Este texto se publicó originalmente en Mad in America en abril de 2013. Aunque ha pasado ya tiempo de su publicación original, decidimos traducirlo para publicarlo aquí como manera de poder tener en mente otro referente más ahora que están apareciendo en medios de comunicación varias referencias a proyectos alternativos a la hospitalización psiquiátrica, como son el proyecto de Casa de Cuidados para mujeres en crisis en el que se está trabajando en Madrid o La Casa Polar gestándose en Catalunya, entre otros. No hay aún demasiada información sobre la Runaway House de Berlin en castellano, aunque en inglés sí podemos encontrar más textos (aquí, aquí o aquí).

En la parte más norteña de Berlín uno encuentra la llamada ciudad jardín de Frohnau. Aquí se encuentran los ricos y prósperos de la capital germana; es una comunidad que personificaría la perfección si fuera solo por sus residentes. 1996: Un patito feo ve la luz del día justo en medio de las villas; la Weglaufhaus (Casa Fugitiva) es erigida para luchar contra las convenciones psiquiátricas en salud mental y ayudar aquellos etiquetados como “enfermos mentales”. No solo este barrio, también la ciudad de Berlín y el gobierno alemán tuvieron que llevar sus mentes más allá de sus límites para comprender y aprobar el concepto, algo que solo ha sucedido parcialmente a partir de su inicio. La cuestión en la mente de muchos era: ¿Funciona realmente este concepto y supone una buena, o incluso mejor, alternativa? Una mirada más de cerca a las instalaciones y sus raíces en la anti-psiquiatría atraviesan una consideración del impacto que tuvo en el individuo. 

La Weglaufhaus ‘Villa Stöckle’ (‘Casa Fugitiva’) es una instalación antipsiquiátrica y psicosocial para la intervención en crisis. Se mantuvo y aún se mantiene, junto con su asociación fundadora, en las fronteras de la lucha para humanizar la ayuda en el campo de la salud mental.

La Verein zum Schutz vor psychiatrischer Gewalt e.V. (Asociación para la Protección contra la Violencia Psiquiátrica) fue creada a finales de los 80 y se materializó a partir de un deseo de crear un recurso para las crisis que trabajase usando un acercamiento antipsiquiátrico, inspirada pero no del todo igual a sus contrapartes holandesas (Wegloophuizen). Hoy en día la asociación puede que sea el colectivo antipsiquiátrico más visible de Alemania, siendo la Weglaufhaus única dentro de las fronteras del país y más allá.

La asociación que fundó y es responsable de la casa es parte de la Red Internacional de Usuarios y Sobrevivientes a la Psiquiatría y desarrolló la Weglaufhaus, junto con otras iniciativas, para concienciar y cambiar la situación actual de la atención profesional en salud mental, una situación que desean cuestionar. Aparte de esto, la función principal de la Weglaufhaus es brindar apoyo, seguridad y refugio a las personas «heridas por la sociedad y la psiquiatría». Aquí una persona puede recoger y reunir las piezas de su vida, a menudo desperdigadas, y construir sobre una nueva base sólida el futuro que elija por sí mismo; esto es, cuando todos los terceros que estén necesariamente involucrados se unan para ello.

La Weglaufhaus puede sonar como una utopía para los llamados locos, viendo lo lejos que está de alinearse con las convenciones para el cuidado de la salud mental.

Celebración del 15º aniversario de la Casa

¿Es esta sobresaliente organización un éxito? Después de todo, tiene una historia relativamente larga y ha acogido a cientos de personas. ¿O es un fracaso? Hasta el día de hoy, todavía lucha por su existencia y solo se acepta parcialmente como un recurso que hace las cosas bien. Una pregunta imposible de formular por separado es por qué el enfoque estándar de la psiquiatría prevalece en la mirada de muchos y qué función tiene realmente en la sociedad. O tal vez las mejores preguntas serían: ¿Está la psiquiatría a la altura de sus afirmaciones? y; ¿Hay sentido en y para la antipsiquiatría?

Opuesto a las Convenciones

El prefijo «anti» indica un punto de vista opuesto a una estructura mayormente aceptada por la sociedad, en el caso de la antipsiquiatría, el cuidado de la salud mental en general y la psiquiatría (civil)1 en particular.  La atención a la salud mental difiere de un país a otro y, por lo tanto, es difícil adoptar una postura desde una perspectiva global. Además, de un individuo a otro que trabajen en el mismo campo, el enfoque puede estar a años luz de distancia. No obstante, el terreno común parece ser la afirmación de que la atención a la salud mental proporciona estructuras de apoyo a las personas para obtener o recuperar una vida autónoma satisfactoria, o que exige y facilita estructuras para las personas que no pueden vivir de manera autónoma.

El movimiento antipsiquiátrico sostiene que la psiquiatría (la mayoría de las veces) no cumple con este objetivo y, posiblemente, incluso les quita esta oportunidad a los individuos, eventualmente causándoles más daño.

Un argumento que se utiliza de manera frecuente en favor de la psiquiatría es que los pacientes psiquiátricos no pueden decidir por sí mismos qué es lo mejor en su situación. Una diferencia fundamental en los puntos de vista se puede encontrar aquí. El movimiento antipsiquiátrico  generalmente reconoce la angustia mental y lo positivo de aprender a resolver o encargarse de las situaciones. Aunque reconozca que hay ciertos comportamientos “inaceptables socialmente” como de hecho inaceptables, reclaman que cuando las propias personas no están encontrando problema alguno, no hay razón para el tratamiento. Sin embargo, lo más importante es que el movimiento considera a los seres humanos, sin importar en qué estado se encuentren, como seres autónomos que solo por sí mismos podrán decidir lo que es mejor para su situación particular, siempre dado que no estén siendo un peligro real para los demás.

Otra diferencia fundamental es la visión sobre las emociones y el comportamiento. La psiquiatría a menudo atribuye ambas al individuo como una reacción a su mundo interior, mientras que la antipsiquiatría las considera principalmente una reacción al entorno de ese individuo. Algunas partes del movimiento sostienen la afirmación de que lo que llamamos civilización está tan distorsionado y sin respeto por las necesidades individuales que «la locura es la única reacción sensata a una sociedad demente»2.

En la sociedad occidental moderna enfrentamos muchas expectativas. Tan pronto como  preescolar ya somos juzgados por las calificaciones, el rendimiento y el comportamiento. Las calificaciones, resultantes de la llamada «educación formal», determinan en gran medida las posibilidades que otros nos darán. A través de los medios de comunicación, la publicidad y la presión de los compañeros, otro enfoque reside en la apariencia, la riqueza, el bienestar y la propiedad. El estatus que uno gana parece ser lo que importa, pero las apuestas son muy altas, por no decir imposibles de alcanzar. Constantemente tenemos que ser más que lo mejor que somos. Nos enfrentamos al deseo de ser un Übermensch que aparentemente está enamorado del capitalismo. Es necesario hacerse la pregunta de si esto es realista, pero parece que se ignora perpetuamente por aquellos capaces de influir verdaderamente en este proceso.

Para sus críticos, la psiquiatría está ahí para hacer que las personas funcionen dentro de una sociedad o, cuando se considera imposible, elimina a las personas expulsándolas de la sociedad ubicándolas a largo plazo o de forma permanente en plantas psiquiátricas e instalaciones similares. La antipsiquiatría pretende trabajar para el individuo y apoyarlos en la creación o recreación de una vida adecuada para ellos; donde el individuo tiene que decidir por sí mismo cuál será esa vida.

Mensch y su aventura

No me considero un Übermensch, pero tampoco alguien menos que cualquier otro. He conocido la riqueza y la pobreza. He tenido excelentes lugares para vivir, para después quedarme sin hogar. Recibí respeto por mi persona poco convencional y me han atacado por ello. Me he sentido bien y he funcionado en la sociedad, y he tenido graves crisis mentales que me han pateado hacia abajo y fuera de las estructuras sociales. Poco después de mi crisis anterior, con un serio intento de suicidio, había perdido todo y decidí seguir finalmente mi corazón, ya que realmente no había nada más que perder. Mi corazón me llevó por la frontera y unos 600 kilómetros hacia el este; aterricé en Berlín, la ciudad que ya me había devorado por unos cuantos años.

El comienzo no fue fácil, pero en tres meses encontré un nuevo empleo, amigos locales y un lugar donde quedarme. No todo estaba perfecto aún, pero lentamente estaba en camino y había creado una situación estable. Honestamente pensé que esa situación me estaba haciendo feliz. Sin embargo, en un tiempo bastante corto, alrededor de tres meses más tarde, la vida cambió. Tanto la angustia mental como la física me llevaron a una crisis que no había visto venir y me hizo perder mi empleo. Los problemas con mis nuevos amigos no me facilitaron las cosas y sin saber dónde ir en un país extranjero, rápidamente me encontré solo en las calles sin nada más que mi maleta. Fue similar a cuando llegué, solo que esta vez no tenía dinero para sobrevivir por un tiempo y, posiblemente lo más importante, no me quedaban sueños ni aspiraciones para seguir adelante.

Listo para zambullirme en los acantilados de lo que me había parecido Berlín, me miré a los ojos de verdad. Me hizo darme cuenta de que si todo tenía que terminar ahora, esta no podía ser la forma. Tenía que haber algo que se pudiera hacer. Una hora más tarde, entré en el hospital donde me llevaron después de un desmayo dramático en público, solo dos meses antes, ―de hecho, el comienzo real de mi crisis―. Como mi cuerpo estaba muy débil, por casualidad me había vuelto a desmayar más temprano ese día, me llevaron a hacer varias pruebas. No hubo resultados claros, pero mi condición física mejoró a lo largo de los siguientes cuatro días. Sin embargo, mi estado mental no era algo que pudieran abordar, ya que carecían de la clínica adecuada, por lo que me llevaron al ala psiquiátrica de otro hospital el viernes.

Fue aquí donde me familiaricé con la psiquiatría alemana. Llegué un viernes por la tarde y no me dieron introducciones ni explicaciones. Me tomaría hasta después del fin de semana para obtener alguna información o siquiera una charla. Al ser una instalación cerrada, lo que nunca había aceptado pero simplemente me encontré arrojado allí; tuve que llenar los días deambulando por el único pasillo de un lugar tan hostil que si no estabas loco antes de llegar, seguro que lo estarías después.

Estaba en muy mal estado y sabía que para sobrevivir esto, necesitaría ayuda. Los médicos aquí se negaron a dármela, a sabiendas de la chispa suicida que había en mí, una de las razones por las que aterricé allí en primer lugar. Estaban ignorando deliberadamente su código ético, algo que tuve que decirles solo para escuchar que lo negaban. Fui informado de que no podían ayudarme y de que nada práctico se podía hacer, incluso cuando había sido aceptado como paciente por las mismas personas solo unos días antes. En una fría noche de invierno fui expulsado, quedándome con nada más que la maleta y un folleto informativo con el número de una línea telefónica para intervenciones en crisis (Berliner Krisendienst).

Varias horas frías después, la suerte y algo de ayuda de la línea telefónica, me llevaron a Weglaufhaus y la antipsiquiatría, hasta entonces un concepto extraño para mí, se introduciría en mi vida.

Opuesto al ala del hospital con el infame verde Kirkbride3 que acababa de dejar, me encontré entrando en una villa centenaria. Originalmente diseñada por Max Scheiding para una familia privada, su función original le da al edificio un ambiente genuino e íntimo, a pesar de su tamaño.

El rebaño y la Alternativa

Folleto de la Weglaufhaus

Tanto como había dudado al tocar el timbre de la puerta, sin estar dispuesto a creer que un edificio como ese pudiera ser lo que realmente era (y de hecho todavía es), tanta fue la bienvenida que recibí en la casa. A los dos miembros del personal que trabajaban esa noche solo pude identificarlos como empleados después de que me lo dijeran; no se veían batas blancas ni etiquetas de identificación. Cuando se trata de la vestimenta y la apariencia general de todo el equipo, uno puede confundirse fácilmente entre quién está trabajando y quién reside en la casa. Para mí eso le dio un encanto inmediato al lugar. Sentías que estabas al mismo nivel que el personal, lo que se acentuó aún más por el hecho de que todos usan su nombre propio, algo poco común en ambientes no familiares en Alemania. Al menos el 50% del personal son ellos mismos ex usuarios de la psiquiatría, dando espacio para la comprensión mutua.

Esa noche, acostado en mi nueva habitación, complementada por ventanas sin rejas, volví sobre la reunión de introducción por la que acababa de pasar. Además de empezar a conocernos y del papeleo obligatorio, hablamos sobre mis expectativas con respecto a mi estancia y mi futuro. Les dije que realmente quería saber qué estaba pasando conmigo, recibir una etiqueta, ya que me permitiría atacar la «enfermedad» y vivir feliz para siempre.

En respuesta, dijeron que no creían en los diagnósticos: me dieron la sugerencia, novedosa y confusa para una de mis historias, de que el deseo de una «etiqueta» podría ser contraproducente, ya que podría verse como una manera fácil de esquivar mi responsabilidad en todo el asunto. Abundante confusión.

Estaba demasiado cansado para pedir una aclaración en ese momento y no me importaba mucho porque solo quería dormir, agotado como me encontraba. Tal vez solo lo había entendido mal.

No había sido así, me enteraría a la mañana siguiente. Uno de los dos argumentos  principales de la antipsiquiatría es que «las definiciones específicas de, o los criterios,  de cientos de diagnósticos o trastornos psiquiátricos actuales son vagos y arbitrarios, dejando demasiado espacio a las opiniones e interpretaciones como para cumplir con los estándares científicos básicos»4. El otro argumento se refiere a que «los tratamientos psiquiátricos predominantes son, en última instancia, mucho más perjudiciales que útiles para los pacientes»5.

Nunca había considerado la psiquiatría como algo malo. Siempre había pensado que ser diagnosticado, y por lo tanto entender qué de erróneo tenía, ayudaría a poner las cosas en orden nuevamente. Había pensado que el sistema de salud mental estaba allí para focalizarse en sus usuarios y sus deseos. Las dos veces que estuve en un centro psiquiátrico fueron, más o menos, por voluntad propia, al igual que la mayor parte de la ayuda que había recibido en mi vida. Ahora me encontraba en un lugar donde esto no solo era descartado sino también muy cuestionado. Curioso como soy tenía que explorar. Además, tuve que admitir que la ayuda anterior no había producido un cambio positivo a largo plazo. Aún no me había cuestionado si esto, en parte, podría haber tenido que ver con el tipo de ayuda que había estado recibiendo hasta que me presentaron una alternativa.

¿Realmente fui una parte ingenua de ese rebaño que es la humanidad, habiendo optado siempre por las opciones de apoyo comúnmente aceptadas y respetadas sin considerar si eso era realmente lo que necesitaba? ¿Había otras opciones?

Ahora creo que sí, fui tan ingenuo, incluso considerándome una persona crítica con la sociedad y sus estructuras. Las pocas alternativas con las que me había topado, al ser consideradas demasiado controvertidas o posiblemente contraproducentes, fueron rechazadas automática o eventualmente por mí.

Antes me había quedado en el campo de lo generalmente aceptado y reconocido en salud mental. Y de alguna manera me considero una persona afortunada. Nunca he estado expuesto a medicamentos ni a ninguna otra forma de tratamiento forzoso. Nunca fui contenido (lo cual es bastante común en Alemania) o encadenado a un árbol (lo que sucede, por ejemplo, en Ghana).

Sin embargo, mi privacidad había sido arrebatada, mis necesidades y deseos habían sido ignorados, una puerta había sido cerrada con llave. Si considero lo mucho que me dañó la experiencia de esos pocos días, apenas logro imaginar lo que un tratamiento más prolongado y forzoso puede hacerle a los demás.

Las experiencias que otros (ex) usuarios me han contado son, para ellos y para cualquier otra persona con un corazón en el pecho, nada más que puro horror. En lugar de aprender a lidiar con su trauma, obtuvieron una gran cantidad de trauma extra a sumar al previo.

Aunque me doy cuenta de que una opinión se tiñe con las historias que uno escucha, parece ser la norma en vez de la excepción. No negaré que el tratamiento psiquiátrico pueda ser beneficioso para algunos, pero puedo decir que muchas personas dejan esas plantas gravemente dañados y en peor estado que cuando llegaron. Sin importar la razón por la que esto ocurra, implica que de una manera u otra el campo de la salud mental no funciona bien para todos, a pesar de las afirmaciones que apoyan lo contrario.

Estigma a un lado

Puedes tratar de darle  vueltas e intentar hacerlo parecer más bonito, pero la mayoría de las formas de psiquiatría (institucional) tienen un elemento de presión dentro de ellas y funcionan a través de diagnósticos, protocolos y métodos prescritos. La medicación que, al menos temporalmente, altera el funcionamiento del cerebro, es más común que forme parte del proceso a que no lo haga. La individualidad de una persona dentro de este constructo solo puede respetarse parcialmente, incluso cuando existen deseos profesionales de hacer diferente.

La presión del tiempo, la necesidad de eficiencia y, a menudo, la simple falta de interés sincero degrada a las personas hacia sus llamadas enfermedades. A menudo uno no puede decidir completamente su propio destino y se somete a un tratamiento genérico que no se ha ajustado a los deseos y necesidades individuales. Los sistemas con puntos por comportamiento, que pueden agregarse y quitarse, no son infrecuentes y se utilizan como castigo; incluso los puntos positivos solo dan acceso a cosas que deberían ser normales para cualquier persona, como salir a caminar o ver una película. «Nadie debe ser sometido a torturas ni a tratos o penas crueles e inhumanos»6, es una frase que ya no tiene valor una vez que estás detrás de las puertas cerradas de muchas instalaciones.

Al final, ser expulsado de la psiquiatría, el lugar donde pensé que podía recibir ayuda, fue lo mejor que me pudo haber pasado. Me forzó a morir o a buscar una alternativa. Todavía vivo, encontré la alternativa en Weglaufhaus. No puedo afirmar que su visión y sus métodos funcionen para todos, pero aquellos que estén dispuestos a asumir la responsabilidad de su propia vida y trabajar activamente en ella pueden lograr mucho. Muchas historias que se consideraron como un callejón sin salida cambiaron con la ayuda de Weglaufhaus y pudo tomarse otra salida a la encrucijada; la base simplemente es el respeto por el individuo y un enfoque en sus posibilidades. El concepto de enfermedad mental se descarta, mientras se reconoce la importancia de recibir la ayuda adecuada para que la vida vuelva a avanzar.

Este es el sueño que debería ser. Todo el mundo puede caer en una crisis, es casi sorprendentemente fácil. Una crisis puede durar unas horas o unos años. Una crisis puede durar toda la vida. Pero las personas merecen recibir la ayuda adecuada de esa sociedad que a menudo es en parte responsable de crear situaciones de crisis. La ayuda adecuada no es la que es estigmatizante, sino la que no tiene etiquetas y se ocupa de las necesidades del individuo basándose en la petición que hace quien busca ayuda. Es seguro que no se basa en protocolos y métodos estandarizados, en etiquetar y drogar. Los seres humanos no pueden ser clasificados, incluso siendo parecidos en tanto: nuestro ADN y nuestros entornos y experiencias específicas nos hacen una criatura demasiado única para ello.

Avatar usado por Berlin Runaway House en RR.SS.

La Weglaufhaus le permite a uno estar loco dentro de la razón, es decir, sin lastimar a los demás. Reconocen que este tipo de comportamiento es una salida emocional, un grito de ayuda o que las personas simplemente no se dan cuenta de lo que están haciendo en ese momento. Con capacidad para 13 personas, intentan guiar las crisis de tal manera que no afecten demasiado al resto de residentes, y cualquier tipo de violencia hacia los demás está firmemente dispuesta detrás de una línea claramente dibujada.

Dicho esto, debo admitir que incluso Weglaufhaus aún tiene mucho que aprender. Si bien descansa sobre una base estable, aún sigue buscando un equilibrio para satisfacer las necesidades de todos sus residentes al mismo tiempo que cumple los requisitos del Estado alemán y se asegura de que sigan llegando recursos a través de la municipalidad de Berlín.

Como su organización es única, casi no hay otros con los que se pueda comparar o con los que se puedan comparar a sí mismos. La organización no tiene una jerarquía estricta, lo que a veces hace que los errores no se detecten o no se resuelvan de manera eficaz.

Sin embargo, una organización que emplea gente apasionada por su trabajo, que involucra a los residentes en su proceso personal y en la forma en que funciona la casa, ya podría considerarse como un regalo demasiado grande.

No es infrecuente que ayuden a personas que muchos otros lugares rechazaron. Soy un ejemplo de ello. Mi situación se consideró imposible y otras organizaciones me hubieran rechazado. Sin embargo, la Weglaufhaus me aceptó y me proporcionó una base para superar mi crisis y poco a poco reconstruir todo de nuevo, incluso teniendo en cuenta que durante todo el proceso se sucedieron los problemas que hacían que eso pareciera imposible, una y otra vez ―en algún punto incluso hubo abogados involucrados en el proceso.

Por esto me alegro de que exista la Weglaufhaus. Aun cuando sigue siendo una lucha, continúan participando en la batalla, no solo ayudando a las personas dentro de sus instalaciones, sino también apoyando y defendiendo a los que están fuera a través de su asociación.

El autor ha optado por permanecer en el anonimato, sabiendo que las posibles reacciones pueden afectar su vida privada y profesional. Lamenta esta decisión pero siente que es la opción más sabia. En 2011 su crisis personal lo llevó a pasar cinco meses en Weglaufhaus. Se siente agradecido por la ayuda que ha recibido allí. Aquellos que deseen contactar con el autor, pueden contactar con Weglaufhaus, que podrá hacerle llegar cualquier solicitud.

Notas

1 El enfoque de este artículo se basa en la psiquiatría civil. La psiquiatría militar y forense aún no se olvida en este artículo, respetuosamente ignorada, como no dentro de  mi experiencia.
2 Tomado de Thomas Szasz, psiquiatra y profesor emérito de psiquiatría en el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad Estatal de Nueva York.
3 El Plan Kirkbride es un sistema de asilo mental, diseño defendido por el psiquiatra Thomas Story Kirkbride.
4 Tomado de Wikipedia.
5 Tomado de Wikipedia.
6 Tomado de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.


[Los enlaces a lo largo del texto han sido añadidos por el equipo de Redacción de Mad in America Hispanohablante. Agradecemos a Enric García Torrents su colaboración desinteresada para traducir el texto original (estos apoyos son también los que permiten que en MIAH sigamos trayendo contenidos cada semana). Si queréis colaborar con la web o proponernos un texto de vuestra creación, podéis escribir, como siempre, a [email protected]

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