De acuerdo con Bourdieu (1998), el neoliberalismo crea una ficción matemática que beneficia a ciertos agentes económicos, como los grandes accionistas, operadores financieros y políticos conservadores, capaces de proporcionar a esa teoría un poder simbólico que legitima la supresión de las clásicas regulaciones de mercado. Vemos así, la desaparición de las regulaciones del mercado de trabajo, la privatización de los servicios públicos, el retroceso de recursos aplicados en educación y salud, al mismo tiempo que se reducen o desaparecen los recursos destinados a asistencia, previsión y protección social.
El sujeto empresarial, autoengendrado, esencialmente individual y aislado, en la medida que es ajeno al espacio político común, del colectivo, posibilita la corrosión de los derechos y la aceptación generalizada de un mundo de precariedad y de trabajo provisional, basado en la idea de que todos deben correr sus propios riesgos. En este sentido, el fracaso será visto como falta de inversión en el propio capital humano y cada acción pasará a ser evaluada en términos de costo-beneficio. Ese “neosujeto” deberá ser un especialista en sí mismo, empleado de sí mismo, inventor de sí mismo (Safatle, 2020).
Una especie de economía moral se instala así como la producción de descontentos y resentidos que no consiguen alcanzar la performance exigida. Para Cyntthia Fleury (2019), vivimos una nueva crisis de subjetividad en el sentido en que esta es atravesada por diversas presiones: la presión de la racionalización económica, la presión tecnológica y digital que tienda a reducir al sujeto a meros datos, la presión por el perfeccionamiento neural, la presión política que desustancializa el Estado de bienestar social pensando en proteger el Estado de derecho que, por mientras, carga principios cada vez más liberticidas.
La amenaza de hoy es tan grande en la salud como también lo es en la educación. La educación es comprendida como un proceso que ocupa toda la vida del sujeto, por ende, es en la primera infancia que los valores de emprendimiento, competitividad, el alto rendimiento y la conquista de metas y objetivos son enseñados, manteniéndose a lo largo de la vida de la persona como “empresario de sí”.
El neoliberalismo comanda un espacio de producción de subjetividad cuyo eje es la noción de capital humano. La idea de que el advenimiento del neoliberalismo apoyaría una sociedad con menos intervención del Estado (idea tan presente hoy en día) es falsa! El neoliberalismo es un modo de intervención social profundo, a veces (como lo es ahora en Brasil) asociado al fascismo.
El neoliberalismo es un espacio de producción de subjetividades, pues ese sistema no sólo produce bienes y servicios, sino que también, un modo particular de ser sujeto, el del “capital humano”, o “empresario de sí mismo”. El sujeto neoliberal es construido a partir de relaciones orientadas por principios, como la aceptación de un tipo de trabajo flexible que exige la pérdida de autonomía, el deber de adaptación permanente a las nuevas circunstancias, el espíritu de competición y de alto rendimiento, así como también la auto-responsabilización por los propios éxitos y fracasos.
En una sociedad de sujetos emprendedores, considerados enteramente libres y responsables de sus actos, las situaciones de desamparo, desempleo, fracaso, serán vistas como fracaso personal. El sujeto fracasa por no haber sabido gestionar adecuadamente su propia vida, por no haber sabido anticipar adecuadamente los riesgos de sus emprendimientos o por no haber invertido lo suficiente en sí mismo, pero nunca esto será visto como resultado de las transformaciones colectivas y sociales impuestas por la lógica neoliberal que expande la vulnerabilidad social y debilita los lazos de solidaridad.
Algunos saberes como la psiquiatría y la neuropsiquiatría contribuyen a reforzar esa lógica, según la cual, los contextos sociales y colectivos que provocaron el sufrimiento desaparecen, haciendo que cada padecimiento sea visto como una cuestión exclusivamente individual. Dardot y Laval (2010) caracterizan como “diagnósticos clínicos” del neosujeto, del capital humano, los padecimientos psíquicos del sujeto neoliberal. Padecimientos que, aun cuando no configuran enfermedades, muchas veces pueden llevar a la atribución de diagnósticos psiquiátricos ambiguos, centrados en síntomas, que desconsideran los contextos sociales, relacionales, históricos en los cuales los sufrimientos emergen.
Artículo traducido por Nicolás Pérez Macuada y publicado originalmente en la web Mad in Brasil el 03 de marzo de 2021.
Referencias
Dardot, P., & Laval, C. (2010). La nouvelle raison du monde: essai sur la société neoliberal. Paris: La Découverte.
Dunker, C. (2017). Reinvenção da intimidade: políticas de sofrimento cotidiano. São Paulo: Ubu Editora.
Fleury, Cynthia. (2005). Les pathologies de la démocratie. Paris: Fayard.
Fleury, Cynthia. (2019). Le soin est um humanisme. Paris: Gallimard.
Safatle, V. (2018). Patologias do social: arqueologias do sofrimento psíquico. Belo Horizonte: Autentica.
Safatle, V. (2020). Neoliberalismo como gestão do sofrimento psíquico. Belo Horizonte: Autentica.
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