María Alonso es psicóloga clínica. En 2018, tras su visita a la casa de crisis de Drayton Park tuvimos la oportunidad de intercambiar algunas reflexiones sobre el cuidado respetuoso en salud mental, algunas de las cuales resumimos hoy en esta entrada. Actualmente, junto con otras compañeras, está trabajando en el proyecto «La Casa Abierta», cuyo horizonte es ser una alternativa a la hospitalización para mujeres que atraviesan una crisis de salud mental. María es también socia de La Porvenir, donde se buscan maneras alternativas de acompañar las crisis.

Aunque ya has escrito en otros lugares sobre el funcionamiento de la casa de crisis de Drayton Park, ¿podrías hablarnos de aquellos aspectos que te parecieron importantes y que son diferentes a los que conocías?

Creo que es un espacio muy diferente desde la perspectiva del equipo y desde la perspectiva de las mujeres que van ahí.

El lugar en concreto es bastante especial. Creo que hay algo que tiene que ver con el entorno físico que es fundamental. Es un sitio que de verdad es un hogar. Y eso es algo que valoran un montón… comida diaria preparada en el mismo lugar, casera, todos los días… Y hay unos espacios que son… en los que apetece estar. También es muy especial porque es una casa de crisis solo para mujeres (en ese sentido también es distinto en cuanto a proveer ese espacio como un espacio seguro). El equipo son todo mujeres y trabajan todas juntas en una sala compartida; están todas bastante formadas en modelos para poder trabajar desde la atención con conciencia sobre el trauma, trabajar con situaciones en las que pueda haber autolesiones, todas tienen herramientas para poder favorecer la búsqueda de estrategias de autorregulación… es decir, que es personal que está bastante implicado. Y el clima que hay es… a mí me parece bastante especial y diferente.

Parece más bien una especie de hotel, lo que son las instalaciones, no se parece nada a un hospital. Cada mujer tiene su habitación individual, con su baño dentro, y tienen un montón de espacios que están pensados y decorados para que parezca un hogar. Tienen un salón, una zona de comedor, jardín… y tienen otras salas donde hacen el «uno a uno» -las conversaciones que tienen con el equipo-, y también una sala de arte, una sala de reuniones donde también hacen masajes, alguna otra cosa tipo yoga y cosas así, y relajación.

Y la vida de las mujeres allí… ellas se levantan por la mañana y van a la reunión de la casa, que es todas las mañanas. Todas las mujeres, a partir de una hora, bajan a esa reunión, que en realidad no bajan todas, es decir, no es algo obligatorio, no es una cosa estilo persecutorio. A mí la sensación que me dio es que es un ambiente súper estructurado y con un encuadre bastante rígido pero para las profesionales; en el sentido de que son mujeres que están en una situación de crisis bastante grave y el equipo tiene una serie de procedimientos, de protocolos que cumplir todos los días para interesarse por el estado de estas mujeres, saber en todo momento dónde están, informarles de quiénes son sus referentes… O sea, el equipo tiene un encuadre bastante rígido, pero las mujeres que están ahí residiendo en esas semanas de crisis no me dio para nada la impresión de que estuvieran en un entorno persecutorio. Sí que hay una serie de cuidados y de atención, pues cuando salen tienen que informar de a qué salen. Si se van a algo que pueda suponer una situación difícil, la profesional de referencia se sienta con ellas a hacer un plan de crisis, «llámanos cuando llegues allí, a ver cómo estás». Están encima, pero es un estar encima que las mujeres que están allí  viven como cuidados. Yo sentí que las mujeres lo recibían desde los cuidados y la preocupación, era un «queremos que sepas que estamos aquí, que vamos a estar pendientes, cualquier cosa que necesites».

La disponibilidad del equipo es constante, todos los días las mujeres sistemáticamente hablan mínimo de 20 minutos a media hora, una vez por la mañana y otra vez en el turno de tarde, con un miembro del equipo, comentando cuál es su estado, qué necesitan, cuáles son sus necesidades. Pero en cualquier momento que llamen a la puerta de la sala donde están todas, van a salir a atenderlas. Si están con papeles, si están en el cambio de turno, es algo que puede esperar. La disponibilidad es total. Me encantó porque en la puerta del despacho este (son detalles tontos, pero a mí me parecen importantes) había un cartel que ponía «a veces dentro de la sala hay mucho ruido. Si llamas y no te atendemos no queremos que te sientas no atendida o abandonada. Llama más veces hasta que notemos tu presencia que saldrá siempre alguien». Era algo así, como una nota dejando claro que estaban siempre disponibles.

En otros lugares mi sensación es que el personal está en la sala de enfermería, pero no están en esa situación de apertura y disponibilidad para el encuentro.

Es verdad que hay otras casas de crisis y que yo creo que la propia existencia de una casa de crisis frente a una idea de hospitalización también ofrece cosas, aunque no tengan estas características especiales que a mí me parece que tiene Drayton Park. Solo el hecho de que exista un lugar en el que en una situación de crisis tú ingresarías voluntariamente y que tenga las puertas abiertas, y que tengas tu propia habitación y donde haya esa posibilidad de un entorno, siempre dicen «no tan clínico»… O sea, para las personas con las que yo he hablado -me refiero a las residentes, sobre todo- lo que contaban es como de que no sea un entorno clínico sino que sea más un lugar de cuidados, de respiro, de poder pararse durante unos días a estar… Y yo creo que ya solo el hecho de que existan alternativas donde elegir es un plus.

Las unidades más de hospitalización, más clásicas, allí siguen existiendo, y de hecho, por ejemplo una mujer con la que hablé me decía que ella prefirió ingresar en una unidad hospitalaria donde sentía que en ese momento se iba a poder contener mejor, que no se sentía lo suficientemente segura con respecto a lo que se podía hacer a sí misma en un entorno como la casa de crisis.  Y lo que hablaban las mujeres… ellas lo que sentían es que sobre todo la principal diferencia aparte del entorno físico era que el personal que formaba parte del equipo sentía una preocupación genuina por ellas. Que realmente había un interés por acompañarlas, por acompañarlas de verdad y con un buen trato, que había flexibilidad, que estaban disponibles. Había mujeres, por ejemplo, que aunque tuvieran disponibles otras casas de crisis en una situación de crisis en que estaban mal y les decían «no hay plaza en Drayton Park» preferían buscar otras alternativas posibles para mantenerse seguras sin ir a la otra casa, a la espera de que hubiera plaza en Drayton Park.

Me ha venido a la cabeza mientras hablabas esa expresión que se dice tantas veces en las unidades de hospitalización, «se creen que esto es un hotel», o esa idea de que las personas pueden llegar a estar «demasiado bien» en una unidad de hospitalización, que no van a querer irse. Y esas prácticas que hacen que el espacio se sienta ajeno, como no dejar tener los objetos personales o la falta de intimidad.

Yo nunca he entendido esta historia de que «es mejor que no estén aquí demasiado a gusto no vaya a ser que quieran quedarse». O sea, si alguien va a un hospital a ingresar, no sé, es que está en una situación jodida, nadie quiere estar ahí, no sé, esto de que parezca que es que «a ver si se van a pensar que están aquí de vacaciones». Nunca he entendido que el objetivo no sea dar el mejor trato posible siempre, que las personas que vayan a esos lugares tengan una sensación, no sé, de cuidados, de intimidad. Por ejemplo, en Drayton todas las mujeres tenían su espacio propio, donde tenían su armario, su mesilla, sus objetos personales ahí…

Y además el espacio de la habitación no es un espacio donde los profesionales entran, por ejemplo, a poder hablar… no entran de cualquier manera. Está claro que puede haber una persona por la que en un momento dado estén preocupados porque no sale de la habitación y puedan pensar que está en una situación de riesgo y entonces, en un momento extremo van a entrar, pero siempre tienen una política que es la de llamar a la puerta tres veces: llamar, esperar a que conteste, volver a llamar, y solo si en una tercera ocasión la persona no responde, entonces ya decir «voy a entrar». Pero dar ese momento de sentir al otro que está en un espacio propio, y que igual se está vistiendo, o que está saliendo del baño… cuidar eso, me parecía una de las cosas importantes: eran muy respetuosas con que es un espacio donde hay intimidad.

El argumento que suele dar la gente para invadir la intimidad (ya sea mediante vigilancia, registros, control de las pertenencias, etc.) es que es necesario para garantizar la seguridad del paciente, que son herramientas para gestionar el riesgo.  No sé cómo viste la gestión del riesgo allí, si presenciaste situaciones más complicadas, de más riesgo para las personas.

Yo creo que un entorno más cuidadoso y respetuoso minimiza las posibilidades de que haya situaciones en las que las personas se pongan en riesgo a sí mismas o pongan en riesgo a otros. A mí me parece que claramente un entorno así (donde hay muy pocas normas para las mujeres que están allí) facilita que haya menos situaciones de estrés para ellas, que puedan llegar a situaciones en las que no regulan sus afectos y puedan tener un conflicto que lleve a situaciones de escalada o a alguna situación más complicada. Yo creo que está en relación con la flexibilidad del entorno.

Cosas como que si la mujer no bajaba a la reunión de la mañana, claro que se hacía algo, ¿no?, para asegurarse de que estaba en la habitación, ir a preguntarle individualmente qué planes tenía para el día… Si las mujeres salían siempre avisaban de a dónde iban… Pero, por ejemplo, en la hora del almuerzo se disponía allí la comida y cada una iba y comía… bueno, dentro de un horario, pero no había una historia de «tenemos que estar todos juntos sentados a una hora concreta comiendo» y de «te tienes que comer en primer lugar el primer plato, en segundo lugar, el segundo plato y en último lugar el postre». Ese tipo de cosas, pues… como en tu casa, o sea, están un poco en algunos aspectos como en casa. Tienen también la nevera donde pueden dejar sus cosas, un office donde siempre se pueden tomar un café, pueden estar en cualquier lugar de la casa, incluso en su habitación, en cualquier momento del día.

Y luego, lo que pasa es que, efectivamente, el equipo está constantemente trabajando, haciendo un análisis de riesgos. Hay reuniones entre cada cambio de turno en el que se están traspasando la información de cada una de las mujeres y de la situación de riesgo que pueda haber y cuál es el plan de acción para la situación de esa mujer en concreto, qué es lo que se ha ido pactando con ella, qué se va a hacer. En cada una de las reuniones que estas mujeres tienen para poder hablar de lo que les apetezca con el equipo, el tema es abierto, pero siempre hay una evaluación de riesgos, siempre el profesional va a estar preguntando cómo se encuentra, si tiene riesgo de suicidio, si está teniendo sentimientos que le estén produciendo mucho malestar… todo esto se hace a diario, se están haciendo planes de acción día a día, todos los días mientras están en la casa.

Y con un encuadre… no sé cómo decirlo. A la hora que empezaba la reunión todo el equipo estaba sentado y escuchaba la información. Luego, claro, hay cosas que pasan sobre la marcha, pues también se están consultando entre ellas. Y además tienen un sistema como de supervisión dentro del equipo, un poco como por capacitación: hay unas que tienen allí como más experiencia, más formación, que supervisan a otras, que a su vez supervisan a otras. Como que siempre hay otras personas con las que consultar en el día a día las decisiones.

Yo lo que vivía allí era un entorno tranquilo, a las mujeres las veía tranquilas. Luego era bastante sorprendente cuando entrabas en las reuniones y te contaban los contenidos de las charlas que habían tenido «uno a uno» o tenías datos de su historia y de cómo habían llegado a la casa y por qué, que claro, decías «bueno, o sea que no es que estuvieran tranquilas y que no estuvieran en situación de riesgo». Lo estaban, pero el ambiente en la casa era un ambiente calmado y yo creo que eso minimiza un montón la posibilidad de que haya situaciones de riesgo.

Efectivamente hay situaciones que no se pueden manejar en ese contexto, y en la casa también pueden llegar a pactos con la persona de mayor restricción, por ejemplo, en los movimientos. Llegar a pactos temporalmente, que se revisan en el turno de mañana y en el de la tarde, de que no puedes salir, por ejemplo, si no es acompañada. Si hay una situación de más riesgo, si ha verbalizado o han observado algún cambio que les preocupa, entonces, puntualmente, lo acuerdan con ella, lo pactan y lo van revisando todos los días.

Además de Drayton Park, ¿qué otros espacios de atención a la salud mental visitaste? ¿Cómo se hacía frente a las situaciones conflictivas en esos otros lugares?

Visité también una unidad que habían abierto hacía poco, la llamaban Secure Ward, pero oficialmente la llaman Specialized Psychiatric Intensive Care Unit for Women. Es una unidad que atiende solo a mujeres con diagnósticos de trastornos psicóticos, que están teniendo problemas con la violencia que están actuando. En ese momento en otras unidades no estaban pudiendo manejar la agresividad de esas mujeres o incluso a veces venían derivadas por la propia policía directamente a esa unidad. Lo que te puedo contar de ese lugar es de una entrevista que tuve con el coordinador, de una hora.

Me impactaron varias cosas. Por un lado, allí las contenciones mecánicas están prohibidas en general, en el país. En esta unidad tampoco había habitación de aislamiento, tenían una habitación que le llamaban como de tratamiento más intensivo donde podían solicitar ellas estar un rato, se les podía sugerir que entraran, pero siempre voluntariamente, y donde había pues como cromoterapia, un sofá, unas imágenes… Claro, yo le preguntaba cómo hacían frente a situaciones, precisamente con mujeres que iban por ese motivo… Lo que me explicaba era que la principal herramienta con la que trabajaban era la medicación. Pero tienen unos protocolos en los que tienen que seguir una indicación con respecto a cuánto pueden ir aumentando la pauta porque se trata de evitar noquear a la persona (poner un pinchazo de haloperidol y dejar KO a la persona, esto ya no se hacía). En la primera vez que utilizan medicación para una situación en la que una persona no está pudiendo regular, está agresiva, tienen que remitirse a X dosis; si no hace efecto entonces ya más dosis, si no hace efecto ya más dosis… No pueden por protocolo ir directamente a una dosis que pueda noquear a la persona.

Es cierto que a veces hablamos de Reino Unido como un ejemplo porque no realizan contenciones mecánicas, pero eso no implica necesariamente que no haya violencia.

A mí me sigue pareciendo que hay violencia tanto en una contención farmacológica como en una contención mecánica como… no sé cómo distinguir en castellano que allí utilizan las contenciones físicas. Allí todo el personal está entrenado en hacer contenciones físicas con el propio cuerpo. ¿Cuál es la diferencia? Yo creo que habría que preguntárselo a las personas, pero a mí me parece que hay violencia en todos los casos. Es muy violento, yo solo veo una ventaja y es que no te puedes desentender, no puedes dejarle atado e irte a tomar un café a la cafetería, tienes que estar ahí hasta que la persona se calme.

O se rinda.

O se rinda, efectivamente. No puedes olvidarte, no puedes pasar a otra cosa. Tienes que estar con esa persona mientras estás en esa situación, e implicarte. Claro, tengo que partir de que yo no he trabajado en una unidad de agudos, a lo mejor tú tienes más perspectiva para decirme si eso te parece una alternativa o no te parece una alternativa.

Habitualmente en los protocolos en España vemos esto de primero la «contención verbal», luego la farmacológica, luego la física… como que hay una gradación. Sin embargo en el manual de la OMS sobre estrategias para acabar con la contención y el aislamiento, no hacen esta ponderación, ellos hablan de la contención en general. Puede que si eliminas un tipo de contención, pero no trabajas en la cultura de la coerción, seguramente se incremente otro tipo de violencia, acabes sustituyendo una por otra. Ana Urrutia en «Cuidar» también dice que es una cuestión de cultura, no solamente del dispositivo, sino también de la cultura de la sociedad. Y si al final estás en una sociedad como Reino Unido, donde hay una Ley de Salud Mental que permite que el 80% de los ingresos en las unidades de agudos sean involuntarios, tal vez en muchos lugares estés sustituyendo una violencia por otra.

Totalmente. Y esto que dices como que es una cosa de toda la sociedad, como de todo el sistema. Yo creo que de toda la coerción que existe está la contención mecánica, los ingresos involuntarios, el aislamiento… como en la cúspide de la pirámide de toda la violencia que se ejerce contra las personas con sufrimiento psíquico. Pero esto es consecuencia de un montón de otras violencias que se dan dentro del sistema a todos los niveles y que si en toda la red (red de atención, pero toda la red social) se tuviera esto en cuenta, se minimizaría.

Creo que hay que pensar en cómo todos estamos contando con que eso existe, que yo misma me he visto… Me acuerdo de un chaval y una conversación en la que yo le decía «yo con esto que me estás diciendo no siento que hay una situación de seguridad en la que te pueda dejar marchar sin una valoración en urgencias o de algún compañero que yo llame…» Me veo que la amenaza siempre está en la cabeza del otro, de la persona, la amenaza de ser ingresado involuntariamente.

Pensaba que a lo mejor iba más por eso que hablábamos antes de los cuidados; de cuidar en qué condiciones está trabajando esta gente, qué solos están, por qué una decisión de atar está depositada en una persona que está en una urgencia, ¿sabes? De esa manera que está tan solo y que es una violencia que es el final de una cadena de violencias que está en todo el sistema. Y que los que estamos en Rehabilitación, en un Hospital de Día, que como es voluntario no nos vemos en esa, pero están pasando cosas ahí que son también violencia, que acaban en la norma absurda, en la no escucha, en la violencia del diagnóstico… un montón de cosas que están pasando en todos los niveles.

Quizá el error está en eso, que si queremos cambiar la situación en la urgencia no solo tenemos que cambiar las prácticas individuales.

Hay que cambiar la urgencia, pero no basta con las personas que están en la urgencia cambiando su manera de trabajar, sino en cómo pensamos en la urgencia, en las situaciones de urgencia, en las situaciones de crisis.

Por eso creo que suma que existan lugares como Drayton Park, porque lugares como Drayton Park minimizan la posibilidad de que llegues a una situación en la que se ejerza una coerción, porque hay un trato respetuoso con tus derechos, con tus opciones, con tu intimidad, con un montón de otras cosas que hacen que se minimice un montón la posibilidad de que en tu desencuentro con toda la coerción que está presente en otras unidades, desde las unidades de rehabilitación hasta lo que pasa en tu propia casa…

Por ejemplo, trabajé en un Hospital de Día donde había una sala con una televisión. La televisión a la hora de la comida se encendía. ¿Por qué? Pues porque se encendía. Porque llegaba la hora de la comida y entonces había un miembro del equipo que encendía la televisión. Y eso era así. Pasó que llegó una vez un hombre que no le apetecía que estuviera la tele puesta a la hora de la comida -que además no la miraba nadie, estaba como de fondo. Y esto fue un conflicto, porque él quería que se apagara la tele y esta persona del equipo decía que la tele a la hora de la comida se ponía. Si tú no tienes en cuenta en todos los niveles del sistema todas esas pequeñas o grandes cosas que están pasando… Esto es bastante burdo, pero yo creo que hay niveles muchísimo más sutiles en los que se está ejerciendo violencia.

Pero muchas veces lo burdo tampoco se percibe. Por ejemplo, los lugares en los que se oculta la medicación en la comida o la bebida -¿cómo alguien que toma haloperidol no va a darse cuenta de que algo raro le está pasando en el cuerpo? Y si eso hace que la persona se enfade y grite (o «se agite»), ¿dónde se ha iniciado la violencia? Es como que se obvia -consciente o inconscientemente- toda la violencia previa que se ejerce sobre la persona. Solo se ve la «agitación» en Urgencias, pero no que la persona ha venido engañada pensando que iba a hacerse una analítica al hospital.

Por eso creo que lugares como Drayton Park sí tienen sentido. Porque en la medida en que no hay todos esos engaños, coerción, chantajes…

Muestras lo innecesarios y dañinos que son.

Para mí ha sido un descubrimiento empezar a leer cosas sobre todo este modelo de atención consciente del trauma. El modelo de atención consciente del trauma lo que plantea es cómo tener la perspectiva cuando atendemos a las personas con sufrimiento psíquico de que siempre hay situaciones traumáticas detrás y que la mayoría tienen que ver con haber recibido violencia. Y además de esto, que a lo mejor no nos dice mucho a los que ya venimos tiempo pensando en que la violencia de las personas tiene que ver más con sufrimiento y que hay que dar el espacio para poder hablar de qué te ha pasado, qué es lo que te ha pasado en la vida, no qué tienes, sino qué es lo que te ha pasado. Pero al margen de esto, lo que hace el modelo de atención consciente del trauma es explicar muy bien cómo nosotros con nuestras prácticas podemos estar reproduciendo situaciones de violencia en muchísimos niveles que lo que van a hacer es retraumatizar a la persona, hacerle sentir que no está en un entorno seguro, alejarla probablemente de la posibilidad de recibir un apoyo adecuado y muy probablemente también cronificar su situación. Y entonces trabajan muy bien sobre revisar que nosotros con nuestras intervenciones, si no estamos súper sensibles a que estamos delante de una persona que ya ha recibido violencia y que nosotros estamos en un rol de poder, lo queramos o no… en la institución en la que trabajamos, por mucho que tú quieras, es muy difícil deshacer que hay una relación asimétrica, no lo puedes deshacer del todo de la cabeza del otro con todas las experiencias previas que ha podido tener en su relación con el sistema de salud, por mucho que tú quieras trabajar desde una perspectiva más horizontal. Entonces, señala todo eso que tú puedes estar haciendo que le confirma al otro la idea de que tú estás efectivamente en una relación de poder y que podrías tomar decisiones o empujarle a que tome decisiones de maneras tan…

En lo cotidiano se puede concretar en cosas tan tontas como asegurarte cuando estás teniendo una entrevista con alguien de que sepa siempre que puede no contestar a tus preguntas. Que quizás doy por hecho que en mi actitud ya está y pienso que la forma de tratar va a dar pie a que si el otro no quiere contestar va a sentirse cómodo con no contestar, pero creo que no es suficiente, está bien explicitarlo porque tenemos que tener en cuenta que precisamente en la manera en que su sufrimiento se está expresando, y la manera en que su relación con los otros se está expresando, viene de haber vivido muchas situaciones de violencia. Esto no quiere decir que todas las personas las hayan vivido, pero no hacer un daño, dar por hecho eso, ofrecer la posibilidad de hablar de eso y currarte prácticas… Bueno, para mí en realidad el modelo de atención consciente del trauma no hace falta para poder trabajar desde una perspectiva de derechos, pero me parece muy interesante también conocerlo. Me parece como de sentido común. Pero está también todo esto, por lo que decías tú de que no somos conscientes, que nos parece que son las personas las que se agitan y no somos nada conscientes de la cantidad de prácticas que nosotros estamos haciendo que llevan a las personas a agitarse. Desde todo, desde el trato que… no solo en la urgencia, que no pongamos el foco en la urgencia, porque todo el sistema luego cuenta con la urgencia. Un poco como allí [en Drayton Park].

Porque tú estabas diciendo que allí también siempre está la posibilidad última de llamar a la ambulancia.

Claro, eso siempre está ahí. Y ese papel les toca a los de Urgencias y les toca a los que están en las unidades de agudos. Hay veinte mil maneras de hacerlo y de enfrentarlo seguro, pero en todos los profesionales que están en la red esa posibilidad de que eso existe está funcionando en la cabeza. Igual que en la persona, que es horrible porque en la persona, a la hora de establecer una relación contigo, quitarse de la cabeza que si a lo mejor no acepta según qué tratamiento o no es el buen enfermo, no participa como tiene que participar de la dinámica del centro, etcétera… que puede ir todo evolucionando hacia un lugar en que lo último puede ser que te aten y te ingresen. Que él tenga esto fuera de la cabeza y pueda establecer una relación contigo horizontal aunque tú estés en un CRPS [Centro de Rehabilitación Psicosocial] no es fácil, pero si encima nosotros los profesionales no somos conscientes de que eso está ahí y en la forma que tenemos de tratar estamos recordándolo…

Ahí entiendo que el feminismo, o por lo menos haber pensado en cuestiones que plantea el feminismo, ayuda mucho a trabajar en ese aspecto. Entiendo que eso también está enlazado con que Drayton Park pueda ser un sitio donde ese tipo de dinámicas en concreto se pueden trabajar, porque hay una reflexión previa.

Sí. Hay una perspectiva feminista que está debajo de todo el modelo, y que al final el feminismo tiene que ver con romper la desigualdad y con pensar en las relaciones de poder a todos los niveles. Entonces a mí me parece que efectivamente, una perspectiva feminista va a ayudar a deshacer un montón de lo que tiene que ver con el poder y la coerción, pensado claro, no solo desde el género, sino con muchísima atención también a otras opresiones que viven las mujeres. En las relaciones que establecen como profesionales son conscientes de esa asimetría y también son muy conscientes de otras opresiones que pueden experimentar las personas, por ejemplo, son muy sensibles a todo lo que tiene que ver con la orientación sexual, con la racialización… En la casa es súper chulo, tienes paneles de la historia de la mujer negra… se piensa en eso.

Pero me he desviado… A mí eso me parece muy interesante y algo en lo que me gustaría entender y profundizar más, tengo la sensación de que nos falta. Yo llevo un montón de tiempo leyendo sobre feminismo, tengo un montón de compañeras alrededor pensando sobre esto y profundizando un montón y listísimas, y yo de verdad creo que es súper necesario que pensemos en cómo llevar esto que nos trae el feminismo a nuestras prácticas. Pero no solo para entender las relaciones de forma diferente, por ejemplo, la expresión del sufrimiento por el hecho de ser mujer, por el tipo de violencias distintas con las que te encuentras… sino cómo nosotros como profesionales nos podemos deconstruir cosas que tienen que ver con la relación de poder gracias al feminismo. Y mil cosas más.

Ahora acabo de leer un libro de Maya Angelou; para mí ha sido un descubrimiento esta mujer, cómo es posible que yo no supiera de la existencia de esta mujer. El libro se llama «Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado», te va contando de una manera súper bonita sus propias reflexiones desde ese lugar de niña y cómo va pensando todas las opresiones a las que se enfrenta. Ella es negra, del sur, años 30, mujer y niña. En realidad, lo único que le falta es ser loca; era para enloquecer, desde luego. De hecho, estuvo 5 años sin apenas hablar. A mí me parece interesante recuperar a todas estas mujeres y todas estas lecturas también desde el feminismo que nos hacen eso, pensar en cómo al final los mecanismos del poder y de la desigualdad son los mismos.

Pero para revisar la violencia que el profesional ejerce sobre la persona atendida sería necesario poder hablar en el equipo, de forma abierta, sin que sea vivido como un ataque, hablar de qué ha pasado, hablar honestamente con tus compañeros, hablar de ti.

Eso me parece súper necesario, me parece imprescindible. Estamos acostumbrados a trabajar sin que eso se dé y además me parece súper complicado que sea sin que haya supervisión externa. Me parece muy difícil que el propio coordinador de un equipo pueda ser al mismo tiempo el que provee ese espacio para pensar juntos y donde no sea un problema mostrarte con tus vulnerabilidades, con tus faltas, con tus cagadas, ¿no? Que se pueda pensar sobre eso sin sentir que alguien va a fastidiarte por eso; sin que mostrar esa vulnerabilidad, ese no saber, esa incertidumbre, sea tratado como un problema de falta de competencia de los profesionales.

Porque otra cosa cultural es quizá cómo nos posicionamos ante el error y cómo se señala.

Es que creo que hay determinados profesionales para los que simplemente pensar que se puedan estar equivocando… Por contarte un poco de un sitio donde yo he trabajado, por ejemplo, hay una situación allí, en la que un paciente ha tenido un enfrentamiento con un miembro del equipo. Al principio de estar yo en ese lugar se sobreentendía y se esperaba que el profesional tenía siempre la razón, no había posibilidad de ponerse a reflexionar en qué es lo que había influido, incluso haciendo un análisis que no sea uno-uno de esa díada, sino qué está pasando alrededor, en el clima a lo mejor del centro en esos días, en la familia, qué es lo que estamos atravesando a lo mejor como equipo, ¿no? Poder hacer un análisis que nos permita pensar juntos si esa violencia que está en ese momento emergiendo nos señala algo a lo que poder mirar. Pero es que se daba por hecho esto de que el profesional siempre tiene la razón, y se esperaba… Fíjate, venía a ti a lo mejor el auxiliar, a que tú como que pusieras orden, sin poder pensar que igual ibas a escuchar la versión del otro y entonces no iba a ser una cuestión de poner orden sino que a lo mejor había que disculparse por las dos partes. Sin embargo, en eso por ejemplo yo sentí que se podía empezar a progresar. Pasamos de que se pudiera entender que no siempre iba a ser así, que yo no iba a estar para darle la razón a mi compañero por ejemplo en este conflicto… pasamos incluso a poder sentarnos juntos todos cuando había conflictos de ese tipo para pensar qué es lo que había pasado y que todas las voces contaran, que contara la voz del profesional pero que contara también la voz de la persona y que cada uno pudiera pensar qué es lo que podía haber llevado a esa situación. Y este profesional llegó a disculparse más de una vez.

¿Crees que hay una relación entre el utilizar el desequilibrio de poder mediante por ejemplo la amenaza de la que hablábamos (de ingresarte, quitarte la pensión, la custodia de tus hijos…) y la dificultad de los profesionales de hablar de lo que les pasa a ellos?

Yo creo que tiene que ver con esa posición de poder en el que el otro no es igual que tú. Y cuando tú puedes pensar verdaderamente que el otro es igual que tú, es admitir como la locura que también hay en ti, ¿no? Y poder hablar de tu propia locura, pensarte como alguien que también podría estar sintiendo cosas parecidas, identificarte… Todo te salvaguarda de ser tú el loco, porque el loco… en el loco ponemos toda la mierda que nos hace ser personas que no se adaptan, que no son adecuadas, que no encajan; y mientras tú no seas como el loco pues estás mucho mejor. Pero en realidad eres igual que él y no lo estás. Y no puedes hablar de ello. No lo sé… o sea, que al final, a mí me parece que el poder tiene que ver con el miedo a la propia locura. Si podemos pensarnos, si te puedes pensar realmente igual y conectar con tu locura, con tu vulnerabilidad o con tus heridas o con tu… esos podrían hablar. No tendrían que ejercer tanto poder. Porque si puedes hablar de que no sabes, de que estás jodido, de que a ti te afectan cosas, de que eres persona, ¿no? Y si eres persona y el otro también lo es pues ejercerás menos el poder. Pero tienes que poder mirar eso, o sea, tienes que poder soportar, tomar conciencia de que no sabes y de tu falta, que no es fácil. Y además no nos educan para eso. Te educan todo el rato, como esa imagen de la universidad, te educan para que te creas que tú sabes, que tú tienes las herramientas…

Siento que es súper difícil de atravesar lo que tú decías, lo de que eso se pueda hablar en el equipo. Poder pasar a que se pueda hablar en el equipo, que se pueda entender que a veces la podemos cagar… Esto hablarlo en equipo es súper complicado, lo que tú decías, y sin una supervisión externa… debería ser algo incluido en el presupuesto de cualquier dispositivo de salud mental que se abra, debería ser obligatorio. Porque, ¿qué estamos haciendo la mayor parte? Pagarnos nuestras supervisiones por fuera cuando además no es lo mismo. Hay una cosa de pensar juntos.

¿Y crees que la figura externa del supervisor es imprescindible en todas las ocasiones? ¿No crees que el equipo podría tener la capacidad de autogestionar determinadas situaciones? ¿Que podría existir si hubiese un espacio para trabajarlo?

Ya, pero aunque exista. En el ideal estoy de acuerdo contigo. O sea, en el ideal lo suyo es que todos fuéramos personas autoconscientes de nuestros propios límites y vulnerabilidades y que podamos pensar sobre lo que hacemos bien, sobre lo que no hacemos tan bien, sobre qué es lo que nos afecta en nuestras vidas, qué es lo que nos afecta de la dinámica del equipo, de nuestra interacción con las personas, y que no pensemos que somos como expertos clínicos a los que no nos afecta todo el factor humano. Idealmente, ¿no? Y que además eso lo pudiéramos hacer en el equipo juntos, pero es que muchas veces, aunque exista.,.

En un sitio donde trabajé teníamos un espacio, iba un poco de hablar de las cosas que nos pasaban a nosotros, que nos estaban pasando en el curro, en la vida, que pudieran estar afectando al equipo, a nosotros como equipo, a nosotros en un atasque que pudiéramos estar teniendo con algo del día a día. Y no sabes qué difícil era mantener el encuadre de ese espacio. Primero que esa reunión se celebrara, segundo que estuviéramos todos, que no se liara constantemente la cosa y para que pudiéramos estar todos lo estuviéramos cambiando de fecha y en la siguiente fecha tampoco estábamos todos… era súper difícil. Al final hay, no sé si llamarlo resistencia, pero sí, nos cuesta, nos cuesta sentir que no podemos, que no sabemos, sentirnos vulnerables, y es como «bueno, vamos tirando». Claro, luego lo que pasa es que las cosas explotan, porque todo eso está pasando, se van larvando situaciones hipertóxicas, cosas de las que no se ha hablado… que al final en los equipos se sufre muchísimo. Es una de las cosas que más me ha impresionado cuando he estado yendo a supervisión, que la mayor parte de lo que traíamos a la supervisión los compañeros tenía que ver con lo que sufríamos dentro del equipo en nuestras relaciones con los compañeros y con la institución. A lo mejor la excusa era un atasque que uno pudiera llevar con «un caso», pero en realidad lo que iba ahí emergiendo era que lo que nos hace sufrir muchísimo es que los equipos no son lugares donde importan los cuidados. Y cómo vamos a trabajar cuidando si ni entre nosotros cuidamos, pero cómo vamos a cuidarnos entre nosotros si muchas veces ni la institución nos cuida. Mira, esto es otra cosa del feminismo: si realmente los cuidados estuvieran en el centro y a todos los niveles, el que está por decirlo así, abajo del todo, más vulnerable, necesitando más cuidados, y al mismo tiempo abajo del todo en la jerarquía de poder… pues probablemente tendría bastante más salida, más acompañamiento. Pero también tenemos que empezar por nosotros y por cómo nos relacionamos y se relacionan las instituciones con nosotros.

Una cosa muy interesante que pasaba en Drayton Park es que, para mí, el encuadre cuidaba. Es decir, que había una coordinación muy cercana a todos los procesos cotidianos que cada profesional tenía que hacer. No sé cómo decirlo, pero Shirley es una jefaza, todos los procesos están súper seguidos, todo el mundo tiene que dar cuenta de si ha hecho todas las cosas que se supone que tiene que hacer todos los días y esto es vivido como un cuidado, todo el mundo sabe lo que tiene que hacer. Todo el mundo hace lo que tiene que hacer y de esa forma en esa situación en la que estamos trabajando con situaciones de muchísima vulnerabilidad, riesgo, de no saber, de incertidumbre, de urgencias, de cosas que emergen todos los días, hay una parte a la que nos ceñimos, a la que estamos pegados, que para mí es un cuidado. Y yo he sentido muchas veces que el encuadre es para los pacientes y no para nosotros: que a los pacientes les pedimos que vengan todos los días, que vengan a la hora, que no entren tarde a la sala… eso sí, si nosotros un día estamos con la cabeza un poco más rayada y queremos fumarnos un piti más tarde de la cuenta, ese día no pasa nada por empezar el grupo 15 minutos tarde. Y no tenemos que explicar demasiado ni pedir disculpas. Pero eso sí, si llega 15 minutos tarde él (el paciente), se queda fuera de la sala.

Qué interesante, porque tengo la sensación de que cuando se habla de enfoques respetuosos, hay gente que escucha que «todo vale», como de laxitud. Y no se trata de no trabajar. Como decía Elvira Pértega no se trata de no hacer, al contrario, se trata de hacer. Y hay mucho que hacer en el sentido del respeto al paciente, en lugar de hacer en el sentido del maltrato. Y siento que muchas veces las normas son muy rígidas para las personas atendidas, pero no para los trabajadores. Que los móviles están prohibidos, pero no pasa nada si el profesional lo usa, por ejemplo.

Sí, creo que muchas veces… primero, que los encuadres o las normas se van como superponiendo, una norma a otra, una norma a otra, una norma a otra, casi siempre para los pacientes en función de que un día hubo un incidente con no sé qué cosa, y entonces cada vez se suma una norma que impide X. Pero yo creo que en esto hay una confusión, o sea, las normas deberían ser para nosotros, no para ellos.

Las normas de que yo debo tener una sesión de uno a uno contigo todos los días por la mañana y por la tarde es para mí. Si tú te la saltas, si tú no vienes, no es que sea obligado para ti, es obligado para mí proveer, asegurarme de que eso va a ocurrir, asegurarme de que el grupo empieza a tal hora. Si tú, la persona que está en un momento que está sufriendo, que precisamente podrá estar a la hora o podrá no estar… Si confundimos las normas que deberían ser para nosotras por las que son para ellos no estamos dando la oportunidad de poder ayudar y pensar qué es lo que te impide adaptarte a este encuadre que te proponemos, ¿por qué llegas tarde? Eso sin tener en cuenta que además hay que pensar si las normas que tenemos tienen sentido o no tienen sentido. Por ejemplo, en el Hospital de Día en los últimos tiempos estábamos haciendo un proceso súper chulo sobre cada norma que teníamos: cada vez que esa norma se ponía en cuestión por alguna persona, algún paciente que transgredía el encuadre, nos parábamos a pensar si la norma tenía sentido y para qué estaba la norma. Muchas las seguíamos manteniendo porque pensábamos que tenía sentido seguir manteniendo una estructura, un encuadre, unos límites que no supusieran estar persiguiendo o expulsando a quien no las cumpliera, pero sí que pudieran servir para analizar cuándo el otro no las seguía. Pero este ponernos a pensar en el «para qué» nos hizo darnos cuenta de que ese «para qué» lo podíamos conseguir de otra manera mucho más respetuosa, que no era con esa norma.

Por ejemplo, allí se tenía la norma durante mucho tiempo de que no estaban permitidas las relaciones de pareja entre personas que estuvieran acudiendo al mismo tiempo al Hospital de Día. Y pasó que en ese momento que estábamos como más de reflexión sobre el para qué de nuestras normas, se hizo una pareja. Y nos empezamos a plantear el para qué de eso y a pensar si ese para qué lo podíamos conseguir de otra manera o los podíamos acompañar de otra manera, respetando sus elecciones personales y las cosas que les pasaban sin dejarlos de lado, sin llegar a «solo uno de los dos puede estar aquí», por ejemplo, cosas así.

¿Y qué hicistéis?

Pues los acompañamos. Lo que hicimos fue pensar que no tenía sentido tener esa norma, que si el «para qué» tenía que ver con que sentíamos que había parte de lo que ocurría entre ellos que había pasado a convertirse en una relación muy significativa en sus vidas, y estaban en un grupo de terapia juntos donde era bastante probable que no pudieran hablar de ese problema que tenían con esa persona significativa porque precisamente estaba delante, y que entonces iban a estar ocurriendo cosas importantes en las que no íbamos a poder acompañarles desde la psicoterapia en pensar sobre ellas y no iba a poder acompañarles tampoco el grupo en pensar sobre ellas… pues pensamos que habría que buscar otra manera de ayudarles a pensar sobre esas dificultades. Y llegamos a un acuerdo en el que éramos dos terapeutas, uno era el terapeuta de referencia para uno de ellos en individual, el otro del otro, y luego nos juntábamos los cuatro cuando uno de los dos nos pedía que había algo que necesitaban pensar en pareja. Y entonces nos juntábamos los cuatro, y así les fuimos acompañando como pudimos, y fueron tomando sus decisiones. Algunas cosas además curiosamente luego también las traían al grupo, es decir, había un clima como de normalizar… no sé, bueno, también se pudieron hablar algunas cosas en grupo incluso, ellos traían algunas cosas que les pasaban entre ellos y el grupo les ayudaba a pensar.

Es esperanzador conocer experiencias donde la gente trabaje o ha trabajado de otra manera, porque a veces la sensación es que esto es un erial, que no hay un solo lugar donde la gente trabaje de otra manera, o que sí los hay, pero no los estamos conociendo.

Sí, sí. Yo creo que lo que hay que construir es más todo esto de ponernos un poco todos en común y a pensar, y a estar, y a hablar más entre todas las personas que están trabajando de otra manera. Hay lugares donde se están haciendo cosas, donde se está caminando, y creo que tenemos que poner esas cosas en valor y construir desde ahí. Esto me conecta un montón con el libro de Rebecca Solnit, desde la esperanza, y construir el activismo desde la alegría y desde lo que sí que está pasando, ¿no? No pensar que cada pequeña acción que se está haciendo es como «qué desesperanza, el vientre de la bestia». No, no, suma, y además suma y no te das cuenta, porque de pronto hay un momento dentro de diez años que hay cosas que nos parecerán como normales, que hoy estábamos hablando de otra manera. El feminismo está consiguiendo muchas cosas así. El otro día tuve una conversación en un Imaginarium con una tipa que estoy segura de que hace diez años no hubiera pensado que era normal que alguien llegara y le dijera «pero no tienes algo un poquito… menos marcado por el género?» y me dijo «sí, vente, te cuento». Esto ahora es hasta normal, hace diez años probablemente me hubiera mirado con cara de… Y es porque desde hace diez años hay muchas que lo han estado haciendo, que han estado dando la batalla con esto.

Me acordaba también de Rebecca Solnit en otro momento que hemos estado hablando, que era cuando estábamos hablando de la incertidumbre. Porque dice una cosa muy bonita, bueno, en realidad lo dice citando a Virginia Woolf, que dice que el futuro es oscuro, que es lo mejor que se puede decir del futuro, pero por oscuro no quiere decir negativo o negro, sino que quiere decir que no sabemos lo que va a ser, y que poder estar en ese no saber lo que va a ser nos permite conectarnos con que… bueno, igual está bien, ¿no? Y conectarnos también con unas historias que nos contamos poco, de éxitos, qué mal nos contamos la historia, porque además igual nos la contamos como si hubiera en un momento dado que darle la vuelta a la sociedad y vencer. E igual es bonito como conectar con que un montón de pequeñas experiencias (aunque se acaben, yo tengo pena de algunas en las que he participado, que… pero existieron, ¿sabes?) como que han florecido. No sé, quiero pensar que no es tan erial, que hay mucha gente ya pensando. Y además, no solo estamos en un proceso de transformación en salud mental, hay muchas conexiones con otros espacios en los que también están ocurriendo cambios muy importantes. Cuando te pones a hablar con colegas, amigos, de otras disciplinas, están pasando cosas en otros sitios y tienen elementos súper parecidos.

Sí, no quiero desesperar, intento pensar en esas islas de cosas que pasan que empiezan y se acaban pero que luego brotan en otro lado, sabes, yo me lo quiero imaginar como… tú sabes que las setas en realidad crecen, pero lo que hay debajo, ¿el rizoma, se llama? Bueno, en realidad las setas, tú lo que ves es como una especie de floración pero la seta, lo que es el hongo, está debajo del suelo todo el tiempo, ¿no? De vez en cuando brota, pero está por debajo de todo el suelo del bosque. Pues hay un hongo que de vez en cuando brota. Yo me quiero imaginar que a lo mejor hay momentos en los que surgen espacios donde temporalmente se están haciendo cosas interesantes aunque luego lleguen los malos tiempos y eso desaparezca, pero que brotarán en otro lado. Y yo sí que quiero pensar que no es un erial, que hay un montón de personas que están ahí, en diferentes lugares, haciendo rizoma.

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