La psiquiatría biologicista/hegemónica y todos los tratamientos que se basan en ella, que por desgracia son mayoritarios, dejan siempre el cuerpo al margen. Cuando a poco que leas o estudies sobre el trauma, verás la importancia que tiene en los procesos de «recuperación» (1). Una consecuencia muy poco reconocida y abordada del sufrimiento psíquico con origen traumático (¿cuándo no lo es?) es la disociación cuerpo-mente y por tanto la falta en distintos grados de autoconciencia corporal. Todas las disciplinas que impliquen un contacto con el propio cuerpo y el de otres, ayudarán a retomar esa autoconciencia dañada/perdida y favorecerán los procesos de superación del trauma.

Por eso hacer yoga, artes marciales, swing, tango, afrocaribeña o cualquier otro tipo de danza o disciplina corporal, cuando se hacen desde esa intencionalidad de toma de conciencia del propio cuerpo y su poder, favorecen el proceso de afrontamiento y superación del trauma.

Pero profundicemos un poco en esta cuestión, hacer ejercicio de forma puramente mecánica, sin ponerle atención ni conciencia, como sucede en la “actividad de gimnasia” que se hace en la mayoría de los dispositivos de atención en salud mental, no tienen este enfoque y hacen la actividad como un mero procedimiento, sin trabajar la potencialidad del mismo. Ejecutando un ejercicio tras otro sin darle la profundidad que podría tener y minusvalorando su potencial. Esta forma de trabajar el cuerpo está muy extendida, no sólo en los dispositivos de salud mental, también en muchos otros lugares comúnmente usados. Este es un importante hecho poco señalado que delata de forma clara la presencia subyacente de la concepción biologicista en estos lugares.

Hay multitud de rasgos del modelo biomédico impregnando la atención en estos dispositivos, lo que quiero señalar precisamente es la importancia de este en concreto.

Porque no es un matiz sin importancia, esta forma de entender el cuerpo se apoya en la división tradicional cuerpo/mente que es uno de los grandes principios teóricos de base de la psiquiatría y de la cultura judeocristiana de la que proviene. Cultura que ha considerado siempre el cuerpo como un simple receptáculo de aquel otro ente superior que es el alma y que viene a ser el antecesor de la “mente” en nuestro tiempo.

De aquí derivo lo que creo, bajo mi punto de vista y mi experiencia en primera persona, que es una de las críticas más sustanciales que se le puede hacer a la psiquiatría biologicista, entender el cerebro como una parte separada y sin relación con el resto del cuerpo. Como si la mente fuese un ente abstracto que tiene vida por fuera y al margen del mismo.

Aunque pueda venir bien el ejercicio sin más, siempre que se suda un poco se segregan endorfinas y se respira un poco mejor, no incidir en la conexión que eso tiene con tu propia conciencia, es despreciar e invisivilizar la visión holística del ser humano en los procesos de recuperación. Dejando el cuerpo al margen como si no tuviera nada que ver con el sufrimiento psíquico y los traumas.

En la justificación de las contenciones mecánicas como práctica terapéutica subyace esta teoría. No es dañino maltratar el cuerpo si lo que estamos tratando es la “mente”. Cuando muchas huellas de los traumas, como ya hemos dicho, están alojadas en nuestros cuerpos. Los traumas generados por las contenciones están generados por esa violencia directamente ejercida sobre el cuerpo, basándose en esa consideración del cuerpo judeocristiana, del cuerpo escindido de la mente.

El cuerpo como aquello insustancial para la psiquiatría biologicista que paradójicamente se encarga de la materia, de lo observable, pero sólo de una parte del mismo. Del cerebro.

Reduce todo el sufrimiento al estudio del mismo. La mente es algo mucho más que un cerebro, es parte del cuerpo. Es cuerpo. Y el cuerpo es parte de la mente. Es mente. Es una unidad indivisible.

Por esto me rechina eso que llamamos “salud mental”, el sufrimiento o bienestar nunca es solamente “psíquico”. Vivir disociado, que tu mente y tu cuerpo estén escindidos genera sufrimiento. Pienso firmemente que las teorías que esconden y obvian el potencial del cuerpo humano, su fortaleza, sabiduría y capacidad de sanación innatas, son mecanismos de control del poder para domesticarnos y subyugarnos al sistema patriarcal/capitalista.

El cuerpo es un campo de batalla, el trauma, el “shock” es la forma de someterlo. Trascender el sufrimiento por los medios que cada cual decida, pasa siempre por recuperar el cuerpo de una u otra forma, para hacerlo propio, conocerlo y explorarlo, ampliar sus límites, liberarlo del miedo y el dolor que lo atenaza. Despertando el mundo de las sensaciones que quedó congelado por los traumas y abriendo los canales de la percepción, para poder relacionarnos con nosotros mismos y el mundo que nos rodea de forma más despierta y consciente. Más acorde con nuestras capacidades y habilidades de adaptación y respuesta.

“Si no tratamos al cuerpo y la mente como una unidad, seremos incapaces de comprender o curar el trauma en profundidad” Peter A. Levine.

(1) Uso este término por ser el más común pese a tener contradicciones con la evolución de su significado en la práctica.

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