Como de agradecidos está lleno el mundo, ahí va: gracias a la compañera por este impresionante artículo, por su coraje, por insPirarme a sumarme a este llamamiento: «…tiene un sentido político (como el reconocerse en la vulnerabilidad y darle a la propia vulnerabilidad un espacio público)». También a los y las compañeras del colectivo en primera persona, FLIPAS GAM, a ORGULLO LOCO y por supuesto al resto de compañeres de viajes. Desde que me uní al Artivismo loco en FLIPAS, algo cambio en mí, increíble, pues nunca imaginé que rodeado de «loc@s», con mi modesta locura, a veces histriónica: ¡por favor hacerme caso, soy un niño incomprendido y que necesita mucho afecto!; podría llegar a sentirme mejor conmigo mismo.

De repente al leer el artículo de la compañera algo hizo ¡clip!, quiero expresarme, quiero hacer de la vulnerabilidad mi virtud, en primera persona, una cuestión política. Aunque con mi compañera y con el libro que escribimos, que presentamos, ya nos dimos cuenta de que con nuestras debilidades modelamos fortalezas, ¿o castillos en en el aire para un mundo utópico?

…y ¿por qué soy un sufridor psíquico? En el lenguaje activista loco no se habla de enfermedad mental, hay unas cuantas expresiones más realistas: sufrimiento mental o psíquico, diversidad mental, diversidad funcional, problemas de salud mental. El concepto «enfermedad» mental le reporta dividendos a la alianza criminal: PsicofarMAFIAceútica y Psiquiatría oficial; es decir, lanzas del Capital y el Estado, vaya suma, ya la conocemos. Otro campo de batalla para la clase trabajadora. Si no produces, el sistema totalitario mercantil te ofrece pastillas para dormir y recursos asistenciales, de recuperación, en salud mental infradotados económicamente. Aunque es cierto, del régimen manicomial al sistema comunitario en salud mental, es un avance. Aquí algun@s profesionales, desde la vocación, el afecto y una práctica humana y psicosocial, hacemos un trabajo épico, ¡joder!

A la cuestión, voy hablar en primera persona. Llevo una buena temporada apático, triste, serio, pero sin estar especialmente preocupado por todo ello. Sin querer ver a mucha gente, aunque sienta que me aprecian y me demuestran cariño. Lo único que quiero hacer es mantener una militancia política que sume a la reforma/revolución social; cuidar y que me cuiden, con gente cercana, tampoco puedo mucho más; y seguir con mi trabajo y mi activismo en salud mental donde sé que tengo algo que aportar. Así escrito no parece poca cosa.

¿Por qué me doy importancia? ¡Porque me quiero!, porque valido mis sentimientos, aprendiendo a cuidarlos para que no me dañen ni a mí ni a otros «seres sintientes»; porque valido mis argumentos, siempre dispuesto a rebatirlos. Arriesgada tarea, por enfrentarme a mí mismo y a otros, otras; por aceptar errores y someter mi ego distópico. 

Pero ¡ojo!, no todo es tan maravilloso, de repente ocurre algo que me dispara una serie de pensamientos negativos, que debilitan mi autoestima, interpreto algún gesto como un rechazo hacia mí, y ¡ostias!: algo se derrumba en el interior de mi cuerpo, puedo sentirlo perfectamente, desconecto, cambia mi actitud, pierdo el hilo de la conversación y mi capacidad para charlar, me vuelvo vulnerable, inseguro. Una cascada de pensamientos me abordan: «algo he debido de hacer mal», «¿qué será?», «¡¿cuándo?!» Imagino situaciones (…), y no quiero estar, no quiero sentir. ¿Será por estas elucubraciones por las que, a veces, no quiero relacionarme?

Esto me genera mucha angustia, y tengo ese «rum-rum» en mi cabeza, remolinos, fuga de ideas de bajo curso, recuerdos «hechos de mimbres». Puedo discernir: igual lo estoy magnificando, lo estoy malinterpretando, o ¡no!, porque he cometido equivocaciones de «ser egodistónico», «homo impulsus» o «persona cuerda». Y pido disculpas: «por mi culpa, por mi gran culpa». Un poco de autocomplacencia, y a seguir viviendo la vida loca. Es típico oír: «no tienes que gustarle a todo el mundo». Cristalino, no pretendo eso, la cuestión para mí es algo más compleja, es una parte de mi personalidad que ha crecido así, y me hace sufrir. Llegar al abismo del inconsciente, si es que quisiera, sería una importante suma de dinero en terapias psicológicas.

Es cierto que he aprendido a no darle tanta importancia, a vivir con ello, a centrarme en mis planes que me realizan, pero hubo épocas de mi vida que me machacaban hasta tal punto que no conectaba con mis «obligaciones», que me hacía padecer: insomnio, sustancias evasivas, ansiedad. También  convivir con otros «yoes», y conseguir que en cada batalla gane el que me enamora, y someter al egoísta, al malévolo, al impertinente, etc… jaja, igual tampoco son más, no me tiro el rollo.

Este camino en momentos históricos ha sido doloroso. He culpado a otros u otras por no haberme comprendido, por haberme ignorado, por no escucharme, por no dejarme hablar. El dolor, a veces justificado, otras malinterpretado, me lo hago yo mismo. Al final la intensidad del daño, si tengo herramientas personales, la regulo yo, junto al valor que le doy a la otra persona. Tarea difícil cuando estás enganchado a la necesidad de cariño, de validación.

¿Por qué tengo necesidad de justificarme constantemente, que se me comprenda bien? ¿Por qué necesito tanto afecto? Puedo pensar que no es normal: «maldita normalidad y maldita normopatía», tuve un pensamiento fugaz. Que es una anomalía, quizás una etiqueta psiquiátrica personalizada: Trastorno del cariño compulsivo, con ideaciones filosóficas y exaltación de la personalidad artística. 

Es bueno que me acepte así, con esta «sintomatología» y además que lo trasmita, no para que se me dé más cariño, porque igual ni lo necesito, joder qué revuelta emocional. Para explicarme de dónde vienen estas necesidades exacerbadas, tengo que jugar a ser mi propio psicoanalista, pienso en mis vivencias, en mi infancia, adolescencia; llego a conclusiones que me convencen, al menos me valen para sentirme mejor, y además me perdono. Fui un niño alegre, inocente, inquieto, supongo que como muchas y muchos de nosotros, y ahora soy como un café amargo e intenso, y me gusta. Volver a etapas anteriores no tendría sentido, y quizás sería «contranatura». Como enseña El Principito: «el problema no es crecer, sino olvidar. Ver con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos«. Esto me trae a la cabeza los traumas, las contaminaciones mutuas, el propio ego, la falta de implicación para entender, lo que pueda entenderse y no vulnere los derechos humanos, matizaría. Todas las experiencias vitales son como una venda en los ojos, que quizás, no nos deje ver lo esencial.

Observo a personas que portan diagnósticos impuestos por otros, en lugar de encontrar una explicación profunda, compartida, una biografía que averigüe qué ha pasado en su vida. Que exteriorizan comportamientos y recordatorios de etapas vitales anteriores. Enredos de momentos pasados, donde no se resolvieron los problemas de manera adecuada, de mucho sufrimiento, de abusos, etc…, y sin duda, algo se rompió en el interior. Gracias, compañero.

Voy a hablar de mi pareja: oficialmente loca, entró por la puerta grande del circuito internacionalista de la Psiquiatría, del universo diagnóstico, del monocromo pastillero de L-M-X-J-V-S-D. Una persona con una calidad humana impresionante, de una nobleza que nunca tendrán esas casas nobiliarias que amasaron sus riquezas a sangre y fuego. Es una niña vulnerable y una mujer rota, que tiene que aprender de nuevo a ser… ¿no sé, el qué? Ella lo decidirá, y yo la acompañaré, y vice-verso tras verso.

Quiero aprovechar este artículo para escribir sobre algo que tenía pendiente, la maternidad y paternidad, pues en un chat de crianza me quedé con esas ganas. Cuánta presión social para las «malas madres», fueron testimonios de los que aprendo y respeto. Que me conectan, no como «mala madre», obviamente, sino como compañero de una «loca mala madre». He visto sufrir a una madre porque no pudo darle pecho, porque no podía cuidarle, y empezaron los ingresos psiquiátricos, muchísimos en unos cuantos años. Unos quince, desde un par de días hasta 15 o 20 días como máximo, no voy a mirar los papeles para saberlo con exactitud.

Nos hemos sentido sol@s en la crianza, aun sin estarlo, aun sabiendo que todes tenemos tantas obligaciones y escasos tiempos, que hacer una red de crianza es ardua tarea, otra utopía. Y que tampoco ha de quererse. Cuando ella estaba ingresada, me he sentido malditamente solo, y repito, he tenido ayudas, pero ese sentimiento se me incrusta. Nadie es responsable de él, salvo yo. No sé que necesidades debo de cubrir más para no sentirme así.

Floto en soledad, escucho música melancólica y me siento mejor. La cara oculta de la soledad es un nuevo viaje submarino, que sacaremos a la superficie, sabremos darle su merecida dignidad como Corazones de Frankenstein. En relación a la soledad, aquí voy a tirar un poco de análisis crítico. Al retirarme de determinado tipo de ocio: bares, fiestas; o de prolongar el tiempo relacional y existencial que hay fuera del espacio político; es más difícil mantener ciertas redes de amistades o apoyos.

De repente siento vergüenza por abrirme en este artículo o por solicitar ayuda cuando la necesito; o me siento rídículo cuando escribo en un chat, me pregunto si esto no será una manera de paliar esa soledad. Me siento VULNERABLE; pero ahora voy y, ¡lo justifico políticamente! ¡Pues sí! Órdago al sistema individualista que culpabiliza a las personas por tener problemas de salud mental, de ser un insatisfecho, una amargada, porque quieres. ¡Viva la dictadura de la felicidad!, ¡del capital! Correlación de fuerzas: deseos y consumo. Vivimos y producimos en colectivo, en comunidad. Subsistir y entenderse es cuidarse, es organizarse, es democratizar y acompañar al malestar/bienestar/…/…, como en una montaña rusa. Es POLÍTICA con mayúsculas. Practicar la validación de sentimientos es CONTRAPODER; al sistema totalitario mercantil le interesan personas castradas emocionalmente, es proporcionalmente inverso al sentimiento de solidaridad. Dolor psíquico en las sociedades sin tiempo. Gracias compañera.

Un profesional con bagaje en el ámbito de la salud mental me dijo: «las personas somos muy básicas, como un lenguaje binario: 0-1. Funcionamos con afecto o sin él». Se me grabó, de ahí retome mi lado más salvajemente jipi. El afecto es terapéutico y la fraternidad revolucionaria. Me reafirmé en muchos de mis pensamientos, creo que al sistema capitalista le interesa que saquemos a pasear nuestra cara más violenta, envidiosa, posesiva, resentida, etc. Aunque a veces sean mecanismos de defensa. Es bailar con su música. Manejan los resortes del poder egopático. Es su esencia, es violencia estructural. Poner la música que más nos convenga y bailarla cuándo queramos, difícil tarea. No todo el monte es un vergel. El crecimiento económico es limitado.

Ser uno mismo es complicado, si eres una persona, como es mi caso: intensa, inquieta, expansiva, con necesidades de afecto y valoración por encima de la normalidad, que a veces tiene miedo a equivocarse, a complicarse la vida, a Ser. Evidentemente agoto, «rallo», demando en exceso, buf… y claro, a veces, no puedo comportarme como si nada de esto fuese así, porque así es, y aquí entra en juego lo que pueda y me interese cambiar o no. Otro equilibrio sin más: Mente/Corazón.

Un final agridulce: Por favor no quitéis la razón a un persona por ser «loca», el cuerdismo también mata. El argumento para discrepar no debe ser el grado de locura o excentricidad, y por lo tanto: «no sabe lo que dice». ¡Sentencia! Además de ser incierto, los procesos mentales son subjetivos y están cargados de razones propias y válidas. Se trata de respetar la diversidad. Cuando este respeto deslumbra por su ausencia, duele mucho; y se llama ningunear. Los argumentos se rebaten con otros argumentos, para eso tenemos la conciencia, «de clase», el diálogo y la reflexión. 

…ummm, ¿qué raro?, ¿la especie humana sufre?…¡esa que abandona y mata a los monstruos!

Gracias por leerlo. Salud.

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