Los grupos de apoyo mutuo en salud mental buscan la forma de seguir organizándose y generar redes de autodefensa tras la declaración del estado de alarma, en medio de una crisis de cuidados y una precarización laboral que se agravan cada vez más.

En abril , en pleno confinamiento domiciliario, este artículo publicado en El Salto esbozaba un mapa de experiencias de cuidados basadas en el apoyo mutuo frente al sufrimiento psicosocial. Los elementos apuntados en el texto son muchos: las iniciativas surgidas, los límites de la virtualidad, los efectos del distanciamiento, la crisis de cuidados en atención recibida, en los ingresos, la precariedad en el acceso y condiciones de trabajo… Meses más tarde cada uno de los elementos señalados sigue sobre la mesa en un contexto fluctuante donde los vínculos de cuidado colectivo amplifican su solidez ante el aumento de las limitaciones de los recursos sociosanitarios.

Escribía María Zambrano que “convivir quiere decir sentir y saber que nuestra vida, aun en su trayectoria personal, está abierta a los demás, no importa que sean nuestros próximos o no; quiere decir saber vivir en un medio donde cada acontecer tiene su repercusión, no por ininteligible menos cierta”. Con esta idea de convivir y abrir lo personal a lo colectivo surgen los GAMs, Grupos de Apoyo Mutuo entre personas que están pasando o han pasado por experiencias de sufrimiento psicosocial. Se reúnen para compartir sus propias experiencias, aprender unas de otras, dar y recibir apoyo entre iguales y establecer vínculos afectivos, en un entorno de seguridad y confianza. Trabajan de manera asamblearia, bajo el principio de la horizontalidad, en primera persona y sin figuras de poder como profesionales de salud o familiares.

Tras la declaración del estado de alarma por la emergencia sanitaria estos GAM también han visto interrumpida su dinámica habitual. La mayoría está tratando de organizarse de forma telemática, con grupos de chat, incrementando las llamadas telefónicas y realizando asambleas por vídeo-conferencias, unas con más participación que otras.

Sandro Iaboni, miembro de Mejorana (Iruñea), admite que esta situación está teniendo un efecto desastroso por la dispersión que ha supuesto en el grupo. “Nos habíamos propuesto mantener la cita semanal vía WhatsApp pero no ha tenido éxito ya que muchas personas no utilizan las redes sociales”.

También está afectando a grupos que estaban empezando a coger fuerza como es el caso del Zoroa en Bilbao, al que “el estado de alarma ha afectado en las actividades asamblearias y ha parado nuestros esfuerzos para conseguir un funcionamiento constante”, comenta Koldo, integrante de Zoroa. Tienen un grupo privado en redes sociales, “ahí es donde colgamos cosas prácticas y también debatimos sobre cuestiones que están ocurriendo como abusos policiales, declaraciones o protestas”, añade. “Aunque la gente más vulnerable no participe abiertamente, lee y agradece la actividad de sus compañeras”.

Para Hierbabuena, organización que agrupa a varios GAM de Asturies, “el desafío fundamental ha sido cómo solucionar los problemas de comunicación; no teníamos idea de cómo poder relacionarnos desde nuestras casas para detectar necesidades, apoyarnos y ofrecer compañía”.

En el GAM de mujeres de la Red de GAMs de Valencia están manteniendo una comunicación muy fluida. “Todos los días se hacen vídeo-conferencias. Nos conectamos de cuatro en cuatro por Whatsapp y está siendo un apoyo fundamental. Estamos compartiendo fotos de nuestro encierro, de la casa, de lo que sentimos y queremos hacer una exposición cuando todo esto pase”, comenta Lola. Otra compañera del GAM de mujeres que prefiere no dar su nombre afirma que lo que le está ayudando es “buscar la interacción con el resto de las personas, saber que al otro lado hay gente, que no estoy sola”. José, compañero de otro GAM de la red, añade que para él es fundamental establecer una rutina diaria y mantener el círculo de familiares y amistades vivo, “no perder esos vínculos”.

En la red de GAMs ActivaMent de Catalunya han optado por utilizar la plataforma Jitsi Meet para realizar sus asambleas. La respuesta ha sido buena, como explica Mònica Civill, del GAM de mujeres: “estamos participando prácticamente las mismas mujeres y tratamos de hablar por WhatsApp o por teléfono con las personas que no se pueden conectar para que se sientan menos solas y aisladas”. Han querido ir más allá de las reuniones de los GAM y para ello han creado nuevos espacios virtuales en los que poder juntarse cuando quieran y lo necesiten. Son espacios de entretenimiento abiertos a personas que no pertenecen a ActivaMent pero que viven experiencias de sufrimiento psicosocial. “Están siempre basados en la transversalidad, el respeto y la empatía y nos facilitan sobrellevar mejor el encierro, distraernos socializándonos”, comenta Laia Oliva, socia de Activament.

G., integrante del GAM de Compostela, destaca sin embargo que llevar las reuniones de forma online no es fácil, “no hemos conseguido nunca reunirnos todos, pero nos parece significativo que en esta situación de alarma nos reunamos más veces. Tenemos necesidad de comunicarnos”, señala.

LOCUS* es un proyecto afincado en Vallecas (Madrid) que reivindica la convivencia con la locura desde una perspectiva antipsiquiátrica y comunitaria y que explora la creatividad desde los márgenes culturales como herramienta de autogestión del sufrimiento psíquico. Afirman que, “como buenes millennials atravesades por la era informática, antes del confinamiento ya teníamos un chat grupal muy activo”. Consideran importante prestar atención a las formas: “comunicar y respetar nuestros límites para cuidarnos y no sumar sufrimiento, usar trigger warnings cuando se comparten noticias, vivencias o estados de ánimo… la avalancha digital es útil pero muchas veces contribuye a la ansiedad colectiva”. Añaden que, “eso sí, echamos de menos vernos, sabernos corpóreas”.

Límites virtuales

La situación de confinamiento está afectando de formas diversas a las personas que participan en estos grupos de apoyo mutuo. La mayoría coinciden en la sensación de echar de menos el GAM y la necesidad de contacto directo. “El lenguaje no verbal juega un rol muy importante en nuestras reuniones y buscar las palabras adecuadas para explicar un estado de ánimo es muy difícil”, dice Sandro. “El GAM sirve para desahogarse, simplemente con una risa o una lágrima, pero, ¿cómo se explica una lágrima en un mensaje?”, se pregunta. Por su parte, Laia añade que “se echa de menos la presencia de los compañeros y compañeras, las asambleas, los proyectos… para mí el GAM es una vía de escape”. Resalta también que “somos diferentes personas, por lo tanto la situación de pandemia y encierro nos afecta de diferentes maneras, a algunas nos afecta más el encierro, otras lo llevamos mucho mejor”.

El confinamiento también puede generar una especie de auto-cuarentena, de aislamiento psicológico. Es el caso de Sandro: “estoy notando que doy pasos atrás. Había reconquistado la calle, la gente, el gusto de compartir. El aislamiento me está asustando, porque me asusta el hecho de que en algunos momentos “me gusta” no tener que levantarme temprano, no tener que afeitarme todos los días, y no saber ni qué hora es. Esto era el yo de los momentos peores, y está volviendo”. En este sentido, Mónica considera que hay que prestar atención a que “nadie se quede aislado”. “La mayoría de gente sufre de mucha ansiedad y mucha necesidad de hablar y compartir los malestares, que no son precisamente individuales sino colectivos”, añade.

Lola comenzó a tomar pastillas para la ansiedad al principio del confinamiento pero “con los días empecé a hacer cosas para distraerme y a sentirme mejor. Lo que me molesta un poco es salir y ver las calles vacías, las colas de los supermercados, me ponen un poco nerviosa y sale mi pareja”. En esto coincide Raquel, compañera del GAM de mujeres de Valencia: “me impresionan las distancias, la policía, me recuerdan a un estado militar y, aunque estoy de acuerdo con las medidas que se han tomado, me da miedo que en un futuro se puedan coartar libertades y derechos individuales”.

“El confinamiento se está cebando con la gente más vulnerable, mediante la opresión policial y la violencia machista, racista y capacitista” afirma Koldo. Algo que comparte G., de Compostela: “el estado capacitista se olvidó de las personas que tenemos problemas de salud mental. No nos tuvieron en cuenta para nada. Hay gente que necesita salir a la calle por salud mental”.

Desde LOCUS* consideran que “la situación general refuerza la estigmatización mediática del colectivo loco y perpetúa la invisibilización de las temáticas sociales conectadas al sufrimiento psíquico”. Denuncian, además, “las implicaciones clasistas y capacitistas en las recomendaciones de las autoridades para llevar bien el aislamiento”. El encierro, explican, “genera ansiedad incrementando la sensación de aislamiento, reforzando situaciones de violencias y abusos asociadas al hogar, reactivando el estrés post-traumático… y reduce nuestro espacio de maniobra para enfrentar el sufrimiento, como el alejamiento físico de la fuente del sufrimiento o el encuentro presencial con seres queridos”.

Sin embargo, “muchas personas están fortaleciendo el apoyo mutuo, sosteniéndose unas a otras con una empatía particular fruto de haber conocido en primera persona lo que es la angustia, ansiedad, claustrofobia, soledad, depresión” afirman desde Hierbabuena. Incluso “se da el caso de gente que en estos días ha mejorado al verse aliviada de la presión social anterior o la obligación de seguir unas pautas impuestas desde fuera, como salir a la calle, relacionarse socialmente u otras”, añaden. También son conscientes de que, más allá de las personas diagnosticadas por la psiquiatría, está habiendo un aumento de situaciones de sufrimiento psicosocial sobrevenidas en personas que antes no lo padecían. “Creemos que nuestro colectivo y organizaciones tenemos mucho que ofrecer en estas circunstancias desde nuestra experiencia no solo en acompañamiento, apoyo mutuo o trato con y entre personas con problemas de sufrimiento psicosocial, sino también en los procesos personales y grupales de recuperación respecto a esos estados”.

Redes y recursos

Gracias a la proliferación de los GAM a nivel estatal se está empezando a tejer una red de grupos de diferentes ciudades. Según Koldo, para su grupo ha sido fundamental recoger experiencias y adaptarlas a sus características. “Saber que hay gente en todas las ciudades, que se está organizando nos da seguridad para caminar. Es esperanzador ver como cada vez más personas con sufrimiento psíquico buscan por las redes o mediante GAM maneras para llevar su día a día con más fuerza y superar los estigmas”, explica.

En Asturies, Hierbabuena participa en una coordinación de esfuerzos entre entidades sociales a través de la Red europea contra la pobreza y la Plataforma de voluntariado. También están en contacto con distintas redes vecinales y de apoyo mutuo en población general, unas ya existentes a partir de iniciativas previas y otras que han surgido a raíz de esta crisis.

Algunas de las socias de ActivaMent ofrecen apoyo a quienes tienen una dificultad mayor para salir, como compañeras con problemas de inmunodeficiencia, en cuestiones logísticas de la vida, como llevar la compra a casa. Otras participan en redes de apoyo de su barrio.

LOCUS* colaboran con el programa juvenil Quiére-t Mucho, con el que están preparando una charla online sobre ‘la locura’ y una intervención en Radio Vallekas sobre recursos activos en salud comunitaria. Como vecinas colaboran con Somos Tribu, una iniciativa de apoyo vecinal surgida en la actual crisis sanitaria. Son muy activas en Instagram, donde  han traducido uno de los post de @the_queer_counselor con recomendaciones sobre coronavirus y salud mental.

Cada vez más GAMs tienen perfiles en redes sociales desde los que comparten contenido relacionado con el activismo en salud mental y recursos como la Guía de acompañamiento psicosocial para la crisis de coronavirus, la Declaración de las principales agrupaciones del movimiento internacional de supervivientes de la psiquiatría, el documental Zauria(k). Locura, cuerpo, feminismo, o las publicaciones en pdf editadas por la Biblioteca Social Hermanos Quero: Saldremos de esta y Más allá de las creencias.

Crisis de cuidados

En enero de este año, el Defensor del Pueblo reclamaba al Gobierno del Estado español y a las comunidades autónomas incrementar recursos de atención psicológica, extender esta atención al ámbito de la atención primaria y crear más plazas de formación especializada. Los últimos datos oficiales sitúan una media de 6 especialistas en la sanidad pública por 100.000 habitantes, cuando la media europea es de 18. Tal como se reconoce en el informe, “existe una insuficiencia estructural de recursos humanos y materiales que se traduce en una pobre respuesta a la fuerte demanda existente”.

Esto se une a que, de forma general, la atención en salud mental “es casi exclusivamente médico-sanitaria, de psiquiatría mayoritariamente psicofarmacológica”, denuncian desde Hierbabuena. Se hace un uso desproporcionado de medicamentos, “la mayoría con patente reciente y precio desorbitado, lo que lastra los presupuestos en salud mental”, comentan.

Es por esto que existe una sensación general de abandono en la atención sociosanitaria pública en la situación actual. Las citas presenciales se han cancelado y en muchos casos no se está realizando seguimiento. Para Koldo esto es habitual, “no creo que vayan a tomarnos como una prioridad en este estado de alarma”. Como señalan desde LOCUS*, “muches ya vivíamos en estado de alarma en nuestro cotidiano”.

En Catalunya la atención depende del centro de salud mental. Mònica comenta que ella no ha recibido ninguna llamada, “ni se han puesto en contacto conmigo de ninguna otra forma, ni para cancelar la visita que tengo el próximo mes, ni para saber cómo estoy”. Raquel, del GAM de mujeres de Valencia, tuvo más suerte con su psiquiatra y antes del confinamiento “arregló todo para poder hacer una cita de urgencia. Ahora no tengo citas, pero he podido llamar al centro en alguna ocasión”, comenta. En Compostela, en cambio, sí se están realizando seguimientos telefónicos.

Suspender las citas sociosanitarias y no habilitar teléfonos específicos genera que la única opción en casos de crisis sea llamar al 112. El problema está en que “hay gente tiene miedo de llamar al 112 ya que muchas veces supone que llegue antes la policía que el SAMU, con lo que la situación se tensa mucho y es posible que te reduzca la policía, en una escalada de violencia que llega hasta el hospital”, señala Lola.

Aunque hay algunas excepciones, como nos comentan desde Compostela, también se han cerrado sin ofrecer alternativas los centros de rehabilitación psicosocial, los de atención a drogodependencias y los hospitales de día, con lo que supone de desatención a estas personas, “llegando incluso a poner en riesgo su recuperación”, denuncian desde Orgullo Loco Madrid.

Hospitalización psiquiátrica

En las unidades de hospitalización psiquiátrica se han restringido todas las visitas y las comunicaciones con el exterior son escasas o nulas, lo que se añade a la “situación de privación de libertad” de las personas ingresadas, señalan desde Hierbabuena. Hernán María Sampietro, de Activament, comenta que en Catalunya se decidió “liberar a quienes ya estaban ingresadas una vez que cumplían el tiempo de cuarentena independientemente de cómo se encontrasen de salud mental”.

Desde Orgullo Loco Madrid denuncian que “la vulneración de derechos humanos en las plantas de psiquiatría y en los centros de larga y media estancia se pueden ver agravadas en esta situación, donde por falta de personal los usuarios están encerrados en sus habitaciones, sin poder salir al exterior más que una vez al día”. “Sin alternativa ninguna, está todo paralizado”, señala B., del GAM de Compostela. Así ocurre, por ejemplo, en un piso tutelado de Valencia donde una de las participantes de LOCUS*  denuncia que “sólo pueden salir acompañades de une educadore y por la falta de personal no salen, les han separado por turnos y la mitad del día la pasan en las habitaciones”.

Precariedad económica

Las personas con diagnóstico psiquiátrico suelen encontrarse con dificultades para acceder a trabajos estables o normalizados. Muchas de ellas viven “con ayudas insuficientes o irrisorias pensiones por discapacidad”, señala Koldo. “Estamos todas en paro, con pensiones no contributivas y solo con trabajo terapéutico”, añade G., desde Compostela.

Por otro lado, muchas trabajan en las llamadas empresas de inserción sociolaboral que, sostenidas con ayudas públicas, ofrecen trabajos con salarios precarios. Este sector “perpetúa la discriminación total de las psiquiatrizadas, a la vez que nos categoriza como personal de baja cualificación y fácilmente explotable”, afirma Koldo. Según Hernán María, “en algunos centros especiales de trabajo en vez de aplicar un ERTE les han dado vacaciones, lo cual es absolutamente ilegal”.

Eneko Urra es delegado sindical de LAB en el comité de empresa de Elkarkide (Navarra), una empresa, según su web, “referente en integración sociolaboral de personas con discapacidad, enfermedad mental y en riesgo de exclusión social”. En 2018, tras 13 días de paros y movilizaciones, consiguieron negociar un convenio colectivo digno. La primera semana de la declaración del estado de alarma la empresa les aplicó flexibilidad: no trabajarían, pero tendrían que devolver esas horas a la empresa. El 23 de marzo presentaron un ERTE que incluía esos días. “Nosotros no estamos de acuerdo”, señala Eneko. “Si el 70 % del sueldo va a estar subvencionado, queremos que la empresa pague el 30 % que vamos a dejar de cobrar”. Y es que la situación económica de muchos de los trabajadores y trabajadoras es dramática. “Los sueldos del sector están en el mínimo y así no da para cubrir los gastos cotidianos”, continúa. Por otro lado, augura que “después de esto habrá muchas bajas por motivos psicológicos, hay gente que lo está pasando mal en sus casas y no tiene la vía de escape de la socialización en el trabajo”.

Asociaciones que tienen personal laboral, como Hierbabuena y Activament, viven también momentos de incertidumbre debido a la falta de ingresos. “Las cuotas se reducen, las subvenciones públicas están suspendidas, no se pueden implementar los proyectos de ayudas privadas y las actividades económicas de la asociación están todas canceladas”, señala Hernán María. “La situación es muy delicada para nosotras”, añade.

Trabajadoras culturales como Sandro, actor de Ados Teatroa en la obra sobre salud mental “Lloviendo ranas”, o las del equipo motriz de LOCUS* también han visto suspendidos sus trabajos y con ellos sus ingresos. Para hacer frente a la precariedad del sector, LOCUS* participan del Proyecto Galaxxia. Desde ahí tratan de repensar el trabajo y sus prácticas “desde el pensamiento situado y el apoyo mutuo como gesto de insumisión ante la dictadura de la inmediatez”.

El aumento de la precariedad también genera que personas que utilizaban terapia psicológica privada reduzcan el uso de este recurso y no sepan si podrán seguir pagándolo. Desde Orgullo Loco Madrid remarcan que “el derecho de toda persona a la salud mental pasa por garantizar las condiciones materiales de todas las personas y combatir opresiones como la homofobia, la transfobia, el machismo, el capacitismo y el racismo, todas causantes de problemas de salud mental”.

Redes de autodefensa a distancia

El 29 de marzo, un joven racializado y su madre sufrieron una agresión policial por parte de varios agentes de la Ertzaintza en la calle San Francisco de Bilbao. Unos hechos denunciados por SOS Racismo Bizkaia y varias organizaciones más. Diversos colectivos, asociaciones y activistas en primera persona en salud mental publicaron un pronunciamiento al que se han adherido 26 colectivos, muchos de activismo en salud mental en primera persona, asociaciones de familiares, y otros colectivos de activismo feminista, antirracista y antifascista. Grecia Guzmán, de Activament, añade que “hay mucho trabajo que hacer sobre interseccionalidad y sobre las diferencias que puede haber en la experiencia psíquica cuando tu estatus de ciudadanía es de segunda, no solo por motivos de salud mental o de discapacidad, sino también por migración o racialización cruzadas con la clase social”.

“Ha sido muy gratificante ver cómo existe una autodefensa real a distancia entre los GAM”, comenta Koldo. “El confinamiento está afectando a la gente más vulnerable, pero las locas de todo el estado están atentas de cualquier vejación o abuso que se dé contra cualquier diversidad mental, y están codo con codo con otros movimientos subversivos de protesta. No queremos seguir viviendo en este sistema racista, machista, clasista y capacitista”.

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