Después del declive de los Congresos de Salud Mental y Derechos Humanos organizados anualmente desde la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo (Buenos Aires, Argentina), el espacio de encuentro sudamericano para la praxis crítica en las instituciones psi, en las academias, los movimientos sociales autónomos y las izquierdas, quedó vacío.

Este hueco comenzó a llenarse del 27 al 30 de junio, con el Primer Encuentro Latinoamericano de Derechos Humanos y Salud Mental seguido del 3er Foro brasilero sobre el tema, con el lema “Democracia, Salud mental y violaciones de derechos: Consecuencias humanas”, organizados por la Asociación Brasilera de Salud Mental (ABRASME) en la Universidad Federal de Santa Catarina (Florianópolis, Brasil).

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Los debates tomaron escenarios actualísimos como los conflictos por la obstrucción a la ley de salud mental en Argentina, la represión a una crackolandia en San Pablo funcional a los intereses inmobiliarios y a la criminalización de la pobreza, el vaciamiento crítico en el parlamento uruguayo del proyecto de ley de salud mental construido participativamente desde decenas de organizaciones, por citar solo tres ejemplos de lo que se recordó como el aumento del “dolor país” (Silvia Bleichmar) en tanto la suma del crecimiento del sufrimiento humano y de la indiferencia desde las políticas estatales.

¿Derechos humanos sin derechos ni humanización?

Avanza la idea de que todo lo que no quede cubierto por políticas sociales “focalizadas, simplemente será privatizado, estando en juego la existencia misma de los derechos humanos quedando reducidos a solo derechos civiles y políticos anulándose los derechos sociales y económicos.

Paulo Amarante planteó que hay que invertir el orden: pelear primero por los derechos humanos, y luego por la salud mental; no por mejores servicios, sino que hay que salir del campo técnico de la psiquiatría. Señalaba Paulo que el Movimiento de lucha antimanicomial en Brasil -el más significativo en términos de historicidad, de acumulación y de tamaño del continente- tras la consecución de la ley de salud mental (2003) se perdió en las instituciones, en los servicios, en el Estado; dio el ejemplo de que el estudiantado universitario ya no tiene la ley como un instrumento de lucha, “de hecho no la conoce”.

Un debate fue que a veces no se trata de “sujetos de derecho” sino de “objetos del discurso de los Derechos Humanos”. Un activista cuestionó los límites de la noción de Derechos Humanos (liberal, burgués, patriarcal) “Quiero hablar del derecho al delirio de Eduardo Galeano: Nosotros hacemos derechos neuróticos”.

Alejandra Barcala (Argentina), citando a Emliano Galende, señalaba que existen en disputa dos éticas: una, la de la medicalización de la pobreza y la del poder psiquiátrico, de la que como un ejemplo decía que, sólo en Buenos Aires, hubo en el año 2016 1.200 niñxs en internación psiquiátrica; y otra la de la palabra, del cuidado, de la participación y de la ciudadanía.

Leo Pinho (Brasil) puntualizó que ha crecido la idea de que la punición y el dolor de lxs usuarixs es el tratamiento: como muestra el ejemplo del último ataque policial impulsado por el alcalde de San Pablo, Joao Doria, al barrio Luz, donde su policía arremetió con gases contra un local de salud en el territorio.

Se trajo la violencia contra los pueblos indígenas del estado de Santa Catarina, estado donde el relato identitario es enormemente eurocéntrico (fundamentalmente italiano y alemán). Señalaba Walter Ferreira (secretario de ABRASME) que tal vez las indígenas sean hoy las culturas más importantes, pues necesitamos relacionarnos con ellas desde el respeto y la necesidad ante la destrucción de la naturaleza y el planeta.

“Incapaces”

Múltiples narrativas de las personas nombradas como “incapaces” por la psiquiatría fueron compartidas: Carla (Brasil) decía que para tener un permiso, para tener un tratamiento tiene que declararse “incapaz”, y reclamaba “¡No soy incapaz!”, decía que las personas en crisis como ellas son gente que se cansó de luchar. Raphael Henrique Travia (Brasil) compartió su actividad bloguera desde su “Folha de lirio” (http://www.folhadelirio.com.br/).

Reconociendo la amplitud del campo de las violencias, una mujer médica y negra contaba del genocidio absoluto de la juventud negra en Brasil, trayendo una acción que las madres hacían cuando la policía les devolvía los cuerpos de sus hijxs asesinadxs: ellas abren los ataúdes con los cuerpos ya putrefactos, los visten, velan, lloran y llaman a la prensa, convirtiendo en político este silenciamiento.

Lo normal como la racionalidad neoliberal

María Fernanda Vázquez habló de un sujeto entendido cada vez más en términos de éxito; que se autoconsidera como “libre, y libre de escoger lo que sería más conveniente para él”, que “depende de su propia capacidad individual”. En esta línea, quienes no lo logran son considerados como enfermos mentales: burnout, depresión, toxicomanías, TDAH o problemas de aprendizaje, existiendo una transformación de los problemas sociales en problemas de salud mental.

El abordaje de esto queda reducido a discursos epidemiológicos como “los observatorios”, para “ver cómo se comporta”, sosteniéndose una política de responsabilización de los usuarios de su propia situación.

Comunidades terapéuticas (CT): De lo sanitario a lo moral

Estas fueron muy analizadas: En Brasil existen 85.000 plazas de internación en CT, 80% son cristianas; habrían dos confederaciones nacionales de CTs: una católica, una evangélica, con conflictos entre ellas.

Verían “las drogas”, no como una cuestión de salud sino como una cuestión moral: en el proceso de privatización y moralización de los servicios de salud se dio el caso del prefecto de Rio de Janeiro quien, por un lado cierra acuerdos con 20 nuevas CT, y por otro no da dinero para los CAPS (Centros de Atención Psicosocial).

Así, las CTs son un paso para volver a los hospicios. En esta línea un referente del consejo federal de psicología de Brasil, consignaba “Cuando hablamos de salud antimanicomial, decimos un sonoro no a las comunidades terapéuticas”.

¿Y Paraguay?

En la presentación acerca del proceso paraguayo, se describió al Poder Ejecutivo actual con los siguientes elementos: Validación de intervenciones compulsivas (internaciones, medicaciones, electroshock); desmonte de la estrategia de Atención Primaria de Salud; bajo apoyo a hogares sustitutos; ampliación del Hospital Psiquiátrico; no políticas sociales acerca de lo suicida; nula regulación de los “Centros de rehabilitación para drogas”; “Guerra contra las drogas” como violación de DDHH de personas que usan sustancias psicoactivas; nulas estrategias de cuidado de trabajadores.

Se planteó que si bien no se identifican nuevos sujetos políticos en el campo de la salud mental y derechos humanos[1], si se destacó significativamente nuevos dinamismos sociales y producción de nuevas subjetividades en los últimos años de tamaño y significación enorme, citándose el Departamento Mujer de la Federación Nacional Campesina, las movilizaciones estudiantiles secundarias del 2015, las estudiantiles universitarias del UNA NO TE CALLES del 2015-2016, la acción feminista del 8M Asunción del 2017 y la quema del Congreso Nacional del  30 de Marzo de 2017. Respecto a ellos, se propusieron estos interrogantes: ¿Estamos en condiciones para reconocer a estos “Nuevos sujetos”?, ¿Tenemos las herramientas? ¿Cómo entienden lo ético político?, ¿Cómo están vinculados los debates de lo des/post/anti manicomial con estos procesos?, ¿Es el momento de despedirnos de ciertas prácticas políticas?

Por una reforma psiquiátrica radical

Según Franco Basaglia la psiquiatría es una forma de resolver ideológicamente la sociedad capitalista; el manicomio es creado para quienes no encajan en los parámetros productivos, permitiéndoles que existan dentro del orden, aun siendo una existencia inexistente.

Rachel Gouveia (Brasil) evaluando la lucha antimanicomial en su país iniciada en 1987, entiende lo manicomial desde tres elementos: la psiquiatría como un saber-poder; las internaciones y aislamientos; y el hospital psiquiátrico como su dispositivo central.

Cuestionó una reforma psiquiátrica “simpática” a los intereses del capital y restringida a estrategias de avance en el campo legislativo y asistencial; abogó una reforma “radical” que retome los principios basaglianos y la carta de Baurú[2]. Ya el psiquiatra comunista Franco Basaglia señalaba que en los nuevos modelos institucionales,  cuando no se discuten las opresiones, creamos “manicomios sociales”.

“Se perdió el amor que es la capacidad de reconocer al otro”

La filósofa Marcia Tiburi, autora del best seller “Como conversar com um fascista”, cuestionaba en una conferencia central, que no estamos disponibles para la alteridad, para ese otrx inventadx por nosotrxs y que nos demanda éticamente.

Se preguntaba qué significa este estar indisponible para la escucha, respondiéndose  que estamos en un cuadro mental y colectivo de “delirio”. Para explicarlo, citó a Achille Mbembe, autor de “Critica de la razón negra” (2016), quien propone un delirio de lo negro y de la raza, delirio que sostuvo el proceso de la esclavitud, producido por la modernidad, que entendió lo negro como inferior y repulsivo. Un “delirio” ocurre cuando nada vemos, nada comprendemos y nada queremos comprender.

En su desarrollo, partiendo del trabajo “El complejo de Colón y otros textos: Clínica psicoanalítica y lazo social” (Charles Melman, 2002), definió a Brasil fundamentalmente como un país de gente humillada, marcado por un proyecto colonialista y neoliberal.  Este complejo tendría un colonialismo en tanto dificultad para aprender lo real como no sea lo que es conocido.

Este colonialismo se pone en juego en lo identitario, y aparece para esa clase media que finge que es burguesa como humillación cuando van a Italia y se dan cuenta que no son italianos.

Mencionó que en la conquista hubo -en términos de Todorov- un “furor nominativo”, un imponer nombres a todo. Así, el otro es un descalificado pues depende de mi lenguaje. Se genera una imposibilidad cognitiva, estética, ética y política de pensar un otro. Recalca que no se puede conversar con “un paranoico” pues ya tiene todas las respuestas que necesita.

En este delirio se perdió el amor, que es la capacidad de reconocer al otro. El amor es político, el odio es antipolítico. El retorno de lo político es el retorno del amor.

Una respuesta enjambrada

En medio de esto, la conformación de una red latinoamericana de Derechos Humanos y Salud mental genera una sensación de enjambre: movimiento, tensión entre caos y orden, producción, colectivismo y dulzura, nutren este tiempo donde vale lo que Devora Gribou (Uruguay) recordaba en este texto del «Corto» Buscaglia, vivo en estos nuevos viejos tiempos de resistencia:

Nos prohibieron la rayuela,

nos quemaron las cometas,

pero cuando no miraban,

pero cuando ellos no estaban

y hasta en sus propias caras

les hicimos morisquetas,

e inventamos nuevos juegos,

con canciones ya muy viejas.

[1] Pese a mencionarse en la presentación, el trabajo esforzado de heterogéneas experiencias que, a criterio del autor, cuestionan desde sus particularidades lo manicomial como Enfoque territorial, ALAMES Paraguay, Escuela de psicología social Tata Jyva, los encuentros de psicoparaguayología, la especialidad de comunitaria en la UNA, Ágape psicoanalítico, la Fundación Dr. Andrés Rivarola Queirolo, Teletón, Enfoque territorial, noimbai: desmanicomializando acá y la sección de desmanicomialización y prácticas de la Sociedad Paraguaya de Psiquiatría.

[2]La Carta de Bauru fue un documento redactado durante el II Congreso Nacional de los Trabajadores en Salud Mental, realizado entre los días 3 y 6 de diciembre de 1987, que presentó los principios del Movimiento Nacional de la Lucha Antimanicomial. El Congreso adopta el lema “¡Por una sociedad sin manicomios!” y fue un marco decisivo para la Reforma psiquiátrica brasileña.

Reseña publicada originalmente en el medio E’a, de Paraguay, publicada en esta web con permiso del autor.

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