*Extracto de la presentación realizada el 23 de septiembre de 2016 en el Centro Municipal de Salud (CMS) de San Blas, en el contexto de las reuniones periódicas de profesionales de la salud que trabajan con grupos en el distrito de San Blas (Madrid) bajo el nombre de «San Blas Grupal».

Los grupos terapéuticos constituyen hoy en día un recurso ampliamente utilizado en las instituciones socio-sanitarias para abordar el sufrimiento psíquico. Estos grupos pueden llevarse a cabo desde distintas conceptualizaciones de los modos de enfermar y de sanar, lo que supone también cuestionarse cómo coordinarlos. Si se pretende que nadie se apropie del saber y de la salud creando estructuras que permitan escuchar, entonces tendremos que estar atentos de no caer en modelos de coordinación verticales que concentren en el coordinador la mayor parte del poder. Podemos entonces preguntarnos: ¿Un grupo puede funcionar sin coordinador? ¿Hasta qué punto puede difuminarse o compartirse esta tarea? ¿Qué implica la simetría en los grupos? La técnica de grupo operativo creada por Pichón-Riviere, ofrece valiosas aportaciones para acercarse a la complejidad de la salud y la enfermedad, abriendo la posibilidad de romper con lo instituido. Todas estas cuestiones están también mediatizadas por el momento socio-histórico que atravesamos, donde las instituciones resultan ineficaces a la hora de dar respuesta al sufrimiento de los individuos, que instalados en lugares pasivos deseamos recuperar la voz.

Pensar sobre la coordinación en los grupos implica también reflexionar sobre el liderazgo y la distribución del poder. La diferenciación entre coordinar y liderar puede servir de punto de partida. Atendiendo a las definiciones que la RAE nos da de ambos términos tenemos:

* Coordinar: Unir dos o más cosas de manera que formen una unidad o un conjunto armonioso. 2. Dirigir y concertar varios elementos. 3. Unir sintácticamente dos o más elementos del mismo nivel jerárquico.

* Liderar: Dirigir o estar a la cabeza de un grupo, de un partido político, de una competición, etc

Aunque encontramos un cierto solapamiento entre ambas definiciones, parece que el término coordinar otorga un papel más relevante a las partes y a las relaciones que se establecen entre ellas («unir»).

Otro solapamiento frecuente lo hallamos en los términos “líder” y “liderazgo”. Para Medina y Cembranos (2003) la confusión que existe entre estos dos términos tiene que ver con una cultura de la verticalidad muy arraigada. Pensar que líder y liderazgo son la misma cosa sitúa el poder en un lugar fijo y en una sola persona. Puede pensarse la función de liderazgo como algo intrínseco a todos los grupos, esto es, la necesidad que tendrían los grupos de contar con instrucciones para actuar. Si la función de liderazgo se resuelve a través del líder, éste será el que acumule la mayor parte de las instrucciones. Pero existen otras maneras de resolver el liderazgo, como la rotación, la asamblea, la costumbre, la construcción colectiva, etc.

En muchos textos sobre psicoterapia de grupo se ha utilizado el término líder para aludir de una forma u otra al terapeuta. Encontramos desde autores como Yalom, que hablan de terapeuta y líder indistintamente, a otros como Bion, Pichon-Riviere o Bauleo, cuyas conceptualizaciones profundizan más en las diferencias entre líder y coordinador, separando la persona del rol, considerando el liderazgo como una función que puede cambiar a lo largo del proceso grupal.

Desde la concepción operativa de grupo, Bauleo enfatizó el grupo como expresión de la ideología dominante. Con ello se pone de manifiesto que la conceptualización que se haga del “grupo” y la estructura que adquiere depende de la ideología. El modelo que plantea pretende que la práctica grupal pueda escapar de las maneras de pensar, de sentir y de accionar que impone la ideología dominante (Bauleo 1975).

En un texto de Labrucherie y Marrero (1975) titulado “Roles de coordinador y observador en grupos operativos” se alude a la sobrevaloración que se ha hecho del rol del coordinador, afirmando:

“El coordinador hasta aquí aparece como dueño del grupo: la figura parental, el más importante, el que sabe más, el que dirige, el que tiene la primera y la última palabra y que se sintetiza en que cuando se hace referencia, se dice: el grupo de fulano, en que fulano es siempre el coordinador” (p.72).

La concepción operativa trata de combatir esta idea, considerando que el líder lo constituye la tarea del grupo (ya sea formativa, terapéutica, etc.) Surge aquí una primera diferenciación frente a otras concepciones de grupo donde coordinación no es sinónimo de líder. Así, aunque el grupo deposite liderazgos en el equipo de coordinación estos deben ser devueltos al grupo. Si bien, esto no es suficiente, pues tal y como anotan los autores, se mantendría aún la estructura del modelo imperante en nuestra sociedad: “por un lado dos personas sanas discriminadas frente a un grupo enfermo que debe ser curado. Por otro un coordinador directo y un observador”. Para romper con este esquema se propone que el coordinador se involucre en el grupo y su tarea, aprendiendo de sus vivencias, sus angustias, etc. y suprimiendo la falsa relación de subordinación del observador al coordinador. Esto se hace ampliando la tarea del observador, de manera que este también observe al coordinador. Por otro lado, se tratará de que la pareja de coordinación intercambie con anterioridad al trabajo en grupo sus conceptualizaciones en torno al abordaje grupal, la propia historia familiar de cada uno y aquello que el grupo les moviliza (Labrucherie y Marrero, 1975).

En los últimos años (y especialmente a raíz del 15 M) la idea de democracia participativa y el asamblearismo ha cobrado cierto impulso. A través de la metodología asamblearia se pretende lograr un funcionamiento horizontal evitando que la toma de decisiones resida en una sola persona. Para ello se vale de los cargos rotativos, la figura del moderador, los turnos de palabra, los portavoces o determinadas dinámicas.

En mi opinión, este movimiento social también se siente en las instituciones, donde surgen discrepancias con los modelos jerarquizados y verticales. Precisamente un buen representante de la verticalidad y del modelo patriarcal puede encontrarse en el modelo médico. La medicina ha constituido un potente instrumento de control social a lo largo de la historia, como pudieron señalar autores como Foulcault o Szazs. Otro autor que ha reparado en la ideología que atraviesa la rama de la medicina es Petr Skrabanek. En su libro “La muerte de la medicina con rostro humano”, considera la salud como un concepto metafísico y no objetivo, que la medicina ha tomado en términos de verdad amparada en el lenguaje matemático de los factores de riesgo (Skrabanek, 1999). Cualquier institución socio-sanitaria se impregna de esta ideología. Los profesionales ocupamos lugares cargados de mucho poder, también cuando coordinamos grupos.

Desde este movimiento a favor de la participación y del cuestionamiento de las formas en las que se distribuye el poder, algunos profesionales del campo de la salud mental nos sentimos cerca de los que sufren, tenemos noticias de nuestras vulnerabilidades y de nuestro propio sufrimiento e incluso podemos decir satisfechos que también nosotros nos hemos puesto en tratamiento. Creo que tengo modelos en mi cabeza de terapeutas bien humanos, a los que he visto poner su persona en juego y hablar del sufrimiento propio. Y entonces solemos decir que eso es también una intervención, pero a menudo amparados en que esa revelación está destinada a ayudar a otros. Tal vez nos salten las alarmas si el terapeuta hiciera esto buscando la ayuda del grupo como cualquier otro participante. Me pregunto entonces si sería posible un grupo donde el terapeuta fuera uno más y que compartiera sus conocimientos con el resto para ayudar al grupo a operar. ¿Se puede ser “terapeuta” y “paciente” a la vez? ¿Se puede ser coordinador e integrante? Desde la concepción operativa se considera que el coordinador lleva a cabo una función diferente a la del resto de los integrantes, velar por el encuadre, acompañar e interpretar para que el grupo trabaje en la tarea. Lo implícito es invisible y hace falta alguien que pueda mirar con distancia, porque los integrantes enfrascados en la tarea no ven más allá de sus narices, llega la ansiedad y entonces se pueden quedar atrapados en el estereotipo. El coordinador experimenta las ansiedades mediante la comprensión pero no las siente como propias. Tampoco el terapeuta puede “curar” a su propia familia, igual es por eso que algunos nos marchamos a curar a otras.

Muchas personas que sufren, desencantadas con el modelo que ofrecen las instituciones, se están agrupando en modelos más horizontales. También algunos profesionales podemos pensar juntos, y buscar formas de coordinarnos de manera más compartida sin que esa función recaiga en una sola persona (a pesar de que también nosotros estamos sometidos a las mismas ansiedades grupales). Incluso se están creando espacios donde unos y otros se juntan y dialogan. Hace no mucho escuché decir a un profesional que el trastorno mental “es un trastorno de la posibilidad de elegir”. Lo comparto. Repensar la coordinación grupal desde este lugar de horizontalidad y participación tal vez puede ayudar a acercar lugares parcializados y hacernos a todos un poco más libres.

Referencias:

* Real Academia Española. (2001). Liderar. En Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Recuperado de http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=disquisici%F3n

* Real Academia Española. (2001). Coordinar. En Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Recuperado de http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=disquisici%F3n

* Pichón-Rivière,. E. (1977).El proceso grupal. (3ª ed). Buenos Aires: Nueva Visión

* Cembranos, F. y Medina, J.A. (2003): Grupos inteligentes: teoría y práctica del trabajo en equipo. Madrid: Popular

* Labrucherie, N. y Marrero, S. (1975). Roles de coordinador y observador en grupos operativos. En: Bauleo, A., Caparros, A., Caparros, N., Diaz, S., Labrucherie, N., Lopez Ornat, S., Marrero, S. y Pavlovsky, E. Psicología y sociología del grupo,( 1a ed.). Madrid: Fundamentos, pp.71-77.

* Vinogradov, S. y Yalom, I. (1996): Guía Breve de psicoterapia de grupo. Barcelona: Paidós

* Bion, W. R.(1972): Experiencias en grupos. Buenos Aires: Paidós

* Bleger, J. (1977): Temas de psicología social. Buenos Aires: Nueva Visión.

* Bauleo, A., Caparros, A., Caparros, N., Diaz, S., Labrucherie, N., Lopez Ornat, S., Marrero, S. y Pavlovsky. (1975).Psicología y sociología del grupo,( 1a ed.). Madrid: Fundamentos

* Grinberg, L., Langer, M. Y Rodrigué, E. (1971): Psicoterapia del grupo”. Buenos Aires: Paidós.

* Bauleo, A., Monserrat, A., y Suárez, F. (2004): Psicoanálisis operativo. A propósito del la grupalidad. Buenos Aires, Argentina: ATUEL.

* Skrabanek, P.(1999): La muerte de la medicina con rostro humano. Madrid: Díaz de Santos.

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