[Para la entrada de hoy, queríamos recuperar un testimonio recogido en la campaña #0contenciones que no habla de una contención sino de una no-contención. El motivo de redifundirlo es asentar la idea de las alternativas posibles y contrarrestar también otra idea que parece sobrevolar a veces el imaginario colectivo cuando se habla de la abolición de las contenciones: que la falta de medios, la falta de recursos económicos o humanos en nuestro contexto, imposibilita dejar de atar. Éticamente no es tolerable que la falta de recursos económicos conlleve vulneraciones de los DDHH (como de hecho recuerda la ONU en sus informes); ni tampoco aceptaríamos que la falta de recursos en sanidad conllevase otro tipo de sufrimientos (¿justificaríamos en la falta de presupuesto que no hubiese anestesia para las operaciones?) Pero además esa afirmación ni siquiera es una realidad incuestionable. Hay recursos donde el paso de atar a no atar no ha requerido inversiones económicas extraordinarias para materializarse; y hay espacios donde, sin medios o recursos económicos, la decisión de no atar está tomada a priori y es su realidad cotidiana, como comparte la autora del texto].
Quiero aportar mi granito de arena a la campaña #0contenciones desde mi experiencia en primera persona. Esto va especialmente dirigido a aquellos y aquellas profesionales en psiquiatría que defienden que, no habiendo medios, las contenciones mecánicas son la única opción.
Yo tuve la inmensa suerte de pasar mi primer y único ingreso en una clínica pública en Buenos Aires, Argentina. Llevaba 3 años sin tener vacaciones, el estrés por las nubes, e hice el viaje mientras comenzaba a brotar. Al llegar allí, como me vieron muy alterada y haciendo / diciendo cosas que no eran propias en mí, me llevaron al hospital público más cercano. Allí me dieron una pastilla que me tuvo durmiendo casi 48 horas. Al despertar, ya estaba ingresada. A diferencia de lo que me hubiera ocurrido de ingresar en España, desperté con mi madre a mi lado y una psiquiatra que trató de explicarme qué estaba pasando.
Estuve allí ingresada aproximadamente 3 semanas. Durante ese tiempo, tanto yo como mis compas de la unidad teníamos libre tránsito por los jardines, libertad para relacionarnos y terapias colectivas todos los días (hacíamos programas de radio, musicoterapia, etc). Además, tanto pacientes como familiares teníamos atención psicológica y psiquiátrica las 24 horas del día disponibles si lo necesitábamos. También nuestras familias y/o amigas, amigos… podían venir a visitarnos en cualquier momento y quedarse cuanto quisieran. Cada una llevábamos nuestra situación con nuestras limitaciones, unas aceptándolo mejor y otras peor, pero en ningún momento sintiéndonos como en una cárcel, en ningún momento desconfiando de quienes estaban ahí para ayudarnos. Por supuesto que había control sobre nuestra medicación y nos obligaban a tomarla aunque no quisiéramos, pero en ningún caso recurriendo a violencia física o contenciones mecánicas.
Contado así parece que estuviera en algún tipo de clínica a todo lujo, donde sobraba personal y recursos, pero no. Las instalaciones eran mejorables, participábamos colectivamente del mantenimiento del espacio (recogiendo las mesas tras las comidas, limpiándolas, etc). Además, teníamos que llevar nuestro propio papel higiénico y si nuestros familiares querían acompañarnos durante la noche, lo hacían en una silla de plástico. Las instalaciones de las duchas y los baños estaban en un estado mejorable, vi alguna cucaracha, etc. Sin embargo, NO TENÍAMOS MIEDO. Compas que no estaban allí por primera vez contaban que no tenían miedo a volver. Después volvían allí para consultas ambulatorias y lo que nos traían era esperanza y cariño. No venían coaccionadas.
Lo que quiero contar con esto es que las contenciones mecánicas no son sólo una respuesta a una deficiencia presupuestaria, sino a la visión de la psiquiatría hegemónica en España que contempla a los y las pacientes como entes deshumanizados. La cuestión de las #0contenciones es una cuestión de VOLUNTAD, no de recursos económicos.
Gracias a que mi primer ingreso fue como fue, no entré en pánico, mis heridas no fueron tan profundas, salí de ahí con herramientas para entender y entenderme, para convivir con estas cosas que me pasan. Sin embargo, leo y oigo testimonios de compas que han vivido sus ingresos en España y el miedo me paraliza. Ahora mi prioridad es NO INGRESAR.
Actualmente sigue en marcha la campaña #0contenciones que persigue la abolición de las contenciones mecánicas en psiquiatría, entendiendo este como uno de los cambios de muchos otros también necesarios en el sistema de atención en salud mental: pasar de una cultura de la coerción a una cultura del cuidado desde el respeto a la autonomía y las propias decisiones; deshacer las violencias que sostienen el sistema psiquiátrico atendiendo de manera radicalmente distinta el sufrimiento psíquico en sus distintas manifestaciones; no desligar los malestares de los contextos sociales, históricos, políticos, culturales, económicos y biográficos en los que se dan, y poder repolitizarlos colectivamente; resignificar la locura y lo no normativo para construir una sociedad donde la diferencia no esté excluida por sistema…
La principal herramienta para la toma de conciencia sobre las violencias que suponen las contenciones mecánicas en psiquiatría están siendo los testimonios que estáis enviando compartiendo vuestra experiencia al respecto. Si queréis enviar el vuestro para ser añadido a la web de la campaña #0contenciones, podéis escribirnos a [email protected]